Retrato de Picasso por Juan Gris (1912) en estilo cubista.
Dicen que si permaneces estático y confundido con el paisaje que dibuja el descanso del caminante, solo debes hacerlo por descansar piernas y secar sudores. Dicen que si te quedas mucho tiempo inmóvil terminas convirtiéndote en piedra que erosionarán los vientos y los tiempos hasta ser mota de polvo perdida entre montañas. Dicen que si desistes de moverte en medio de una tormenta de arena terminas siendo arena que se lleva el viento. Que si muere el movimiento de tus brazos, en plena marea, te transformas en espuma a la que mecen las corrientes que tu no manejas. Que si paras de caminar en una tormenta de nieve te vuelves gélido y siendo un copo de nieve que vaga, sin rumbo, hasta que muere convertido en agua. Que si tiras la toalla y no peleas ganará tu contrincante. Que si tu contrincante y tú no tienen cuentas que saldar o sitios donde llegar ni es él, ni eres tú o eres solo para tomar unos aperitivos pero no para luchar.
Dicen, las malas lenguas, que los que nacen emprendedores, a pesar de deseos ocultos de permanecer serenos, sedentarios y quietos, si les tocas la fibra, renacen por completo. Y ahora, yo digo, con la lengua afilada de intenciones buenas, que emprendedores son todos los que se dan cuenta que la vida no para aunque te lo parezca y que si paras tú, te lleva de vuelta al mismo sitio de donde saliste antes.
Es el momento de observar que las mareas calmas en las que creía se habían vuelto los mercados, no son ciertas. Que una vez has salido de los límites de la playa, tú estás en alta mar y que allí las corrientes que te mueven, nunca son las mismas que dejaste atrás. El momento de descubrir que mi interlocutor, ya no calla, que no le puedo vender baratijas envueltas en baños de plata con papel de regalo de múltiples colores. Es el momento de observar que elige según le place y que espera, algo más, para comprarte a ti en vez de a tu competidor. Momento de reconocer que mi cliente sabe contar, sumar, restar, multiplicar y dividir y sobretodo que sabe recordar y sacar conclusiones por si mismo.
Mi cliente ya no espera, conoce que mi Valor Funcional tiene que ser perfecto y que no es en este tema donde encontraré una oportunidad de diálogo que me aporte beneficios concluyentes. Mi cliente ahora espera ver aparecer mi Valor Emocional y quiere que mis promesas sean ciertas, exige que des la vuelta, que pares de gritar y escuches para darte, enseguida, un espacio donde te puedas explicar.
Todos los puntos de encuentro con empleados y clientes han de transformarse en espacios donde se pueda generar una cultura de marca tan espléndida que ya no halla dudas de donde está la diferencia. Esas son las corrientes que mueven, por ahora, mi nave entera. Puedo olvidarlo, dejarlo pasar, cerrar los ojos deseando que al abrirlos de nuevo vuelva a estar en la orilla pero, lo cierto, es que hace tiempo que navego por aguas profundas, donde los peces no son pequeño y pocos. Donde de tantos que me rodean me siento solo y necesito amigos más que empleados y clientes.
¡Me hablan de esto, cuando hablan de Branding!