A Javier Vargas lo llevo escuchando desde que publicó sus primeros discos: "All Around Blues" (1991) y "Madrid-Memphis" (1992), álbum éste último del cual ya hemos hablado a propósito del tema titulado " Del Sur"; sin embargo, por unas razones o por otras, nunca lo había visto en directo hasta el pasado martes, con motivo del Festival Internacional de Jazz de Madrid (JazzMadrid), un evento al que ya acudí el año pasado, concretamente al concierto de Madeleine Peyroux, y que, año a año, va adquiriendo consistencia y calidad, como puede comprobarse en el listado de actividades y en el programa impreso, que cada vez es más voluminoso y detallado.
Cuando me enteré de la sala en la que tocaría la Vargas Blues Band me quedé un poco extrañado: la Sala Guirau del Fernán Gómez Centro Cultural de la Villa, un teatro con los asientos probablemente más cómodos y lujosos de todo Madrid; inmediatamente pensé que era un lugar ideal para el jazz, la música clásica o la canción melódica pero tenía mis dudas al respecto de que fuera adecuado para una banda de blues-rock latino. En cualquier caso, allí estábamos, embutidos en aquellos super-butacones, los habituales en estos saraos: Marta, Begoña, mi hermano Carlos y yo mismo, rodeados de un público que parecía querer mimetizarse con esta exquisita y placentera sala, como si fueran a juego con los carísimos sillones, en los que más de uno ya se estaba empezando a quedar dormido antes de empezar el concierto. Por un momento pensé que muchos se habían equivocado de sala y que iba a ocurrir una catástrofe cuando los decibelios de la Vargas Blues Band hicieran acto de presencia. Por supuesto, en este tipo de conciertos no hay cerveza ni bocadillos; se empieza puntual y se acaba a la hora prefijada; no se permiten fotos ni vídeos; se aplaude, pero no se suele gritar ni silbar; y te acompañan a tu asiento, como en la Ópera o como se hacía antiguamente en los cines de estreno.
Cuando empezaron a tocar me quedé más tranquilo; comenzaron de manera muy suave, como queriéndose, también ellos, adaptar al local y al público, con temas de corte latino (algunos de su último álbum, "Cambalache & Bronca") y varias baladas de guitarra. Y tampoco sonaban a gran volumen (es evidente que esto lo habían pactado con la organización, algo que me confirmaron luego) por miedo a que la acústica de la sala se volviera contra ellos; sin embargo, la solución hizo que las guitarras sonaran con algunos ruidos de fondo cuando el volumen era bajo y los tonos graves. De hecho, al menos desde mi punto de vista, y aunque resulte paradójico, sonaron mejor los temas potentes y cañeros -como las versiones que hicieron de "Sunshine of Your Love" o de "Chill Out (Sácalo)"- que los más tranquilitos. Aunque en el programa del Festival figuraban cuatro músicos, lo cierto es que el teclista Giovanni Romano no estuvo en el concierto; a Javier Vargas, a la guitarra, le acompañaron Peter Kunst (batería, voz) y Luis Mayol (bajo, guitarra y voz). Luis Mayol, con un timbre que en algunos momentos nos recordaba al de Santiago Auserón (Radio Futura), llevó el peso vocal en la mayoría de las canciones; comenzó un tanto impreciso pero fue de menos a más, como si el concierto se le hubiera quedado corto; Peter Kunst, en cambio, estuvo más regular, aunque su participación como cantante se limitó a los temas más rockeros. Lógicamente, Javier Vargas fue el que llevó el protagonismo con su guitarra, deleitándonos con su técnica, sus recursos, su sentimiento y su pasión por el blues, el rock y los ritmos latinos; mientras lo escuchaba pensaba en Santana, en cual podría haber sido la evolución del mexicano si en lugar de arregostarse al éxito fácil hubiera continuado haciendo discos como los que publicó en los años sesenta y setenta.
Como comentaba antes, no pudimos hacer fotos ni vídeos durante el concierto, sin embargo en esta entrada hay varias fotos (las podéis ver un poco más arriba, en forma de mosaico) y un vídeo tomados desde el backstage, y varias sorpresas más de esas que no olvidamos los aficionados a la música. Como podéis comprobar, Marta y yo tuvimos el privilegio de hacernos una foto con Javier Vargas quien, además, nos regaló una púa y un autógrafo firmado en el letrero de su camerino. Obviamente, nada de esto hubiera sido posible sin la intermediación de los organizadores de este Festival; muchísimas gracias, Sheila, por esos obsequios que alimentan y estimulan nuestra pasión por la música.