Una de las críticas que suelen hacerme respecto a mis novelas es que no hay sexo. Así, sin más. A partir de ahí valoran si la historia es buena o no, olvidando que yo escribo sobre las emociones, sobre la forma en la que se relacionan los personajes, que la erótica y yo no nos llevamos bien (vale, esto no tienen por qué saberlo pero es así). A veces esta crítica duele porque me lleva a preguntarme si estoy llevando bien mi oficio o si, por el contrario, no estoy haciendo las cosas como debo.
Y es que el sexo vende. Vende mucho. ¿Habría tenido Colin Farrell, con un físico más bien normalillo, tanto éxito si no vendiese sexo? Probablemente no. Seguro que no habría sido mi muso en ningún momento, ni nos haría disfrutar a Brianna y a mí como enanas con fotografías como la de la botellita. ¿No sabéis cuál es? Pues aquí os la dejo (otra vez):
Estamos todos de acuerdo en que el sexo vende. Somos animales sexuales, es un hecho. Sino ya me diréis de dónde viene el éxito de algunos hombres y mujeres que no tienen un físico despampanante pero que arrasan como si acabasen de descender del Olimpo cubiertos de una belleza vetada para los mortales comunes. Sexo, sexo, sexo. Vale, lo entiendo. Pero, ¿es necesario que sea explícito? Porque en mis novelas hay sexo, aunque no sea explícito y, a pesar de eso, me recriminan que las escenas de sexo son escasas y poco descritas (desde ahora advierto que no pienso cambiar eso a no ser que me prometan que mi bañera estará llena de billetes de quinientos euros. Soy proxeneta de mis propias ideas, qué le vamos a hacer). Entonces, ¿sólo se valora la novela por la cantidad de polvos más o menos salvajes que echen los protagonistas? Porque entonces renuncio a esto de escribir y me dedicaré a otras cosas que requieran menos tiempo y dedicación.
Que valoren una novela romántica por el número de escenas de sexo y lo explícita que sea, diciendo que la novela es mejor cuanto más sexo tenga, es para tirarse por la ventana. ¿Dónde están el amor, la amistad y esas pequeñas cosas que hacen una historia de amor inolvidable?
Ahora hablo como lectora, no escritora: yo no las necesito. No necesito el sexo para que la historia me llegue o se convierta en algo inolvidable. Por eso no leo erótica. Nunca. Lo hice en su momento, ahora me resulta pesada y todas las novelas me parecen iguales. Es una opinión absolutamente subjetiva, claro.
A veces, cuando me dicen eso, me pregunto qué hago yo en este mundo, por qué me dedico a lo que me dedico, porque yo soy de las que trabajan mucho la psique de sus personajes y, al final, todo se reduce a un: «es que no hay suficiente sexo, las escenas no son explícitas», como si todo lo demás no contase para nada.
Personalmente, no me importa encontrarme escenas de sexo, pero si se alargan y son demasiado explícitas, suelo saltármelas. No me interesa saber cómo le chorrea el miembro al protagonista, ni lo húmeda que está ella, como tampoco me interesa el grosor de la vena del mástil del súper macho de turno. Me aburren esas parejas que parece que lo único que tienen en común es el sexo porque, al final, no veo el desarrollo de la relación por ningún lado: discutimos —follamos —nos peleamos por una gilipollez —follamos —uno de los dos se mete en líos (generalmente ella) y el otro lo salva (generalmente él) — follamos más por indignación —alguien se mete por medio —follamos—follamos porque sí—follamos otra vez—soy un ser torturado que no puede darte lo que quieres, nena—follamos hasta que se acabe la novela.
Personalmente, a mí todo eso no me aporta nada. Leer una novela del género con ese esquema vale, pero es que al final sea exactamente el mismo o parecido, todas siguen el mismo patrón. Eso sin contar con el hecho de que ninguno de los dos protagonistas pueden, bajo ningún concepto, tener sexo con otras personas.
Uno de los problemas de la actual literatura romántica –adulta– es que su peso literario no casa con su dimensión comercial ni el esfuerzo de marketing que hay detrás. La crisis ha llevado a sellos de prestigio a publicar obras que hace unos años ni hubieran considerado.
(José Luís Ibáñez Ridao: http://www.zoomnews.es/230071/letras-y-tretas/joder-novela-romantica-y-disculpen-juego-palabras)
No digo yo que el sexo en la novela romántica tenga que ser desterrado o que no haya tórridas escenas de sexo, sólo considero que no es necesario y mucho menos si el argumento me lleva por otro camino y, de repente, me encuentro con un polvo ahí, como si nada, metido con calzador porque sí. Otra cosa es que el argumento lo pida, que sea importante para una escena o que defina el carácter de uno de los protagonistas (ya sabéis: problemas con el sexo, adicciones…). Pero claro, entonces, en muchos casos, ya nos estaríamos saltando los cánones de la tradicional novela romántica y erótica.
Para mí lo importante es siempre la historia y los personajes. Da igual si te cabrean, si te desesperan, si deseas tirarlos por una ventana, si no acabas de comprenderlos, mientras te hagan sentir algo. Encontrarme con tipos casi perfectos con un pasado más o menos torturado que me parece una gilipollez y que, para colmo, son grandes amantes porque se han tirado a medio París (por ejemplo), me parece aburrido. Sí, lectores y lectoras, aburrido.
