Revista Cultura y Ocio
Concedo que lo contradictorio no puede existir, pero no lo identifico con la nada, es decir, con la ausencia de lo sujeto al movimiento, sino con una nada, a saber, aquello que nunca puede llegar a ser por conllevar un absurdo irrealizable en su propia noción. La nada, en cambio, puede ser, y su ser es simplemente el no ser todo y el no ser siempre de lo sujeto al movimiento. Ahora bien, dado que lo sujeto al movimiento no es necesario, su opuesto no puede ser imposible, por lo que el ser de la nada es posible, no imposible.
Además, el concepto de nada absoluta entraña una contradicción, ya que lo absoluto es lo que existe o puede existir de forma completamente desvinculada de todo lo demás. Sin embargo, la existencia de la nada es una existencia negativa, esto es, una existencia vinculada a lo positivo potencial o, dicho en otros términos, un impedir que lo contingente sea necesario. No es, pues, absoluta en ningún caso, dado que la nada se vincula a Dios, que la mezcla con el ser para poder crear sin crearse. De manera que Dios no puede ser reemplazado por la nada en ningún caso, al ser el ser necesario que existe por sí mismo, ni puede prescindir de ella al crear, al resultar imposible que se cree a sí mismo. Así, la nada, al estar indisolublemente unida a lo necesario y a lo posible, no es absoluta, sino la causa deficiente de todo lo causado y el presupuesto de toda causa eficiente.
Cuando se afirma que Dios crea el mundo de la nada, sin materia preexistente, se implica asimismo que Dios fija su mirada en la nada en lugar de fijarla en su plenitud. Por ello, en vez de engendrarse eternamente como sucede con la procesión trinitaria, Dios produce lo que participa de él, a saber, aquello que es no-todo y no-siempre. Esta negación no deriva de Dios, en quien no hay nada privativo y cuyo obrar jamás supone un disminuirse ni un aumentarse, sino un difundirse; tampoco deriva de la criatura, que no es antes de ser creada. El ser vista de la nada por Dios es el obrar de la nada, y su obrar es un limitar causado por una visión de Dios distinta de la visión de sí mismo. Si Dios no pudiera verse parcialmente, no crearía; y tal ver parcial, que es un ver la parte y un no ver el todo, es un ver la nada. Mas, como no es posible que haya en Dios un ver limitado, decimos que hay en la nada un ser visto limitante, y damos a la nada la facultad de obrar como reverso del obrar de Dios. Por tanto, crear de la nada conlleva el participar privativamente de lo creado en la nada.
En suma, la nada obra, y su obrar es un obrar sometido a Dios. No es, entonces, ni un obrar absoluto ni un absoluto no obrar. Es el no inmutarse de lo infinito, que no puede ser reemplazado o desplazado por lo finito, y el mutar de lo finito, que no puede reemplazar o desplazar lo infinito. La no inmutación es una acción negativa mediante la que las partes del todo son impedidas de ser lo que no pueden ser al enfrentarse a la plenitud del todo. Son, por así decirlo, cubiertas por la sombra de Dios, que no se diluye en su creación ni se limita a sí mismo, siendo el limitar inherente a lo limitado, como la sombra lo es a la luz que no es plena.