El 11 de junio de 1936, Robert E. Howard, escritor tejano de 30 años, se encontraba sentado en su coche, un Chevrolet de 1935.
Para ponernos en situación, digamos que Robert era el creador del personaje de Conan el Bárbaro, que nació de sus relatos para más tarde dar el salto a la fama mundial primero como cómic y luego como personaje de película encarnado por el amigo Arnold “Chuache” Schwarzennegger. Y al crearlo, hizo lo propio con el género de “Espada y brujería”, al que pertenecen muchas de las obras que desde los años 30 copan las listas de éxitos y los sueños de cientos de miles, quizás millones de personas en el mundo. Podríamos pensar, a la luz de estos datos, que Robert era un hombre rico y famoso, y que su vida era, teniendo 30 años, una carretera al triunfo y al reconocimiento de la sociedad…. si, podríamos.
Hasta aquel entonces, Robert nunca había salido de Tejas, y sin embargo, desde su primer relato publicado, “Spear and Fang”, en 1925, su mente habia viajado (y hecho viajar a sus lectores) a cientos de lugares lejanos. Desde la imaginaria Cimmeria de Conan hasta la Inglaterra de Solomon Kane, pasando por esa misma Inglaterra con el nombre de Britania para relatar las aventuras de un jefe picto, Bran Mak Morn, en su lucha contra las legiones romanas. La mayoría de aquellos viajes se realizaban a través de la revista “Weird Tales“, una publicación del tipo “Pulp” (si, en efecto, de ahi viene lo de “Pulp Fiction”), dedicada a la fantasía, la ciencia ficción y el terror, y donde a su vez participaba un tipo llamado Howard y apellidado Lovecraft, creador también de algun que otro viaje escrito, aunque de factura unos cuantos cientos de tonos más oscuros.
Deciamos que era posible, entonces, que Robert fuera un triunfador con una carrera prometedora, sentado al volante de su coche en una mañana soleada en el Estado de la estrella solitaria. Y sin embargo, no era asi. Howard estaba agobiado por las deudas, y dependiente de unos cheques de cantidades ínfimas que los editores de la revista le enviaban. “Weird Tales” no atravesaba la mejor de sus épocas. La competencia de la radio, del cine y de las novelas baratas había hecho mella en su audiencia, y en aquella mañana de junio, le debía a Robert E. Howard la nada despreciable cifra para aquella época de 800 dólares. Y necesitaba aquel dinero. Y no sólo para poder ir viviendo día a día, sino para afrontar la larga y costosa enfermedad de su madre, aquejada de una tuberculosis que con absoluta seguridad terminaría por matarla. Contra aquellos golpes de realidad, poco podían hacer Conan, Solomon, Red Sonja (otro personaje de Howard) o cualquier otro que se hubiera podido inventar. Maldito parné, que diriamos por aqui.
Asi que Robert E. Howard no estaba en aquel Chevy del 35 disfrutando de una mañana de junio. Y tampoco estaba sólo. Con él se encontraba un Colt calibre 38, prestado, porque su padre le habia quitado el suyo por temor preciamente a lo que sucedió a continuación. Se llevo el revolver a la cabeza y voló sus sueños, su carrera, la revista y sus 800 dólares, la enfermedad de su madre, su insomnio y los temores de un sólo disparo. Nunca vería el verdadero éxito de sus personajes ni tendría homenajes de admiradores frikis del salvaje Conan. Como tantas otras veces, sus creaciones tuvieron mucha más suerte que el creador.
La foto que ilustra el post es una imagen de la portada del número de la revista “Weird Tales” del mismo mes de la muerte de Robert E. Howard, junio de 1936. debajo de estas lineas, el cuento de Howard que incluia ese número, Black Cauldron. La información, obtenida principalmente de Wikipedia y Cyberdark.
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