Esa sensación de búsqueda inocente que también retrata Magnética en el texto de la carta (animo a leerla) que se inserta con el cuadernillo que acompaña a las letras de sus canciones en su último disco Maida Vale, no nos es desconocido para aquellos que hemos tenido la suerte de ser víctimas de ese magnetismo imanente de los sorprendentes canales londinenses (uno lo hizo en el barrio de Wapping), que si no fuera por la tenue luz que los acompaña la mayoría de los días, nos haría pensar que nos encontramos en un refugio veneciano, libre de miradas ajenas. Esta enigmática sensación de atracción, es la que se sumerge en las letras de Magnética que buscan y buscan sin cesar esa musa con la que todos los artistas sueñan, y que cuando la tienen delante, no se dan cuenta que es a ella a quien están buscando (lo que simbolizan muy bien en su canción Pez de Plomo).
Pero miedos, ensoñaciones y anhelos aparte, ayer Magnética se despidieron de sus fans con el concierto de la Sala Charada, para ponerse a trabajar en el que será su nuevo álbum, del que también nos adelantaron algunas canciones, de las que podemos decir, que casi todas, siguen el mismo camino que las que componen Maida Vale. Más allá de esta apreciación, en lo primero que caímos nada más empezar el concierto, fue en el sonido contundente y abigarrado con el que atacan muchas de sus canciones, lo que les lleva a dejarlas sin apenas brillo. Compactas, sí, pero demasiado homogéneas unas con otras. Sirva como ejemplo de lo dicho, el inicio del concierto con temas como Autocontrol y Dodo (tema nuevo) en los que se advierte un gran portagonismo del batería con una forma de tocar que borda el estilo más clásico. Lo que nos hace destacar Boomerang, porque se inicia con unas buenas notas de la guitarra que juega con la voz del cantante hasta que la batería rompe ese dúo, convirtiéndola en una canción de medio tiempo generadora de imágenes y recuerdos, una cualidad que toda buena canción debe tener, y que en este caso, tiene continuidad en Panic Attack que nos arranca de las profundidades sonoras de Magnética para liberarnos de su aprisionamiento a través de las voces de Davile y Aksel. Un pop sólido de guitarras aguerridas y temática femenina que sigue en Mensajera, y que en Seale (canción nueva) rompe de alguna manera hacia arriba desde el principio, con un punteo de guitarra que late tras la voz del cantante, incitando a las guitarras a entablar un diálogo claro e intenso, que hacen que esta canción destaque sobre el resto.
Walkiria con sus referencias londinenses y No digas No, donde el sonido de la batería suaviza al resto de los intrumentos (lo que nos permite apreciar mejor su melodía) sirven a Magnética para llegar a Pez de Plomo (su single) que al contratio que casi todas las canciones que escuchamos ayer, tiene un pulso de tensión más comedido respecto al disco, lo que la mejora, y que nos remite al momento minimalista de la noche con Algo Pendiente, que se convierte en un falso reflejo, porque Es una Fiesta supone la vuelta a la maxi energía guitarrera del grupo en la que apenas somos capaces de sacarle algún matiz que no sea el de la fuerza. Menos mal, que en Enérgica, el pop de Magnética se hace menos presente en el sonido, pero más permanente en el recuerdo, a lo que sin duda contribuyen las mejores notas de sus guitarras, que también se unen a esa necesidad de permanencia. La Chica Magnética ejerce de cierre del concierto, y para nuestra suerte, lo hace con esa continuidad de sonidos evocadores de nuestros recuerdos, consiguiendo que se quede en ellos y en uno de esos canales que desangran mínimamente al Támesis, para permanecer en un lugar muy profundo de nuestra memoria.
El bis comienza con Terapia Tridimensional (un tema nuevo), que se inicia como casi todas las canciones del grupo, con una batería que irrumpe y a la que se unen las guitarras, pero en esta ocasión lo hacen de una forma más tenue, y que en Anagrama se convierte en guitarras que se desplazan hacia un sonido más típicamente indie, que funden con Doctor Profesor, una canción que contiene una melodía mucho más sugerente y que acaba comportándose como un arrebato instrumental con matices diferentes a lo escuchado el resto de la noche, y que deja sitio a la aclamada Insignificante, una pegadiza canción poop que encandila al público, y que sirve para cerrar el concierto.
Crónica de Ángel Silvelo Gabriel