Revista Cultura y Ocio

Concierto The Cure. Madrid (20-11-2016)

Publicado el 22 noviembre 2016 por Abacab @DMRblog
Concierto The Cure. Madrid (20-11-2016)*********ARTÍCULO A EDITAR / COMPLETAR EN DÍAS SIGUIENTES CON LA INCLUSIÓN DE FOTOGRAFÍAS DEL SHOW Y VÍDEOS GRABADOS DEL MISMO********* 
Tras la cita con Kraftwerk del pasado mes de octubre en Bilbao, el otro gran acontecimiento musical de este 2016 a nivel personal era la 3ª vez que vería en directo a The Cure. 8 años y medio han tenido que pasar para que pudiera publicar una “crónica de evento” de mi grupo favorito en este blog. Y es que se dio el caso de que “DMR” nació 3 meses después de la última vez que The Cure pisaron Madrid. Hasta entonces, hemos hecho 2 programas de radio dedicados a la formación (más el que viene este sábado a las 16.00h en la sintonía de Radio Universitaria de Alcalá de Henares (RUAH), ¡no falten!) y 6 revisiones de discos de su obra hasta la fecha. No obstante, a modo de desquite y para ir abriendo boca (les advierto que este artículo va a ser laaargo…), no me resisto a narrarles (tirando de memoria) algo de las 2 veces previas que había visto a The Cure antes de la del pasado domingo.
Descubrí a The Cure en el verano de 1996, al calor del lanzamiento de su “Wild Mood Swings”, disco que no gustó a casi ningún fan en aquel momento; sin embargo, “Mint car” provocó el mí el hechizo que a día de hoy permanece en mi ser y que hace que adore a The Cure. Desde entonces, comencé poco a poco a hacerme con la obra del grupo a modo de grabaciones que me iba pasando el hermano mayor de mi amigo Chemi Villena, Antonio. Primero fue el “Mixed Up” (incompleto, y otro ítem controvertido de la trayectoria del grupo), luego me regalaron el “París” y el “Kiss Me, Kiss Me, Kiss Me”. Después vinieron más cintas de cassette grabadas, incluyendo una de 90 minutos con “Seventeen Seconds”, “The Top” y “Faith” (embutidos los 3, salvo sus singles; curiosidades para aprovechar espacios de grabación, supongo) y así llegamos hasta 2000 cuando el grupo editó “Bloodflowers” y anunciaba 2 fechas en La Riviera.
A mis 18 años y pocos meses, asistía a mi 1er. concierto de verdad (al margen de los de fiestas patronales o populares de Torrejón de Ardoz), en sala y con pago de entrada. Allí acudimos varios fans amigos del instituto (Aida, Álvaro…) y yo en compañía de Antonio Villena. La sala estaba sofreaforada hasta límites insospechados. No cabía un alfiler. Nos situamos en 2ª fila enfrente de los teclados de Roger O’Donnell (que en aquella gira estaba en la parte izquierda del escenario según miras), detrás de un tío que era un perfecto calco de Marilyn Manson. En aquella noche inolvidable (en la que no pude ni quitarme el abrigo), Robert y cia. (por entonces con Simon Gallup al bajo, Perry Bamonte en la guitarra, Jason Cooper en la batería y el citado Roger en las teclas) desgranaron a fondo el agradable “Bloodflowers” (creo que prácticamente lo tocaron entero) y sellaron un set list oscuro, intenso y tremebundo que desarrollaron durante las 2 horas y 40 minutos de actuación. Brillaron momentos como la canción-título del disco “Faith” en los bises, “A forest” (como no iba a ser así. También en los bises) y hubo sorpresas agradables como “Want” o ítems extraños como “If only tonight we could sleep”. Nada de pop; lo más “alegre” que sonó aquella noche fue “Maybe someday”, que ya me dirán ustedes. La 2ª fecha en La Riviera incluyó más concesiones al pop que ésta reseñada del 27 de marzo de 2000. Clásicos como “Lullaby” y lógicamente como “Just like heaven” o “In between days” se quedaron en el olvido y me fui sin haberme podido desquitar.
