Y eso ha hecho el escritor y periodista Víctor Claudín en “Tren de la noche” (HG Editores). Ha confeccionado un tiempo vital hecho con esos detalles, momentos fugaces grabados en una retina invisible. Los ha retenido en los doce relatos que conforman el libro escritos a dentelladas, con muchas frases cortas, rotundas, compuestas de un sujeto, un verbo y un predicado de tal fortaleza que tan solo son necesarias unas cuantas palabras para crear una imagen potente. Relatos sorprendentes, extraños, descarnados y provistos de un lenguaje que no hace concesiones a lo políticamente correcto y de temática, a veces, onírica; bordeando los submundos que le ponen los límites razonables a la realidad.
No es un libro para leer de tirón. Dice Alfons Cervera, en la contraportada del volumen, que “la escritura dura más que los libros que la acogen” y aunque su autor habrá tardado mucho más en escribirlo de lo que el lector pueda demorarse en leerlo muy probablemente tenderá a volver más de una vez a su lectura para intentar vislumbrar entre sus sombras.
