
La transformación de la energía no sólo es útil para satisfacer nuestras necesidades como consumidores finales. Sin estos procesos intermedios, el transporte y la distribución de la energía al usuario sería complicada y costosa. El uranio, el petróleo o el carbón no llegan a los centros finales de consumo en su estado natural, sino que se transforman previamente en barras de combustible, gasolina o electricidad.
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