Dada la analogía que aflora en mí como un común denominador en cada una de mis aventuras en las montañas, versus la invitación que nos hace la vida a caminar cada día, con el propósito del goce de vivir disfrutando cada instante intensamente del poder que nos otorga cada respiro, quiero compartirles, algunas de mis más preciadas experiencias que siguen siendo vigorizadas en cada travesía, mismas que disfruto y aprovecho enormemente, por lo que no dudo pueden ustedes sacarle provecho también.
Pues bien, cada vez que logro un encuentro más en las montañas, conquistado una meta más, encuentro factores comunes en esos trayectos, independiente del tipo de terreno donde pongas cada pie o escales, de los diferentes ecosistemas que transites, de las condiciones cambiantes del tiempo que se viven, del kilometraje o la altimetría recorrida, las vicisitudes encontradas, los raspones, piquetes, el cansancio, y cuanta sorpresa encuentres _cada quien tiene sus propias experiencias según sean sus condiciones_, hay momentos en que es necesario sacar fuerzas extra, perseverar para llegar a mi “cima”, para luego descender y/o llegar al punto que marca el final de la caminata del día. Es una constante aventura, donde la sorpresa, el descubrimiento de nuevos caminos y el acompañamiento siempre están presentes, como lo es la vida misma.
De ahí que en estos recorridos por las montañas, podemos encontrar una alegoría a la vida, donde alcanzar el éxito, implica esfuerzo, entrenamiento constante, a sabiendas de que no hay entorno libre de riesgos donde podamos experimentar los altibajos, algunas veces estás más arriba y otras más abajo; más el punto de equilibrio está en mantenerse sobre el norte, una vez allí, la conexión que proporciona el contacto hacia el objetivo, los descubrimientos encontrados, la paz que se puede experimentar en la esencia de la belleza, el disfrute del camino, no tiene precio.
Y es este entorno precisamente, el que cada vez más me lleva a la confirmación de una de las motivaciones en la vida, del buen vivir, a saber, hay que ir por lo que se desea profundamente, por lo que se quiere, lo que implica normalmente asumir riesgos, más sólo así sabrás de lo que eres capaz, de lo que te podrías haber perdido. Desde el momento mismo en que decides ir por aquello que visualizaste como punto a donde quieres llegar, se van experimentando una serie de sensaciones, unas más intensas que otras, y conforme vas avanzando se van intensificando algunas, aparecen otras ó sencillamente se mezclan y/o se transforman, constituyendo nuevas experiencias que pueden desencadenar otros deseos y/o sueños que incitan a gestionar su realización, y así vamos creciendo en esas vivencias.
Reconozco que, en ese proceso que nace con un nuevo reto de “montaña”, pueden manifestarse diversas fuentes e intereses que te mueven hacia ese encuentro, habrá alguna fuerza y propósito que serán los que predominen en esa nueva conquista en “las alturas”. De ahí que, una vez realizada esta identificación
“fuerza-propósito”, no la pierdas de vista, que serán tu enfoque en la ruta para el logro exitoso de esa cima.
Insisto, no podemos obviar que, el camino depara situaciones donde probablemente podemos experimentar cansancio, agotamiento, a veces una especie de angustia, sientes que tu mente y cuerpo ya no te dan más, que “todo te duele” ó quizás, sólo algunas partes, en fin, te puedes sentir vulnerable, estadios donde podemos caer en disyuntivas como: ¿qué hago?, ¿me devuelvo?, ¿me quedo aquí?, ¿para dónde me voy? , ¿y qué entonces?…, y en el mejor de los casos: ¿cómo hago para seguir adelante y llegar a la meta?. Aquí quiero enfatizar, que en esos instantes, hay que echar mano de todas las herramientas que posees y/o que están a tu alrededor, para encontrar la motivación necesaria que de alguna manera te permita continuar, avanzar, lo que entraña invadir nuestros pensamientos de una dosis fuerte de positivismo con la certeza de que en algún momento llegarás, sin perder el enfoque inicial que te movió, esa “fuerza-propósito”, y en ese preciso momento, verás que obtienes fuerzas de donde no sabías que existían _ todos las tenemos_ solo hay que declararla desde nuestro interior y continuar…
Y en este juego de experiencias bien administradas, al final de la jornada, cuando llegas a la “cumbre”, les garantizo que sentirán una gran satisfacción llena de gratificación, donde el tiempo en que lo lograste, no es lo importante, pues el tiempo reloj nos puede dar una imagen distorsionada del significado del trayecto, por el contrario, me atrevo a decir que el hecho de no mirar el reloj, de dejar de lado cuestionamientos como: ¿y cuánto falta? _visto como una combinación de lo que marcan las manecillas de un reloj, más kilometraje y terrenos_, tiene sus grandes beneficios, así, no precisa andar rápido, sino a un buen paso, uno que puede proporcionar el gusto de saborear contemplaciones fascinantes, descubrir esos detalles que hacen diferencia y en definitiva, un mayor deleite.
Por otra parte, si se decides ver hacia atrás el camino recorrido, hazlo con una sabia vista en retrospectiva, pues ella te permite reconocer el avance logrado desde el punto donde te encuentras, otorgando el valor del esfuerzo realizado, admirar más las maravillas que alcanzaste percibir y darte cuenta que realmente todo tiene un propósito, saboreando los innumerables aportes entregados en cada uno de estos entrenamientos en las montañas _como es la vida: un constante ejercitarse_, que tiene y que tendrá indiscutiblemente, un efecto pivote multiplicador en nuestra vida, a la luz de estos aprendizajes.
Creo firmemente que, una actitud positiva, sin perder el enfoque, es fundamental en todo camino, ese que cada quien decide cómo desea construirlo, ese que cada quien es responsable de diseñar, ese que tiene el poder de transformar, ese que cada día te permite crecer en ese proceso de ser, sí, de ser mejores seres humanos, ese que dispone a vivir en su disfrute, con sabor a montaña, como parte de la escogencia de vivir una vida con propósito.