Aunque solo sea porque ya uno va siendo pureta, he visto conciertos en multitud de formatos. En estadios, pabellones, salas de diverso tamaño, parques, festivales con un plus de arena en el aire, oteando por los alrededores… Sin embargo, la modalidad de escuchar música en un cementerio reconozco que no la había probado. La asociación FunerArte propició que una banda tan amiga de este blog como La Broma Negra pudiera tocar música en el Cementerio Británico de Madrid, cerca de la zona de Urgel. Tal asociación se dedica a difundir las bondades del patrimonio artístico fúnebre de Madrid.El evento era concordante en varios aspectos. En primer lugar, el estilo de La Broma Negra tiene un espíritu gótico fuera de toda duda, condición importante para tocar en un camposanto por aquello de la coherencia estilística. Desde luego, en semejante lares sería impropio un concierto de trap. P.ej. Por otro lado, la fecha era propicia por obra y gracia del calendario, dado que estamos en el umbral del La Noche de Difuntos, Halloween, Samhain o como quieran llamarlo. El evento se anunció de forma “becqueriana” como Noche de Ánimas, nomenclatura que me es más afecta que las demás formas.Al llegar un rato antes del inicio tuve tiempo de pasear por el pequeño camposanto, que tiene algo de pintoresco y anticuado. Aunque está cuidado, acarrea un poco de abandono que se puede ver en cierta vegetación y en alguna estatua que, por ejemplo, está decapitada. Fue construido en 1854 para dar cabida a ciudadanos británicos que por confesión no podían ser enterrados en recintos católicos. Entre que era la hora del atardecer, y que la meteorología era otoñal, había algo de evocador, como de serena melancolía. Como para ponerse a leer a Lord Byron o algo así.Esto acompañó a la música de La Broma Negra y se mezcló con el ambiente. Que no era malo; quizá al estar más dispersos por el recinto daba la impresión de menor afluencia que en una sala, pero la entrada creo que fue buena. A las 19:07 minutos, según mi reloj, la banda salió al escenario. Metidos en el espectáculo que van a dar, con unos atuendos entre lo sombrío y lo trasnochado. Abundancia de bombines, chisteras, y sombreros strampunk. Carlos, además llevaba una especie de antifaz que le velaba parte del rostro.Mirando hacia el cielo, por las cuatro gotas que empezaron a caer, comenzó el evento. Y lo hizo adecuadamente con “Cementerios de España”, canción de su último disco de estudio, que con la luz del atardecer quedó de perillas. Es uno de los alicientes de los conciertos al aire libre. Con el carácter algo tétrico del concierto, yo personalmente apostaba por la inclusión de algunas canciones que no suelen ser de la partida. En algunos casos acerté, como por ejemplo con “Canción de cuna”, una de las canciones que mayor aroma a gótico desprenden dentro del repertorio de la banda, y concebida casi como una narración, como un cuento siniestro. Además, tiene ese fragmento de letra: “olía a rosas y a tierra de cementerio”.Otro pronóstico que acerté, como coherente para la noche, fue “Fantasmas”. El mismo Carlos la anunció diciendo que hacía como doce años que no la tocaban, y que al menos uno entre el público estuvo cuando lo hicieron por última vez. ¿Se referiría a mí? El día que conocí a La Broma Negra fue allá por Mayo de 2011, junto con mi amigo Víctor Prats, que ayer no pudo estar presente. Matemáticamente es posible, pero vayan ustedes a saber. Me gustaría pensar que sí, y de hecho sonreí para mis adentros. La interpretación de la canción fue notable y concitar al espíritu de Edgar Allan Poe, siempre está bien. Y dadas las circunstancias aún mejor.Hay canciones que ya constituyen un sólido armazón para los conciertos de La Broma Negra. De “Los Extraños Tienen Los Mejores Caramelos”, sonaron las ya habituales “Odio al cantante, pero amo la canción”, “Banderas de nuestros padres”, “Rey cuervo”, “Demonios en el jardín” “Martín Pescador” y “Rimas y leyendas”. Cada cual con su estilo; desde la parsimonia agridulce de “Rey cuervo”, a la furia de “Demonios en el jardín” (quizá fuese apropiado evocar a John Milton también) pasando por la muy madrileña y casi celebratoria “Rimas y leyendas”. El final de la actuación, con “Martín pescador”, estuvo particularmente en su punto, cerrando con épica y emoción.De entre el material más clásico pudimos escuchar las siempre memorables “Los niños de Dickens”, “Nieto de maestro de escuela”, “Cenicienta”, “Me vas a hacer llorar”, y la ya mencionada “Fantasmas”. En su mayor parte sonaron en el último tercio de concierto, estando