Revista Cultura y Ocio

Con Quique, todo es insuficiente

Publicado el 27 marzo 2013 por Ruta42 @ruta42

La segunda cita de “El festival más largo del mundo” esperaba con entusiasmo el sonido que desde Nashville -lugar de grabación de sus dos últimos trabajos- viene firmando el responsable del rock patrio más en forma. Quique González, acompañado por su banda de directo, se detenía en tierra castellano y leonesa, tras el inicio de su gira en Santiago de Compostela y alcanzar el número uno de las listas de venta, para presentar su recién estrenado Delantera Mítica. El cartel de entradas agotadas -doble ya para Valladolindie 2013- se vio recompensado con un total de veintisiete canciones que en un artista valedor por justificar el precio de un espectáculo, incluso ahondando en (muchos de) sus grandes éxitos, no induce al empacho.

Fotografía: Jesús Díez

Fotografía: Jesús Díez

Sin necesidad de marcas de compás con su baterista y la iluminación a tiempo, arrancaban de sus guitarras los primeros acordes abiertos para abrir con ‘La fábrica’. Poderosa consistencia acústica con espacios para el detallismo instrumental en líneas de cuerda a dúo, mandolina incluida en mano. La atmósfera, tomada por la voz pulcra y sinuosa al mismo tiempo del compositor, se repetía en ‘Parece mentira’, para dar paso a uno de esos rock and roll de carretera en ‘Donde está el dinero’. Respetando el límite de velocidad, conteniendo la potencia en una letra crítica de actualidad. La pregunta del millón, como presentó Quique a la anterior, fue respondida con la intencionada ingenuidad que prestamos a nuestros ídolos en ‘Viejos capos’.

Con el público (bien) entrado en calor -la ventilación de la sala tiene mucho que decir, también-, desfilaron los ‘Restos de stock’, donde la guitarra de brillante sonido en manos de José María “Pepo” López anduvo falta de originalidad -no tardaría en resarcirse- para acabar ‘Caminando en círculos’. Un incomparable, instrumentalmente hablando en el recorrido de toda su discografía, Daiquiri Blues tomaba el auditorio con las estrofas desnudas de ‘Cuando estés en vena’ para arroparse en los estribillos con la delicadeza del polivalente, ahora al violín, Eduardo Ortega. Igual pasaría con ‘Delantera mítica’, nombrada de forma idónea como resumen de todo un disco.

Fotografía: Jesús Díez

Fotografía: Jesús Díez

La noche salpicaba tendencias americanas. Sin sorpresas en un sonido mejorable por emborronado y cambiante según la posición del oyente en las instalaciones dispuestas para el concierto, conseguía respetar muy dignamente el embrujo acústico en cortes como ‘Manhattan’ y ‘No encuentro a Samuel’, o el efectivo folk de quien arranca los aplausos del público con ‘Palomas en la quinta’ que van a más con la escapada que protagoniza el señor González hacia el terreno de la positividad y sencillez pop, un experimento que incluye pinceladas country a falta de un jazzístico cuerpo de viento metal, con el aclamado ‘Pájaros mojados’.

Limitada la presencia de guitarras eléctricas en ‘Hasta que todo encaje’ y ‘La ciudad del viento’, hacía las más de sutiles arpegios de acompañamientos que muy certeros recorrían las líneas pausadas del discurrir del compás. Claves. Desaparecieron, como lo hicieron los movimientos de baile sinuosos del auditorio, con ’39 grados’. El inquebrantable ritmo, de la entrecortada púa sobre las cuerdas afiladas de la guitarra acústica, propiciaba los primeros coqueteos con el público por parte de una banda que en algunos momentos se desveló en eternas miradas al suelo, inevitables en cualquier comienzo de gira. Ese acercamiento vivió momentos especiales con ‘¿Es tu amor en vano?’. De la mano de un Bob Dylan versionado, Quique González no descubría ningún enigma -en esencia, mucho de su atractivo-. Ante el micrófono, la escena clásica de cantautor que, ya sin americana y arropado por su pañuelo, él defiende tan bien.

Fotografía: Jesús Díez

Fotografía: Jesús Díez

La sinceridad que le reconocemos tomaba el escenario por medio de ‘Las chicas son magníficas’. Su garganta alcanzaba las exigencias más agudas y sus ojos entrecerraban el notable esfuerzo vocal. Penetraba su intensidad igual que lo harían las bases rítmicas, con Alejandro “Boli” Climent al bajo y contrabajo y Eduardo Olmedo en la percusión, de irresistible profundidad y líneas recurrentes en ‘Kamikazes enamorados’ y ‘Suave es la noche’, respectivamente. Este repaso por su anterior, y no por ello menos necesaria, obra desembocaría en un asalto final que en ‘Miss camiseta mojada’ sufría la ausencia del slide o bottleneck -tubo metálico que se desliza sobre las cuerdas de la guitarra-, y en ‘Hotel Los Ángeles’ provocaba el clamor de un público que despidió a Quique entre sonoros gritos y aplausos.

Fotografía: Jesús Díez

Fotografía: Jesús Díez

Aunque el tiempo había pasado muy rápido, el número de canciones interpretadas era el de cualquier concierto al completo. Las peticiones del público, mientras el técnico de escenario sufría los rigurosos silbidos y gritos, hicieron su efecto. Ahí estaba ‘Tenía que decírtelo’. ¡Ay, los nervios! Que le jugaron a Quique y a su memoria más de una mala pasada con el discurrir del verso. Nada que no pudiera solucionarse con esta canción, resultado de todo un trabajo completo, y una clase de fade out -desvanecer progresivamente- para el cierre de un tema en directo. En forma de pizzicato, hacía entonces su aparición una ‘Salitre’ con figuras idénticas pero siempre renovadoras para despedirse, de nuevo, ahora a ritmo de ranchera con ‘Dallas-Memphis’.

Para el público seguía siendo insuficiente, y ahí estaban de nuevo Quique y su poderosa banda para interpretar ‘Su día libre’ y ‘Vidas cruzadas’. “Estamos de vuelta”, avisaba después de hacer un raro alto en su protagonismo para dejar llevar la voz de la canción a su auditorio. “¡Quique, Quique, Quique!”, aclamaba la sala blanca del LAVA, al completo, que sintió emocionante la despedida de manos de ‘Y los conserjes de noche’. Entregado a su música y perpetrando el camino a seguir por medio de su breve como necesaria harmónica, se despedía este (no) pequeño rock and roll.

Fotografía: Jesús Díez

Fotografía: Jesús Díez

Con Quique, todo es insuficiente

Javier Luna Roldán

Estudiante de Periodismo en la Universidad de Valladolid. Amante de la música. De vez en cuando, me dejan caer por aquí.

Blog - Más publicaciones


Volver a la Portada de Logo Paperblog