Vetusta Blues. -
“Con paraguas”
Llegan las lluvias a la ciudad en las postrimerías de un noviembre seco y caluroso y con él, también, los paraguas. Hacía falta la bendición de las lluvias puesto que la sequía y la pésima gestión energética, por no hablar de las lamentables inversiones en energías limpias o la nula planificación de recursos como el sol, han afectado a lugares como Oviedo que parecían a salvo de los rigores de la falta de precipitaciones.Como si se hubiese perdido la práctica en el manejo de los paraguas, la circulación por las calles se convierte en un slalom inacabable, en el que prima ponerse a salvo de todo tipo de obstáculos y viandantes que discurren con insólita torpeza con sus herramientas para no mojarse. Las diferentes alturas de los peatones tampoco ayudan mucho y hay que andarse con cuidado si no quieres quedarte sin ojo. Los golpes sabes que los vas a recibir más tarde o más temprano, eso sí que hay que tenerlo claro y manejarse en ocasiones con el paraguas como un arma de defensa más. La muchacha despistada más pendiente del escaparate que de la circulación por la acera, el anciano que se empeña en elevar más que tú el paraguas o, al revés, la señora que se aferra al suyo convirtiéndose en un iglú andante son algunos de los retos que encontraremos en nuestra travesía. El chaval, en fin, que corre demasiado con su paraguas, pero que carece de la educación suficiente para apartarlo y no chocar violentamente cuando las distancias imponen su ley. Por momentos, evoco esa canción de mi buen amigo Toli Morilla “Alquitrán”, incluída en su álbum ”Entropía”, con letra del gran poeta David González. Toda una guerra de paraguas...
Los peligros no se acaban en los paraguas, no se crean. Reaparecen -como no podía ser de otra manera- las baldosas-trampa de las cuales ya hemos hablado en alguna ocasión en esta misma columna. Toda precaución es poca, aunque la mayoría de las ocasiones, insuficiente. Una ducha para nuestros pantalones, las medias o -peor aún- unas piernas sin otra protección, nos acecha en cualquier baldosa suelta, en la temible baldosa-trampa. Otra de las alertas ante las que no debemos despistarnos es la procedente de la circulación de los automóviles junto a los charcos. ¡Nos espera una ducha en el cruce más insospechado! Si, además, encuentran el extraño placer de sumergirse a fondo dentro del agua acumulada y a gran velocidad, estamos perdidos. Sólo podría salvarnos un ágil movimiento con el paraguas hacia el suelo. Y, claro, no todos están dotados con los reflejos de un guardameta o lo suficientemente alerta.
Y, aún así, tras estas dificultades y tribulaciones, bendecimos la llegada de la lluvia y sus bondades, para superar lo que supondría la mayor de las penurias: la sequía.MANOLO D. ABADFoto: PACO WALKS SOFTLY
Publicado en el diario "El Comercio" el miércoles 13 de diciembre de 2017