ya de anochecida, y funcionaron bien, ni que decir tiene. Canciones todas ellas pertenecientes a “Joyas De Princesas Muertas” (2010), disco con el que comenzamos nuestra admiración por la banda en DMR.También son clásicas “Su decisión, mi capitán” y “Protege tus secretos”, convertidas ya en imprescindibles en los recitales de La Broma Negra, representando a su disco “Desilusiones De Grandeza” (2012). La primera sonó muy de inicio, en el cuarto lugar del setlist, y la segunda, alrededor de la mitad. Como siempre, fueron un despliegue de voz de Carlos Caballero. Del “Déjanos La Luz Encendida” (2013) sonó “Heridos”, donde como siempre instrumentalmente destacó la contundente batería.Del estupendo “Amigos, Temo Que Ya No Estemos En La Tierra” (2015) no podía faltar la emocionante “Los cuerpos celestes”, que subió las pulsaciones del concierto al sonar en tercer lugar. La bucólica “Los hijos de las brujas” fue una buena inclusión en el repertorio, adecuándose perfectamente al lugar y a la ocasión. Ya hemos mencionado a la oscura y larga “Canción de cuna”, la cual me alegró particularmente escuchar, al ser una canción que me gusta mucho y creo, salvo error u omisión, que es la primera vez que la disfruto en directo. También fue bueno volver a escuchar “Mientras ella cerraba las cortinas” y su solemne, emocionante y oblicua mención a Walt Disney.“Suicidarse Y Seguir Viviendo” va generando sus propios clásicos, al menos en cuanto a apariciones en los conciertos. Por ejemplo, últimamente es casi fija “Los pecados de mi padre”. Sonó muy bien “Último día en La Tierra”, que fue uno de los momentos más oscuros de la noche, por la propia naturaleza de la canción y por las tinieblas que ya bañaban el cementerio. La que diría que se estrenó en directo es “1º de noviembre”, pero con ese título y su lírica era casi inevitable que sonora. Fue una curiosidad, poperilla y leve pero hecha de materia oscura. Interesante. La que sí ha sonado en los últimos conciertos es “Mi hermano pequeño”. Buen pop-rock melancólico con las curiosas referencias históricas que mete Carlos en sus letras (en este caso a Los Cien Mil Hijos de San Luis). También cabe mencionar el single, fuera de disco, “Una tremenda necesidad de milagros”, bien situada ya en el tramo final.
El sonido de la banda, con la particularidad añadida de ser un concierto al aire libre fue bueno, con la peculiaridad de que la guitarra eléctrica sonó bastante baja, justo al revés que el violín, con lo que el resultado fue más folk que en otras ocasiones. Desconozco si esto fue hecho adrede para cuadrar el sonido a la idiosincrasia, o fue algo más circunstancial. De hecho, a algún miembro de la banda se le oyó pedir más guitarra a la mesa. De cualquier modo, la fusión entre el ambiente fúnebre y la música me pareció acertada. La iluminación tuvo buenos puntos, provocando algunos efectos curiosos, como cierto verdor amarillento que a mí personalmente me dio casi la sensación de ultratumba. Un tanto bien jugado.Evidentemente el efecto de tocar en un cementerio da una gravedad, un recogimiento y una sensación de extrañeza (en un buen sentido) que convirtió el concierto en una experiencia de lo más llamativa. Acaso el concierto de La Broma Negra sonó como una liturgia al estar situado en tierra sagrada. Por supuesto esta la típica sensación de los conciertos vespertinos, donde se pasa de una luz crepuscular a la noche. Y noche cerrada era cuando acabamos. Un curioso detalle fue que repartidas por el recinto había unas “velitas” con la llama siendo emulada por una pequeña bombilla que más allá de su efecto visual se podía uno llevar si quería.Hubo un pronóstico en el que fallé. Por la letra y el tonó pensé que la banda interpretaría “Los muertos”, del disco “Desilusiones De Grandeza” y que hubiera sido un aliciente interesante al no tocarse desde hace mucho. En cualquier caso, no pueden ponerse muchas objeciones a un setlist más que satisfactorio.Es de justicia mencionar a los componentes de la banda. Como cantante, y gran maestro de ceremonias estuvo Carlos Caballero, siempre estupendo en su labor de frontman e intérprete. El resto fueron Óscar Ximénez a la mandolina y el violín, Javier García en la guitarra eléctrica, Gonzalo Corrales en la batería, Fernando Barranco al bajo, Frahn Cuváz en la guitarra acústica y Luis García en los teclados. Desde aquí quiero agradecer a La Broma Negra, y en particular a Carlos Caballero la invitación para que DMR cubriera el concierto. Esperamos impacientes la próxima ocasión.
Texto, fotografías y vídeos: Mariano González.