Esto no es una crónica al uso, pero es una experiencia
curiosa, la cual además en estos días de crisis y recortes de bolsillo puede
serles de utilidad en caso de que se la apliquen para otras ocasiones. Lo que
sucedió es que cuando salieron las entradas a la venta para ver a Bruce
Springsteen en Madrid el 17 de junio del presente año, a las pocas horas se
agotaron aquellas de la zona de pie de pista. La primera vez que fui a ver a
Bruce, en el 2003 en La Peineta,
aunque cogí una de grada, que prácticamente estaba situada en la zona de la
curva superior de la grada, conseguí meterme a la 6ª canción del set list en el
terreno de juego y verlo medianamente cerca (mitad de pista).
Sin embargo, en el 2008 y en el mismo sitio donde tocó este
pasado domingo, también solamente pude aspirar a comprar una de grada (porque
también se agotó el pie de pista), pero ahí ya sí que fue imposible avanzar
zonas camino abajo, para situarse en una mejor posición, únicamente consiguiendo
situarnos algo más cerca del escenario, pero a una distancia gigantesca (vean
la foto que les dejo a continuación sin zoom y la de arriba del párrafo con
zoom para que se hagan una idea). Con estas fotos, en parte compenso aquel post de la crónica de ese concierto de los comienzos del blog, en los que aún no introducía imágenes. En la foto de arriba, les explico, en el centro de la imagen están frente al micro Bruce y Van Zadt, en la esquina inferior derecha la mujer del Boss Patty Scialfa, y también pueden ver a Weinberg a la batería y a Lofgren y Tallent.
Entonces, viendo que no iba a poder ver al Boss cerca del escenario
y aunque en esta ocasión, todo el que hubiera querido hubiera podido comprar
entradas de graderío hasta el último momento en las taquillas del estadio
situado en la Castellana
donde se celebró el concierto, decidí hacer una cosa parecida a lo que hice con
Morrissey en aquel Saturday Night Fiber del 2008, curiosamente en unos días
cercanos a la última vez en la que vi a Springsteen. Aquella vez estimamos que
ante la volatilidad mental del ex-líder de The Smiths, siendo muy posible que a
última hora no viniera al evento y que luego a la hora de reclamar los 69 euros
que costaba aquello, nos dijera la organización que porque un único artista no
viniera no era motivo para que se reintegrara el importe, ir a los alrededores
del recinto a escuchar el concierto, tras previamente comprobar que en las
taquillas no se había aminorado el importe del evento, aunque ya hubiera
transcurrido parte del mismo.
En la parte trasera del auditorio del parque Juan Carlos I
nos situamos y escuchamos a la perfección el concierto. Con esto y viendo que
el pie de pista de Springsteen se había agotado, estimé pasarme el domingo por
la noche por las inmediaciones del estadio a escuchar el repertorio del Boss.
Primero decidimos tomárnoslo a la ligera e intentamos comprobar si en esos
poyetes aledaños a la
Castellana, en ese mini parque en el que está escondida una
de las bocas de metro se podría escuchar los ecos del concierto; malamente,
error, ya que el tráfico rodado hacía imposible distinguir la cosa como se
merecía.
Tan pronto comenzamos a escuchar rugir el estadio,
suponiendo la salida de cada uno de los componentes de la E-Street Band, nos dirigimos
hacia el fondo norte y las 2 primeras canciones, el trallazo de “Badlands” y
“No surrender” las vimos desde unas puertas que estaban abiertas y desde las
que se veían las pantallas e incluso parte del escenario. Aguantamos hasta la
4ª canción y nos dispusimos a irnos al fondo contrario a un burguer a pillarnos
la cena, la cual nos la tomamos ya en el lateral del estadio que da al paseo de
la Castellana,
sentados apoyando la espalda en una de las puertas de acceso cerradas, desde
donde la acústica era excelente y daba la impresión de que estabas escuchando
un disco en directo de Bruce Springsteen a todo trapo en la minicadena de tu habitación.
