SINOPSIS (por Víctor Prats)Medio año ha sido el tiempo que precisó finalmente este concierto para llevarse a cabo, convirtiéndose a la postre en una celebración de la feliz recuperación del batería Jordi Ramiro, el cual fue protagonista desde su batería y por unos pasos de baile al final del show para recibir los merecidos vítores de los fans de Elefantes.
El cuarteto barcelonés, con Shuarma a la cabeza, se presentaron más vitales que nunca en Madrid (véanse los trajes de alegres colores que vestía cada uno) y defendieron con solvencia un repertorio en el que hubo un mayor predominio de las canciones de las que podríamos definir su 2ª etapa tras su reunificación.
En diferencia a aquel concierto de hace un lustro en Joy Eslava, hubo espacio para los clásicos justos. Desfilaron “Somos nubes blancas”, la emotiva “Azul” y “Que yo no lo sabía”, esta última situada en el 4º o 5º lugar del setlist para caldear a La Riviera, entre otros temas históricos de la formación. Por ejemplo, el remate, muy acertado, lo supuso ese tributo a lo seguidores de la banda (como ya nos confesó Shuarma en el programa-entrevista que hicimos sobre el disco “Azul” en la pasada temporada de radio de “DMR”) que es “Me gustaría poder hacerte feliz”.
Estuvieron presentes las versiones de José Luis Perales de “Te quiero” o “Mujer contra mujer” con el lujazo de contar con Nacho Cano al teclado como soporte. En el apartado de invitados especiales también estuvo Benjamín Prado recitando durante la interpretación de “Agua” o Mikel Erentxun, muy bien recibido por el público asistente.
En definitiva, 2 horas de buena música y emociones, en una sala casi repleta con un buenísimo ambiente entre los asistentes y que nos dejó un sabor de boca estupendo. Diría que es uno de los conciertos que más (si no el que más) he disfrutado en ese recinto, el cual particularmente no me hace mucho tilín. Y no es el que caso de que las veces que haya asistido a conciertos allí se puedan contar con los dedos de las 2 manos y los pies. Ahora Mariano González les entrará en mayores detalles.
A Shuarma, Hook Management y al propio Mariano les agradezco que hayan hecho posible que “DMR” podamos narrarles desde estas humildes tierras 2.0 un evento tan magnífico como este.
CRÓNICA (por Mariano González)
La remuneración que conseguimos los que estamos metidos en “Discos, Música y Reflexiones” es poder entrar en contacto con artistas que respetamos y admiramos. A principios de año tuvimos la fortuna de contar con Shuarma, vocalista de Elefantes, que pasa por ser uno de nuestros grupos favoritos del panorama musical español. La entrevista nos mostró a una persona atenta, encantadora y luminosa. Todos salimos satisfechos, tanto es así que Shuarma nos invitó a que acudiéramos invitados al concierto que pretendía dar el grupo en Marzo, pero que nunca tuvo lugar debido a los problemas de salud (felizmente ya solventados) del batería Jordi Ramiro. Según se acercaba la nueva fecha elegida, el 20 de Septiembre, nos pusimos en contacto con Hook Management y obtuvimos tres hermosos pases para ver el concierto. Desde aquí agradecer a Andrea García la confianza en nosotros para poder cubrir tan estupendo encuentro.Acudimos Víctor Prats, Susana Hernanz y servidor de ustedes. Dando gracias por ver el concierto bajo techado, toda vez que se barruntaba una buena lluvia, entramos a La Riviera sobre las 19:50. Mis problemas, digamos, logísticos todavía persisten y necesito ver los conciertos con la ayuda de un asiento. En el pasillo/planta superior me facilitaron una silla desde donde se podía ver de una forma razonable a las actuaciones. Digo actuaciones porque antes del plato fuerte, tuvimos ocasión de disfrutar de un telonero. Los horarios se cumplieron regular. El inicio del concierto estaba marcado para las 20:30, pero Triángulo Inverso (que así se llamaban los teloneros) salieron en torno a las 20:15, lo que significaba que el concierto llevaría algo de retraso. Triángulo Inverso, de los que confieso que no conocía nada, fueron un grupo voluntarioso, de sonido compacto y con cuerpo. No desprecian la épica ni los estribillos contundentes. Fueron un buen aperitivo que apenas en media hora, quizá algo menos, nos dejaron un buen sabor de boca.El afán de los roadies solventó lo que pudo ser una espera épica y alrededor de las 21:15 dio comienzo la música. No se llenó La Riviera, pero tampoco falto demasiado; habida cuenta que además la tarde no fue particularmente apacible en lo meteorológico, la verdad es que el aforo estuvo bastante bien. También estuvo bien de actitud, por cierto, y la respuesta al repertorio de Elefantes fue cálida, receptiva y entusiasta. En cuanto al repertorio, podemos decir que se centró en, lo que