Foto: Teresa Cerón
[Teresa Cerón López] @ecosdelvinilo
Coque Malla nunca se despide de Murcia. Esta ciudad nuestra, que desde que aterrizara como líder de Los Ronaldos en lo ochenta, es también la suya, tarda muy poquito en volver a verle porque a Malla, en mi huerta murciana, se le quiere bien.
Creo que podemos presumir de ser una de las regiones que más conciertos del madrileño acumula en su haber. Aquí, Coque canta por y para nosotros. No quiero decir que en el resto de la geografía española no lo haga, pero Murcia es especial, y cuando se sube al escenario, la vida se le escapa por la boca y por qué no decirlo: Sus ojos negros y pequeñitos, iluminan más que cualquier foco a un público que escucha y aplaude expectante cada uno de sus versos.
Hoy, 23 de noviembre, su cita con nosotros era especialmente emocionante. Se cerraba en el vetusto Romea, una mini gira por teatros (hace solo un par de días le tocó el turno a Pamplona) en la que Coque ha estado acompañado por un cuarteto de cuerda, y por su fiel escudero David Lads, al piano. ¡Ingenuo de aquel que pensara que ya había escuchado las canciones de su último trabajo, “Irrepetible“, en todos los formatos posibles! En absoluto. Malla ha dado una vuelta de llave a su repertorio más emblemático, siempre guiado por el instinto y buen hacer de su hermano Miguel, para ofrecernos lo mismo, pero sí me lo permiten ustedes, mucho más bonito y mágico.
A las nueve de la noche, un repleto teatro esperaba expectante que empezara el show. Era curioso comprobar desde el palco en el que me encontraba (pegada a los técnicos de sonido) que la edad del público oscilaba entre los cuarenta y cincuenta años. Se dieron cita varios músicos habituales de la escena musical murciana y lo más granado de nuestro periodismo regional.
Cinco minutos más tarde, con las luces apagadas, el cuarteto de cuerda desfila por el escenario para ocupar sus pequeñas banquetas. Ahí están, instrumentos en mano: Juan Luis Gallego con un primer violín, la bella Gala Pérez con el segundo, Sergio Sola al mando de la viola y Juan Pérez de Albéniz al chelo. Ocuparán un lateral del escenario, y harán gala a lo largo de toda la actuación, de la complicidad y el disfrute que supone cerrar una gira como esta con broche de oro. El maestro David Lads se sienta concentrado al piano, mientras el público aplaude emocionado, de pie, a un Coque Malla vestido de blanco impoluto que, guitarra en mano, empieza a tocar La Señal. Las cuerdas, el piano y la voz de Malla nos dan las buenas noches con un: ”Bienvenidos, con ustedes: El Cuarteto Irrepetible“. La canción es pura armonía, cobra movimiento gracias a las cuerdas, suponiendo un inicio ideal para dar paso a la oscuridad que se apoderará del escenario, mientras suena Santo, Santo. Malla, pide en varias ocasiones que le bajen el sonido de la guitarra, pero eso a nosotros, nos importa poco.
Le seguirá La Mujer Sin Llave, un tema que siempre me pareció pequeñito, ideal para ser ejecutado en un concierto de esta índole. El juego de luces dota al escenario de calidez y el madrileño parece querer susurrárnosla al oído, más que cantárnosla. Antes de dar paso a la inconmensurable El Último Hombre En La Tierra, vuelve a agarrar el micro para explicarnos que esta mini gira acaba hoy: “Es una noche especial”, dice Coque. “Las lágrimas aflorarán, pero podéis gritar. Podéis aullar. Rocanrol. Liberaos, vivimos de vuestra energía....” Las cuerdas subirán y bajarán a lo largo de la canción, se entrecruzarán con la letra más bonita que ha escrito Malla en los últimos años. Es un concierto en el que impera el minimalismo, por momentos parece detenerse el reloj....
Se apagan las luces nuevamente. El escenario se tiñe de oscuridad porque llega el turno de La Carta. Los focos se centran en un Coque teatral que, con pose tétrica, demuestra una vez más, que su dominio de la escena es innegable. No falta la emoción cuando termina de recitar los versos de La Carta. Supongo que en estos momentos, más de uno nos acordamos de su desaparecida madre y de cómo hizo suya la canción en “Mujeres”, uno de los discos más bellos de su discografía.