Ahí se fueron sucediendo sobre todo canciones de su último trabajo “Wrecking Ball” y alguna sorpresita de los 90 como fue ese “Murder incorporated”,
entonado hacia la mitad de la actuación.
Bendito fue el momento en el que me levanté de mi posición
sentada e intenté ver si a través de los cuadraditos que rompían la opacidad de
la puerta de hierro se veía algo. Y para sorpresa mía, a través de unos
agujeros se veía perfectamente la parte frontal del escenario desde su perfil
izquierdo; no obstante, esos agujeros estaban situados a una altura que
solamente puede alcanzar un tío con 2 metros de estatura como soy yo, o alguien que
dispusiera de un cajón o taburete para alzarse unos necesarios centímetros.
Y ya de ahí no me bajé. Sacrifiqué la comodidad de estar
sentado por estar de pie y ver relativamente muy bien la actuación, teniendo en
cuenta que en el vomitorio a través del cual veía la actuación, de poco en poco
aparecían una gruppies borrachas que taponaban lo que se veía y algún que otro
empleado de seguridad y limpieza para la ocasión. Por 0 euros, sería de capullo
redomado el quejarse lo más mínimamente de esos hechos. Abajo una foto en la que más allá de las gruppies se ve al escenario; la calidad de mi cámara de fotos del móvil es malísima y no tiene zoom, pero les aseguro que se veía mejor o al menos igual que en las fotos del concierto de hace 4 años que vi dentro del recinto.
Y ahí pude disfrutar de más o menos la mitad de la
actuación, ya que creo que en “Working on the highway” de su “Born In The U.S.A.” ya me había percatado de esa suerte. Normalmente veía en fila a todos
los músicos de la E-Street Band,
donde se veía perfectamente a Steven Van Zadt con su pañuelo en la cabeza y su
cada vez más oronda figura y, como no, a Springsteen, el cual hizo mucha gala
de la pose de tocar con la guitarra en alto. No obstante, la visión no era
completa y algunas cosas las intuía, como por ejemplo ese momento en el que me
pareció escuchar la voz de un niño en mitad de la correcta “Waiting on a sunny
day” de “The Rising”. Pero, con todo, he de decir que 4 años atrás y pagando 70 euros por la causa, no se crean que vi la cosa mucho mejor desde la altura del
3er. anfiteatro y situado más o menos sobre la misma vertical en la que estaba
en esta ocasión.
Llegó ese momento tan comentado en los medios de
comunicación de dedicar el tema a ese malogrado seguidor, Nacho, que sin duda
fue un pasaje muy emocionante, con luces muy tenues y con una interpretación de
“The river” que dejó en silencio sepulcral al recinto, hasta que llegó el turno
de romper en una fuerte ovación al término de la misma. Lo mejor fue que
después, justo cuando todavía estaría más de uno y una secándose las lágrimas
de emoción de “The river”, llegó el trallazo y la épica de “Because the night”,
que hizo las delicias de muchos de los que estábamos en las inmediaciones en
plan oyentes de facultad de la actuación de Bruce.
De ahí en adelante, se afrontó la parte final y los bises,
que casi no fueron tales ya que no sé si la banda llegó a marcharse del todo
del escenario. “Thunder road” siguió echando leña al núcleo más emocionado del
set list que el jefe dispuso para esta noche mágica en la capital de España y
la propia “The rising” también se ganó los galones de situarse en esa recta
final antes de los supuestos bises. En la foto de abajo, fíjense, al lado de la pierna derecha del empleado de limpieza situado a la izquierda del vomitorio, podrán apreciar en pequeño la silueta de Bruce frente al micrófono; reitero, es una foto sin zoom y la calidad es infinitamente inferior a como yo lo pude ver con mis propios ojos. Estimo tontería ponerles más fotos que las 2 que he puesto de esta ocasión (más la de encabezamiento del post) y las 2 anteriores del año 2008, ya que la calidad en ambos casos deja mucho que desear.
