Revista África
El mar llegó a Smara. Y un día, Smara llegará al mar.
Todo comenzó con una vieja caracola, un puñado de soñadores y un camión lleno de libros. Y ahora que el Bubisher camina hacia Rabuni, con el eco de las voces de todos los niños de Smara llenando su silencio, guardando en su memoria olas, piratas, barcos y peces, llevándose consigo las horas vividas entre sus alas, ahora, nueve meses después, emociona mirar hacia atrás y contemplar la suma de todos los esfuerzos, la sincronizada carrera de relevos de los voluntarios, el sello indiscutible de Memona Daryalha y Larosi estampado en nuestras retinas llenas de niños y de noches inolvidables, la silenciosa labor de quienes, sin haber estado, han enlazado sus manos con las del pueblo saharaui, alimentando al pequeño pájaro de la buena suerte. Emociona pensar que, a pesar de los pesares, la utopía es un camino que se hace día a día, que la palabra imposible es solo una piedra que hay que separar aunando esfuerzos, que para volar solo hay que mover las alas. Emociona, en fin, saber que habéis estado ahí tantas personas moviendo montañas con los cuentos, cavando con vuestra imaginación un hoyo profundo por el que el mar entró en la dura, árida e inhóspita Hammada y regresó a la memoria de quienes, sin poder verlo, saben que forma parte de la identidad de su pueblo.
Hoy regresan Malluz y Ara, las dos últimas y fenomenales voluntarias de este curso. A ellas les ha correspondido el honor y el esfuerzo de cerrar el Bubisher con una fiesta que merece, cómo no, un artículo propio. Pero hoy y ahora, vuestra es la palabra, para sugerir, opinar, recordar, sentir…para seguir.
Y es que hoy y ahora, se abren paso los recuerdos y el futuro mira hacia el cielo.