podíamos llamar, la segunda etapa del grupo. Es decir a partir de su reunión. Ya nos dijo Shuarma en la entrevista que no es persona que suela mirar hacia atrás, y quizá eso se note en cuestiones como la elección del setlist.La actuación tuvo algo de colorido en un sentido amplio. Por las propias texturas de las canciones y por algunos detalles colaterales como la vestimenta. En efecto, los componentes de Elefantes salieron con trajes de colores vivos y alegres: naranja (Shuarma), verde (Hugo Toscano), amarillo (Julio Cascán), Azul (Jordi Ramiro). Para Jordi Ramiro fue una noche especial, toda vez que pudo desquitarse del concierto suspendido en Marzo tras vencer (eso es lo importante) su percance de salud. El público se mostró con él particularmente amable.Y la música fue como sigue. Comenzaron con “Donde haya silencio”, de su último disco (sin contar con la regrabación de “Caleidoscopio”) “La Primera Luz Del Día” (2018). En esta primera canción se pueden ver algunas constantes de lo que sería es resto del show. Shuarma se mostró como un maestro de ceremonias hiperactivo, dinámico e inquieto; todos sus gestos transmitían entusiasmo y entrega. La música en general sonó más rocosa y cañera que en estudio, detalle que bien llevado es positivo para un concierto. Eso se notó con “Isabel” que sonó con un brío mayor que en su disco, transmitiendo una pasión clara y meridiana. Shuarma se arrancó a tocar las castañuelas, raro instrumento en un concierto de pop rock pero que quedó divertido y respeta, además, la instrumentación original.Seguimos con canciones de “La Primera Luz Del Día” por medio de “Cada vez”. Nuevamente tocada con chispa; era evidente que el show iba a ser más luminoso y vital que solemne y ensimismado (salvo excepciones sueltas). Tiempo después para saltar un disco hacia atrás y escuchar “Que todo el mundo sepa que te quiero”, una animosa y desacomplejada declaración de amor materializada en un rock vivaz y casi festivo.
La siguiente canción es remontarse a una época temprana en el grupo, su disco “La Forma De Mover Tus Manos” (2003). Para ello la banda la banda se sirvió de “Que yo no lo sabía”, canción que me evoca recuerdos del año 2003 cuando se promocionó con un simpático y curioso vídeo musical. Sonó muy coherente con las sensaciones que estaba transmitiendo el concierto hasta ese momento y que consiste, según palabras del propio Shuarma, en el lado luminoso del amor. También sirvió para bailar y echarse unos cantecitos.Por cierto, he de agradecer a Víctor Prats que explorase otras localizaciones dentro de la sala; en unas de sus incursiones encontró un lugar donde estar sentado (pensando en mí, cosa que agradezco) y a la vez estar más cerca. Se trata de unos escalones que van directamente a la pista. Nada más aposentarnos allí Shuarma nos dijo que había llegado el momento de tocar una canción que hablase del lado triste del amor. Dicho y hecho, la siguiente canción fue “Duele”, que en su disco “Nueve Canciones De Amor y Una De Esperanza” (2016) cantan junto con Enrique Bunbury. Canción que realmente suena quejumbrosa y apenada, pero tocada una vez más con pasión y arrebato, sin llegar al abatimiento.Tiempo para subir el ánimo con una canción del que fue su disco de reencuentro, “El Rinoceronte” (2014). La canción “Equilibrios” nos ofreció un momento de ensoñación reflexiva que consiguió un interesante cruce de estilos. Fue noche también de compartir el escenario con algunos artistas amigos que pusieron un plus de atractivo al espectáculo y que confraternizaron musicalmente a las mil maravillas. El primero de ellos en desfilar fue el poeta Benjamín Prado, autor de la letra de “Agua”, la siguiente canción en sonar. Antes de iniciarse la música Shuarma nos habló sobre la labor que hace Oxfam en el campo del uso responsable del agua y de cómo esa tarea había sido la base de la canción. En el single editado la cantan junto con Manolo García, aunque en directo Shuarma se las pinta bastante bien solo. La aparición de Benjamín Prado fue simpática y cómplice. Tuvimos la suerte, además, de oírle declamar un poema escrito ex profeso para la ocasión.Subimos un poco el pistón con “Loco”, que se escuchó con una dosis extra de electricidad y energía, acercándola más al rock que al pop. Poderoso estribillo e intenso desempeño de Shuarma. Más amigos. Shuarma se encargó de hacer una agradecidísima presentación a Mikel Erentxun, cuya participación fue uno de los platos fuertes del show. La canción elegida fue “Volvió la luz” del “Nueve Canciones De Amor y Una de Esperanza”. Armados ambos cantantes con sendas panderetas, cantaron con ímpetu, fuerza y compenetración la arrebatadora sensación de optimismo que significa esta canción. Momento a recordar.