El sexo, al final, siempre está presente. No de forma explícita, claro, pero si hablamos de personas que se aman, ¿cómo no va a estar presente? Pero, ¿es absolutamente necesario? ¿Tú qué opinas, Brianna?
No lo sé. A mí me has puesto la foto de la botellita y mis neuronas han cortocircuitado :P
Céntrate, Bree.
Vayamos por partes, que yo soy muy de Jack (el Destripador).
El sexo vende. Es un hecho, tienes razón. Se utiliza para vender hasta cereales para el desayuno. Pero hay que saber venderlo.
Si me preguntáis por la Romántica Adulta, os diré que ¡sí, sí, síiiii!! Es más, creo recordar que es una premisa para que una novela sea considerada como novela romántica adulta: ha de contener tensión sexual. Y la tensión sexual, lleva al sexo (imaginad si no, la tensión sexual infinita… qué tortura). Es cierto que existe la novela blanca, en cuyas páginas no se narra ni una sola escena sexual, ni se insinúa, ni se obvia siquiera. Se podría decir que es como si se corriera un tupido velo sobre el tema, pero ni eso. Más bien, es como si el sexo entre dos personas que se enamoran no existiera. Bien. Respeto eso, pero mi cabeza dará por sentado que ese par hace lo que tiene que hacer.
Lo que nos lleva al asunto. ¿Es necesario el sexo en la novela —yo voy a acotar— romántica? Sí y no. Hay novelas estupendas con las que yo he disfrutado enormemente y que no contenían apenas escenas de sexo o, en todo, caso muy sutiles. Como dice Mery más arriba, hay otras cosas que hacen que no puedas dejar de pasar páginas: amistad, discusiones, tensión… Hay muchas cosas bonitas en el amor (ohhh!) que merecen protagonismo y que hay quien sabe contar muy bien.
Insinuar…
…o mostrar.
Pero aquí voy a sacar mi lado oscuro y romper la lanza a favor del sexo. En cierta ocasión, cuando presentábamos en la Fnac de Alicante, alguien me hizo una pregunta a traición (¡estaba mi madre delante!) y me preguntó acerca de este mismo tema. «¿Por qué tus historias contienen sexo? ¿Es importante?» Mi respuesta fue que, efectivamente, lo es. La forma en que yo entiendo el amor contiene sexo, desde luego. De ahí que cuando leo o escribo sobre este tema, espero encontrarlo. Y espero encontrarlo bien revuelto con los sentimientos, haciendo la mezcla perfecta, agitando, removiendo la relación. El amor es visceral y el sexo es visceral. Y alguien que sepa contarme eso así de bien revuelto tiene toda mi atención. Pero hay algo más. El modo en que se comportan los personajes cuando están manteniendo relaciones íntimas nos cuenta mucho sobre ellos. Es como una marca personal y dependerá de las emociones que siente por la otra persona.
El problema viene cuando me venden erótica por romántica (por cierto, yo tampoco leo erótica. Me gusta la romántica erótica, y tengo claro que, incluso ahí, las emociones tienen que ser el motor impulsor y las escenas tórridas no tienen que estar metidas con calzador). Retomo la frase que ya hemos repetido ambas, «el sexo vende», porque creo que es la consgina que muchos toman por brújula a la hora de ponerse a escribir una historia. Yo ya digo que no tengo problema con ello, pero también aviso de que tengo un detector muy fino para olerme el sexo que no viene a cuento o que se ha metido por ahí con calzador.
Y además, parece que, cuanto más explícito, mejor. Vuelvo a confesarme: a mí no me importa saber en qué momento se ha corrido un personaje o dónde lo ha hecho, si el tono de la historia se presta a ello (y creo que eso es ser explícito). Pero, vuelvo a citar a Mery, que me describan lo gruesa que es la vena que recorre la po**… digo, el miembro, el miembro viril del prota (cosa que, por cierto, suele ser el canal eyaculatorio y no una vena) o que me cuenten cómo sus pelotas golpeaban contra el trasero del otro con cada envite, lo que ayudaba a aumentar el placer pues… como que no. TMI [Too Much Information]. Ese tipo de cosas suele romperme el karma y no tiro el libro por la ventana porque no me gusta maltratar libros, en general.
Me he centrado en la novela romántica adulta porque es el género en el que el tema tiene más relevancia. En la erótica es de cajón: sexo sí. En el resto de géneros narrativos, no necesito que haya sexo en absoluto. Si leo intriga, leo intriga y es lo que espero que me mantenga pegada al libro, sin importarme si el detective se está tirando a la sospechosa (a no ser que eso sea parte de la trama principal). Y así con el resto.
Sin embargo, en la romántica, y para resumir, me gusta que haya sexo, pero que no haya sido espolvoreado al azar, como con un salero. Necesito que esté bien engastado en la historia, a tono con el relato, que sea motor, motivo, fin, un elemento activo de la narración. Y me da igual si me lo insinúan o no es explícito, como si lo es. Tengo imaginación suficiente ;P
En realidad, lo importante en cada historia que lees, es que te motive lo suficiente como para, precisamente eso, imaginar.
¿Y vosotros? ¿Sexo sí o sexo no? ¿Con pelos y señales?