Malla mira a sus compañeros, comprobamos que se gira levemente hacia ellos sonriendo guitarra en mano, para volver a dirigirse al público. Nos tiene en el bolsillo. Él lo siente. Se palpa la emoción hasta en el rincón más diminuto del Romea. Ahora, nos recuerda con tono socarrón, que hace un año desde la última vez que pisó Murcia: ”Un año y una semana... Eso es mucho tratándose de Murcia”. Al borde del escenario, nos explica que se muere de ganas por regresar, pero que antes, se encerrarán para componer y ofrecernos nuevos temas...”Dios sabe en qué formato”, dice dominando completamente la escena.... “Hay ciudades hermosas, aparte de Murcia”, vuelve a explicarnos. “ A una de ellas, le dediqué una canción porque me aportó paz... Os hablo de Berlín. Es cuatro veces más grande que Madrid, con la mitad de población”. Apostilla, Coque. “Allí siempre es domingo”.
Foto: Teresa Cerón
David Lads con el piano a punto para perpetrar el tema, observa cómplice a Coque y al resto de sus compañeros, mientras Malla, que pareciera ir flotando ya en una nube, dedica Berlín a Eloísa Del Riego Gómez. El teatro enmudece durante toda la canción. Las palmas cesan para cederle el protagonismo a la luz.
El escenario es muy acogedor. Hay una mesa de madera detrás de Coque, desde la que se divisan, una copa de vino y un sombrero. Al acabar Berlín, Malla bebe un sorbo de la copa, y se coloca el complemento que mejor define su estética. Es la manera que tiene de presentarnos los versos de la canción que hace honor a uno de los complementos que mejor definen su estética: El Sombrero.
"Yo tengo un sombrero aquí”, escupe Coque, “y ahora yo te lo regalo”, canta quitándoselo de la cabeza y echándolo a volar entre el público.
Las luces bajan del techo mientras se sienta en una banqueta, alegando que es el único miembro del teatro que está de pie. Esta noche tiene una misión: “Cantarnos canciones dulces al oído”. Dicho y hecho. Coque rasca la guitarra para presentarnos la reivindicativa El Cambio Interior. Es una de esas canciones a las que no le encontraba sentido en formato banda de rock, y ahora, con cuarteto, sí. Francamente, el tema es embriagador y el público lo corea de principio a fin antes de romper en aplausos y gritarle un: ”Qué bonico eres, pijo”, que provocará carcajada general. Le suceden, Termonuclear y la excelsa Una Moneda.
El cuarteto se mira embriagado. Coque pide “un rugido” para su amigo Neil Hannon. Es el turno de My Beautiful Monster, canción a la que tuvo que cambiar gustosamente la letra por petición del gran Neil, colaboración de la que se siente muy orgulloso, nos confiesa. A continuación, abandona su guitarra y nos dedica, solo, ante el micrófono y recorriendo las tablas, One For My Baby de Sinatra. Para Malla, el gran maestro. Lo hace con arte, quizás sin ser muy consciente, que para muchos de nosotros, el maestro esta noche, es él.
Con el teatro prácticamente en pie, suenan los primeros compases de la archiconocida No Puedo Vivir Sin ti. Cuesta mucho escucharle. De hecho, hay partes de la canción en la que el artista enmudece, cediendo protagonismo a su tropa de admiradores.
El concierto va llegando a su fin. Se acerca la hora y media de duración y se despide de todos nosotros para volver a salir, pero esta vez, solo y por petición popular.
Coque no defrauda en las distancias cortas. Parapetado por su guitarra, toca Hasta El Final, y al acabar la canción, alguien entre el público le sugiere que grabe un disco de estudio tan solo acompañado por cuerdas. Es en ese preciso instante, cuando el madrileño mira hacia atrás, y vuelve a dar la bienvenida a sus músicos para regalarnos exquisitamente Quiero Volverte A Ver casi susurrada, con la emoción a flor de piel. Ahora sí que ha llegado el final. Coque Malla no se podía dejar en el baúl, la emblemática Me dejó Marchar. Que es una canción de Coque, eso está claro, pero desde “Irrepetible“ también de Iván Ferreiro y (por qué no decirlo) de todos los que anoche asistimos al fin de una gira única.
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