Y es que en los bises la cosa alcanzó un éxtasis de
desparrame y delirio sin límite. Entre otras cosas, ni más ni menos que se le
ocurrió a Bruce tocar seguidas las 2 canciones míticas de su discografía que
incluyen un “Born” en el título. Primero fue la épica y mítica “Born to run” la
que puso al estadio patas arriba, creo que ya con las luces encendidas, que
parecía que intentaban decirle al jefe que se fuera largando, que su tiempo ya
había pasado y luego se atrevió con el “Born in the U.S.A.”, que tampoco es un
tema muy común en los repertorio de Springsteen, o al menos durante mucho
tiempo estuvo en el olvido de sus actuaciones. Lo de las luces no le afectó al
jefe, que para algo es en efecto el jefe y siguió con un par de cojones durante
al menos 25 minutos más, para casi alcanzar las 4 horas de actuación. Cuando le
vi la 1ª vez en La Peineta
tocó 3 horas y 15 minutos; hace 4 años en el mismo lugar que el domingo pasado
tocó 3 horas exactas; para esta ocasión no hubiera apostado por una duración
superior, pero Bruce quería demostrar que a pesar de sus 62 años, tiene fuerza
para muchísimo. Realmente el precio que cobra, teniendo en cuenta el tiempo que
está sobre el escenario, es razonable, ya que si un grupo normal que esté de
moda te cobra 45 euros por hora y media, que Bruce te cobre 70 por 4 horas
prácticamente está tirado.
Había hueco en esos últimos compases para deleitarnos con
“Hungry heart”, y ante la ya perenne presencia de los focos del estadio
iluminados a tope, nos hacía pensar que esto se acababa ya. Pero no. Faltaba
ese momento pop y de baile que es “Dancing in the dark”, en el que me pareció
que una mujer rubia subió a bailar al estilo que Courteney Cox hacía en el
videoclip de la canción; yo, por mi parte, me atreví a simular al Boss en la
puerta del estadio, ya abierta, pero sin posibilidad de que nos dejaran pasar
aunque fuera a ver un par de canciones, bailando a su estilo y semejanza.
Ya con “Dancing in the dark” sí que apostaba por el final y
de hecho comenzamos a desfilar, puesto que era la una y pico de la madrugada y
aunque yo descansaba al día siguiente, quien me acompañaba tenía que ponerse en
pie al día siguiente a las 7. Sin embargo, la cosa no terminaba. “Tenth avenue
freeze-out” del “Born To Run” se mostraba jaranera mientras que íbamos
subiendo la cuesta de la calle de Concha Espina y luego, ya casi a la altura
del colegio alemán de la misma calle, podíamos escuchar los ecos de lo que
parecía una versión de los Beatles (en efecto era el “Twist and shout”). Y ahí
parece que terminó la cosa. 4 horas de concierto, menos 10 minutos; con un par
bien puestos. ¡Viva Springsteen y viva la E-Street Band! A mi peculiar
manera que les he comentado, puedo decir que con todo he quedado muy satisfecho
del 3er. concierto de Bruce Springsteen al que he acudido en mi vida y esta vez
sin gastarme un duro, que la cosa está chunga. Lo que pasa es que me fui con
una sensación rara: por un lado contento de habérmelo pasado en grande y haber
visto razonablemente bien el show y por otro lado algo contrariado de haber
pagado hace 4 años casi 80 euros para ver más o menos el concierto en las
mismas condiciones que lo vi el otro día. ¿Qué más da? Eso sí: espero que la
próxima vez que Bruce vuelva a Madrid (que alguna que otra le queda seguro)
consiga al fin el pie de pista y le pueda ver a una distancia razonable en la
que pueda detenerme a ver cuántas arrugas o marcas de la edad tiene el jefe de la E-Street Band en su rostro.
Eso sí, me parece que esa actuación de The Killers en septiembre
en el D-Code Festival tiene todas las trazas de otra sesión de oyente en las
inmediaciones del recinto en la universidad Complutense, ya que servidor de
ustedes no paga 80 euros (yo y mis “adorados” festivales…).