Tras ese show, hubo alguna asistencia del grupo al FIB (al que no me desplazo ni borracho), la edición del disco homónimo del nombre de la banda (irregular a ratos) y llegamos al 6 de marzo de 2008, casi 8 años exactos después para acudir al Palacio de los Deportes. Allí acudí con mi buen amigo Sergio Calero y nos situamos en 3ª fila casi enfrente del propio Robert para antes ver a 65 Days Of Static y luego disfrutar de 3 horas de show inolvidables. Aquel día también estuvo Óscar Cañas, allá por mitad de pista, y Mariano González, que apenas pudo pasar del hall de entrada de la calle Goya y habiendo entrado al recinto con más de 5 canciones interpretadas (motivos laborales y de colas kilométricas para acceder a esas horas al Palacio de los Deportes). En esta ocasión The Cure sí que ofrecieron un show variado, donde no faltaron los grandes clásicos pop que fueron hits en su momento (las citadas ausencias de 2000, “Lullaby”, “Just like heaven”, “In between days”, esta vez no faltaron), aparte de capítulos siniestros sorpresivos y agradables como “A strange day” (tocada casi al arrancar) o la canción “Disintegration”, que no sonó mal a pesar de que en aquel show no había teclista; en esa fecha la formación había visto como se perdían a Perry y Roger, pero como volvía el clásico Porl Thompson, que dio un fuerte empaque al sonido con sus guitarras. En ese show de 3 horas superadas y que cerró con un bis de infarto (con cosas como “10.15 Saturday night”, “Grinding halt”, “Jumping someone else’s train”, “Killing an arab” y “Boys don’t cry”), solamente eché mucho en falta a “The walk”: primero porque me gusta y segundo porque mi partenaire Sergio Calero un día en el instituto, haciendo un cómic entre varias personas, por ciencia infusa calcó en una viñeta parte de la imaginería del videoclip alocado de la canción dirigido por Tim Pope.
Bueno, pues otros 8 años (y medio) más y llegamos hasta ayer. Nuevamente era el promotor Gay Mercader al que había que agradecer que nos trajera a The Cure a estas tierras. Las entradas salieron a la venta con 11 meses de antelación. Acordamos, para facilitar que Mariano González no se perdiera la cita, buscar un asiento reservado para esta ocasión (habiendo visto al grupo ya en 2 ocasiones en 2ª -2000- y 3-4ª fila -2008- en mi vida ya me parece suficiente), aparte de que el precio de pista (casi 80 euros) era algo descabellado. Localizamos unas entradas por 61,50 eur. que intuía que desde sus localidades no se vería mal del todo (nos daba algo de miedo el sonido a esas alturas del recinto). Y nos juntamos para cita los 4 que vimos disgregados (salvo Sergio y yo) el concierto de 2008. Con Sergio, con el que no acudía a un concierto desde aquel de The Killers en 2009, quedé a las 17.15h en Av. América (llegando yo empapado tras un paseo desde el barrio de San Pascual hasta el intercambiador; ciertamente un día muy apropiado para un concierto de The Cure, a pesar de las incomodidades, ya que de sus tonos resultaba reminiscente de la portada de “Faith” de 1981, disco del que -ya les hago spoiler-, no sonaría luego nada). Luego fueron llegando Mariano y Óscar a eso de las 18-18.30h a una cervecería que hay justo enfrente del acceso de la calle Goya al recinto. Antes de entrar a tomarnos unas cañas, Sergio y yo pudimos ver desde las puertas de la calle Goya la prueba de sonido y proyecciones de The Cure. Se veía a Robert perfectamente al fondo en mitad del escenario mientras había una espiral sobre el telón de fondo proyectada.
Queríamos ver al telonero (sana costumbre que tenemos), si bien hasta el mismo día no reparé en ello. A eso de las 19.15h fuimos accediendo y tras sufrir por 1ª vez las colas eternas del guardarropas y localizar el ascensor, llegamos a nuestros asientos. The Twilight Sad no tardaron mucho en arrancar su actuación tras acomodarnos. Su sonido era muy bueno (cosa que nos tranquilizó) y melódicamente estaban bien. Su cantante ofrecía unos dejes curiosos marcando mucho las “r” en su pronunciación. Para primera percepción estuvieron bien. Supongo que ahondaré en su obra, ya que hubo varias piezas que sonaron agradables. Su estilo es de un pop-rock que se mueve entre cierta épica y melancolía que nos les queda mal. Sergio Calero me comentó que no le parecieron mal, pero que a él le gustaron más 8 años atrás los 65 Days Of Static. Yo me quedo por otro lado con The Twilight Sad.