Sabes que una versión es buena cuando manteniendo el espíritu original que la anima, la trasplantas a tus coordenadas propias y el resultado es algo nuevo pero portador de la antigua esencia. Eso pasó con “Te quiero”, la canción de José Luis Perales versionada por Elefantes junto con Love Of Lesbian y Sidonie hace tres años. La interpretación que pudimos escuchar en directo (solo con Elefantes) fue la de un pop luminoso, encantador y arrebatado. Quizá fue de los momentos en que el público tuvo una mayor colaboración cantando el estribillo.Y no dejamos las versiones, aunque en esta ocasión si vino acompañada de otro amigo. Elefantes han colaborado en un disco homenaje al “Descanso Dominical” (1988) de Mecano; la canción a su cargo fue “Mujer contra mujer”. Es un tema bastante recurrente en los setlist de sus conciertos, pero en La Riviera tuvimos la suerte de que Elefantes estuvieran acompañados de uno de los miembros de Mecano: Nacho Cano. Fue muy pertinente la introducción de Shuarma diciendo que era un privilegio contar con su presencia, pues en los últimos años no es muy amigo de pisar escenarios. Nacho Cano que en los conciertos solía ser un músico huracanado, inquieto y nervioso, contribuyó tocando los teclados discretamente, casi en segundo plano. Fue un honor y una suerte que pudiéramos contar con pedazo de historia viva del pop español, y aunque pasó relativamente desapercibido su presencia tiene que ser destacada como algo valioso; musicalmente es como poner una pica en Flandes. La interpretación vocal de Shuarma fue sentida, reteniendo toda la emoción de la canción original.Y no bajó la intensidad la interpretación de “Azul”, el primer gran éxito de Elefantes y, a título personal, una favorita indiscutible. Ya los primeros acordes nos indican que nos encontramos con una canción trascedente, especial. Sentido que se mantuvo sobre las tablas aumentado por una rendición incontestable y apasionada por parte de toda la banda. Quizá por su condición de éxito ya de largo recorrido, al público de le vio particularmente satisfecho. No nos movemos de disco. “Cuéntame”, sin duda otra vieja conocida de los fans, tuvo la cualidad de mostrar un pop agridulce pero tocada de forma positiva y entusiasta. Fue una leve y muy agradable sorpresa. Tras este momento de encantadora nostalgia Shuarma nos contó lo que motivaba a Elefantes desde sus inicios hasta hoy, cómo entre sus sueños se encontraba poder tocar algunas canciones sobre el escenario con la participación del público, en perfecta comunión. De hecho esta introducción vino a cuento de interpretar precisamente una canción llamada “Mis sueños”, perteneciente a su último disco. Toda una oda a la persistencia de la ilusión y la persecución de las ilusiones propias transformada en un pop rock vital, animado y vitalista. Buen resumen de cómo sonó la música a lo largo de todo el concierto.Como es tradicional en casi todos los conciertos que en el mundo son, llegó el tiempo para los bises tras la consabida y breve pausa. El regreso fue huracanado, manejando con contundencia unas afiladas guitarras eléctricas de puro rock. Se trataba de “Somos nubes blancas”, una canción añeja del disco homónimo de 2005. Buena elección para volver tras el relax de la pausa para bises, y uno de los momentos aguerridos del concierto. Y la canción final, ahora sí que sí, fue otra pieza destacada de su repertorio de siempre. La emotiva “Me gustaría poder hacerte feliz”, motivo de emoción sincera y profunda que hizo que las delicias de todos nosotros. Quizá es la balada por antonomasia de Elefantes, y fue interpretada inicialmente de forma más acústica para volver, a posteriori, a su formato habitual. Como final la elección fue bastante acertada, dejando las emociones flotando en el ambiente de La Riviera y dejándonos satisfechos pero con ganas de más.El concierto como tal fue irreprochable. Magnífica disposición por parte de la banda, desde la fuerza expresiva incontestable de Shuarma hasta el magnífico desempeño instrumental del resto de la banda, capaz de ofrecernos un show contundente y eléctrico a ratos más cercano al rock que al pop. Si a eso unimos el ánimo colorido vitalista de la música, la consecuencia fue salir a la calle con una sonrisa en la boca. Como salvedad se podría oponer que dentro del setlist, la parte primeriza de Elefantes no estuviera muy representada. De hecho, la mayoría de las canciones fueron desde “El Rinoceronte” en adelante. Si bien, las canciones más actuales tienen un alto nivel, reconozco que hubiera sido gratificante escuchar alguna canción como “Piedad” o “Al olvido.” Pero la banda es soberana para tocar lo que quiera, y el resultado fue realmente bueno. Fue un concierto divertido en el que Elefantes demostraron estar una admirable buena forma. Shuarma, además, estuvo comunicativo con el público, demostrando ser un cantante vivaracho y saleroso. La imagen final que tuvimos de la banda fue la de Jordi bailoteando frente al público, recuperado para la música y para la vida. Imposible un colofón mejor. Reiteramos nuestras gracias a Andrea García de Hook Management por haber confiado en “DMR” para cubrir este evento.