La noche de ayer era una de esas que esperas durante mucho tiempo, primero porque esta gira de la banda norteamericana The Black Crowes venía con dos años de retraso por culpa de la dichosa pandemia, que canceló en su día el 30 aniversario del Shake your money maker, primer álbum de la banda de Atlanta, Georgia. Pero todo comenzó una hora y cuarto antes con los teloneros, que por fin y después de muchos desatinos, pude disfrutar de un grupo absolutamente arrebatador y que iba en una onda similar a la banda grande protagonista del evento. Hablo de DeWolff, una formación de Geleen, Holanda cuyos miembros son tres Pablo Van de Poel a la voz y guitarra, su hermano Luka Van de Poel a la batería y el teclista del órgano hammond Robin Piso. Su estilo es una mezcla muy pura y de calidad de rock psicodélico, hard-rock y con tintes blues también cuyos referentes son bastante claros, les llama poderosamente la música de los 70 y en concreto destilan devoción por Deep Purple (el teclista es un Jon Lord actualizado) y Led Zeppelin (al cantante y guitarrista se le nota la querencia en todo por Jimmy Page). Tocaron siete temas, Night train, Heart Stopping kinda show, Satilla No. 3 de Grand Sounthern Electric, Tired of loving you de Live & Outta side II, Double crossing man de su disco Thrust, Bona fide y Treasure city moonchild, estos dos últimos del disco Wolff Pack. Un extraordinario aperitivo para lo que se nos venía encima.
Y llegó el momento esperado por un servidor desde hace más de dos años, era el momento de The Black Crowes. Con un escenario que estaba muy engalanado de bar rockero, los miembros de la banda salen y van a la barra, se toman algo, en un momento uno se acerca al juxebox y suena Shake your money maker de Elmore James, y a renglón seguido la banda va a por sus instrumentos y arranca Twice as hard y de ahí en adelante, en riguroso orden el disco entero, es decir Jelaous again, Sister luck, Could I've been so blind, Seein things, la versión de Hard to handle de Otis Redding, Thick n' thin, She talks to angels, Struttin' blues y Stare it cold. El comienzo con esos dos primeros temas fue simple y llanamente espectacular, una banda entregada desde el primer momento y que despachó una energía soberbia a lo largo de todo el show. Chris Robinson es un frontman de primera categoría, se mueve, rockea, se pone un paraguas o un sombrero, toca de vicio la armónica, y mantiene unos tonos absolutamente soberbios a su edad. Su hermano Rich Robinson despacha la guitarra de manera brutal alternando los solos con Charlie Starr que también estuvo magnífico, completaban la banda Sven Pipien al bajo, Erik Deutsch a los teclados y Brian Griffin a la batería (que se marcó un concierto fuera de serie) más dos coristas situadas en el lado derecho del escenario.
Pero aunque pueda parecer increíble y siempre desde el punto de vista de un servidor, lo mejor estaba por llegar, ya que el concierto iba en un crescendo imparable, cada tema sonaba mejor y cada momento era más irrepetible. Y es que esta formación cuyo último disco data de 2009, tiene y puede presumir de una discografía superlativa, que tocada como anoche puede llegar a hacerte levitar. Y eso sucedió, con temas de su segundo y maravilloso disco The Southern Harmony and Musical Companion que me sé de memoria pero que ayer llegó a un estadio superior, a una capa inalcanzable, al cielo... del que sonaron No speak no slave (un redescubrimiento en toda regla) que sonó potente, antológica y con un Chris Robinson en estado de gracia, y como triada final Thorn in my pride absolutamente bestial en su alargamiento y desarrollo, y ya con Sting me que sonó gloriosa y Remedy que fue un ESCANDALO el que no se movía era porque no quería. Previamente habían despachado una versión del Papa was a Rolling Stone (que me dejó loco) de The Undisputed Truth y el antológico Wiser time del Amorica que sonó sublime.
En esta gira sorprenden en cada lugar con un bis, solo uno, que suele ser una versión, Moonage daydream de Bowie ha caído en varios sitios (afortunados en Barcelona, por ejemplo), pero aquí le tocó al Rocks Off de sus Satánicas Majestades y como no podía ser de otra forma sonó de lujo, porque esta banda comparte ese lado bluesero y grasiento que predomina en la carrera de The Rolling Stones. Pero ante todo y sobre todo hablamos de un grupo que hace rock and roll en toda la extensión del término, y que siendo revivalistas en la década de los 90, encontraron un estilo propio e inconfundible que les hizo muy grandes. Creo que a una banda como esta que muchos tildan de revivalistas y se quedan ahí, viéndolos en vivo comprendes su grandeza y su amplitud de detalles en dos horas de show. Nunca me cansaré de decir, que es posiblemente uno de los mejores conciertos que ha visto, ha pasado a engrosar mi lista del olimpo.
Yo os dejo con tres momentos de ayer, primero con el tema Tired of loving you de DeWolff, el momento más zeppeliano de su concierto.
Y luego dos temas de The Black Crowes, el Jealous again y su versión final del Rocks off.