


En la parte trasera del auditorio del parque Juan Carlos I nos situamos y escuchamos a la perfección el concierto. Con esto y viendo que el pie de pista de Springsteen se había agotado, estimé pasarme el domingo por la noche por las inmediaciones del estadio a escuchar el repertorio del Boss. Primero decidimos tomárnoslo a la ligera e intentamos comprobar si en esos poyetes aledaños a la Castellana, en ese mini parque en el que está escondida una de las bocas de metro se podría escuchar los ecos del concierto; malamente, error, ya que el tráfico rodado hacía imposible distinguir la cosa como se merecía.
Tan pronto comenzamos a escuchar rugir el estadio, suponiendo la salida de cada uno de los componentes de la E-Street Band, nos dirigimos hacia el fondo norte y las 2 primeras canciones, el trallazo de “Badlands” y “No surrender” las vimos desde unas puertas que estaban abiertas y desde las que se veían las pantallas e incluso parte del escenario. Aguantamos hasta la 4ª canción y nos dispusimos a irnos al fondo contrario a un burguer a pillarnos la cena, la cual nos la tomamos ya en el lateral del estadio que da al paseo de la Castellana, sentados apoyando la espalda en una de las puertas de acceso cerradas, desde donde la acústica era excelente y daba la impresión de que estabas escuchando un disco en directo de Bruce Springsteen a todo trapo en la minicadena de tu habitación. Ahí se fueron sucediendo sobre todo canciones de su último trabajo “Wrecking Ball” y alguna sorpresita de los 90 como fue ese “Murder incorporated”, entonado hacia la mitad de la actuación.
Bendito fue el momento en el que me levanté de mi posición sentada e intenté ver si a través de los cuadraditos que rompían la opacidad de la puerta de hierro se veía algo. Y para sorpresa mía, a través de unos agujeros se veía perfectamente la parte frontal del escenario desde su perfil izquierdo; no obstante, esos agujeros estaban situados a una altura que solamente puede alcanzar un tío con 2 metros de estatura como soy yo, o alguien que dispusiera de un cajón o taburete para alzarse unos necesarios centímetros.
Y ya de ahí no me bajé. Sacrifiqué la comodidad de estar sentado por estar de pie y ver relativamente muy bien la actuación, teniendo en cuenta que en el vomitorio a través del cual veía la actuación, de poco en poco aparecían una gruppies borrachas que taponaban lo que se veía y algún que otro empleado de seguridad y limpieza para la ocasión. Por 0 euros, sería de capullo redomado el quejarse lo más mínimamente de esos hechos. Abajo una foto en la que más allá de las gruppies se ve al escenario; la calidad de mi cámara de fotos del móvil es malísima y no tiene zoom, pero les aseguro que se veía mejor o al menos igual que en las fotos del concierto de hace 4 años que vi dentro del recinto.

Llegó ese momento tan comentado en los medios de comunicación de dedicar el tema a ese malogrado seguidor, Nacho, que sin duda fue un pasaje muy emocionante, con luces muy tenues y con una interpretación de “The river” que dejó en silencio sepulcral al recinto, hasta que llegó el turno de romper en una fuerte ovación al término de la misma. Lo mejor fue que después, justo cuando todavía estaría más de uno y una secándose las lágrimas de emoción de “The river”, llegó el trallazo y la épica de “Because the night”, que hizo las delicias de muchos de los que estábamos en las inmediaciones en plan oyentes de facultad de la actuación de Bruce.
De ahí en adelante, se afrontó la parte final y los bises, que casi no fueron tales ya que no sé si la banda llegó a marcharse del todo del escenario. “Thunder road” siguió echando leña al núcleo más emocionado del set list que el jefe dispuso para esta noche mágica en la capital de España y la propia “The rising” también se ganó los galones de situarse en esa recta final antes de los supuestos bises. En la foto de abajo, fíjense, al lado de la pierna derecha del empleado de limpieza situado a la izquierda del vomitorio, podrán apreciar en pequeño la silueta de Bruce frente al micrófono; reitero, es una foto sin zoom y la calidad es infinitamente inferior a como yo lo pude ver con mis propios ojos. Estimo tontería ponerles más fotos que las 2 que he puesto de esta ocasión (más la de encabezamiento del post) y las 2 anteriores del año 2008, ya que la calidad en ambos casos deja mucho que desear.

Había hueco en esos últimos compases para deleitarnos con “Hungry heart”, y ante la ya perenne presencia de los focos del estadio iluminados a tope, nos hacía pensar que esto se acababa ya. Pero no. Faltaba ese momento pop y de baile que es “Dancing in the dark”, en el que me pareció que una mujer rubia subió a bailar al estilo que Courteney Cox hacía en el videoclip de la canción; yo, por mi parte, me atreví a simular al Boss en la puerta del estadio, ya abierta, pero sin posibilidad de que nos dejaran pasar aunque fuera a ver un par de canciones, bailando a su estilo y semejanza.
Ya con “Dancing in the dark” sí que apostaba por el final y de hecho comenzamos a desfilar, puesto que era la una y pico de la madrugada y aunque yo descansaba al día siguiente, quien me acompañaba tenía que ponerse en pie al día siguiente a las 7. Sin embargo, la cosa no terminaba. “Tenth avenue freeze-out” del “Born To Run” se mostraba jaranera mientras que íbamos subiendo la cuesta de la calle de Concha Espina y luego, ya casi a la altura del colegio alemán de la misma calle, podíamos escuchar los ecos de lo que parecía una versión de los Beatles (en efecto era el “Twist and shout”). Y ahí parece que terminó la cosa. 4 horas de concierto, menos 10 minutos; con un par bien puestos. ¡Viva Springsteen y viva la E-Street Band! A mi peculiar manera que les he comentado, puedo decir que con todo he quedado muy satisfecho del 3er. concierto de Bruce Springsteen al que he acudido en mi vida y esta vez sin gastarme un duro, que la cosa está chunga. Lo que pasa es que me fui con una sensación rara: por un lado contento de habérmelo pasado en grande y haber visto razonablemente bien el show y por otro lado algo contrariado de haber pagado hace 4 años casi 80 euros para ver más o menos el concierto en las mismas condiciones que lo vi el otro día. ¿Qué más da? Eso sí: espero que la próxima vez que Bruce vuelva a Madrid (que alguna que otra le queda seguro) consiga al fin el pie de pista y le pueda ver a una distancia razonable en la que pueda detenerme a ver cuántas arrugas o marcas de la edad tiene el jefe de la E-Street Band en su rostro.
Eso sí, me parece que esa actuación de The Killers en septiembre en el D-Code Festival tiene todas las trazas de otra sesión de oyente en las inmediaciones del recinto en la universidad Complutense, ya que servidor de ustedes no paga 80 euros (yo y mis “adorados” festivales…).