Se encienden las luces, tras la algo más de media hora tácita de show de The Twilight Sad y rápidamente los roadies comienzan a cambiar y preparar el set para The Cure. Se veía a la gente con los vasos de bebida personalizados (buen detalle ciertamente) y Óscar y Sergio se pillaron un par de birras, con la sorpresa de que me invitaron a otra a mí. Lo valioso en este caso era el continente más que el contenido, o al menos así lo veo yo.
Comentemos algo de nuestra ubicación. Lo malo de la zona donde estuvimos no es la ya lógica distancia con la que se ve al grupo, bastante lejos y diminuto (si bien no tanto como se cree), sino que la gente no para de moverse de arriba para abajo, obligándote a levantarte una y 1000 veces; especialmente en nuestra fila había un merluzo con gafas y camisa clara que, en palabras de Mariano González no se sabía si tenía cistitis o si era un borracho que iba cada 2 por 3 a por priva. En fin, era lo que tocaba, al margen de que los de la fila de delante decidieran ponerse de pie y te dieran por saco visualmente al respecto.
Puntualmente a las 21.00h se apagan las luces y comienzan a sonar ecos que me evocan a “Tape”. En las cañas previas a entrar, Mariano nos preguntó por nuestras intuiciones para el arranque y yo puse un “doble” en mi quiniela apostando por “Open” o “Plainsong”: ya no había lugar a dudas, tras “Tape” llegaría “Open” que funcionó como siempre muy bien a título de apertura (“Plainsong” abrió en 2008, por cierto). Sobre el escenario podíamos ver a Robert Smith capitaneando a los Cure actuales con Simon no parándose de mover por el escenario al bajo, Roger de vuelta en los teclados, Jason en la batería (ya más de 2 décadas en el grupo) y el último Cure Reeves Gabriels en la guitarra.
El arranque de concierto fue de quitar el hipo, ya que se encadenaron una serie de éxitos con otras sorpresas agradables que conformaron un inicio de set list de apoteosis. Tras “Open” llegó “High”, que aúna lo de éxito y sorpresa. Me gustó mucho escuchar en directo este pop tan bonito de su disco “Wish”, álbum que de momento se hacía acreedor de la noche. No obstante, no tardó mucho “The Head On The Door” en reclamar su puesto con un escrutinio soberbio de varios de sus temas. El primer vuelco de corazón de la velada lo supondría de hecho “A night like this”, que vino tras “High”. Una de las canciones más valoradas del disco de 1985 y que terminó de meterse en el bolsillo a todos los verdaderos fans del grupo que estábamos dentro del recinto. Pero con “The Head On The Door” no acabaría ahí la cosa y en los primeros 45 minutos de concierto también salieron a la palestra “The blood” (siempre apropiada de sonar en nuestra ciudad y que no en vano ya sonó en 2008), “Kyoto song” (una de las grandes sorpresas del show) y la guitarrera “Push”, donde las cuerdas de las guitarras eléctricas del tándem Smith-Gabriels sonaron potentísimas. “In between days” fue otro caso de alegría personal que estuvo presente en esta primera parte de concierto, si bien la viví con más intensidad en 2008 cuando la escuché en directo por 1ª vez.
Sin embargo, y “Kyoto song” al margen, para mí el gran momento del primer sector del concierto vino de la mano de la simpática “The caterpillar”, único single de “The Top” de 1984. Ese “gusanito” apareció cuando menos me lo esperaba y elevó a todo el Palacio de los Deportes a cotas de felicidad y hedonismo pop exageradas. No me la esperaba (yo no soy de mirar los set list de noches previas para evitar spoilers y consecuencia de ello vivir los shows de forma descafeinada sabiendo lo que viene de antemano; ya soy abonado actualmente a la ópera del Teatro Real, que cada sensación tiene su lugar) y me supuso un alegrón. La grabé en vídeo, pero la imagen se mueve muchísimo: desde tanta distancia y con zoom es difícil atinar.
Tras “The caterpillar”, hubo un combo de 2 formado por “Just like heaven” y “Lovesong” que puso la piel de gallina a todo el público. Emoción desbordada al máximo, que nuevamente vivió otro momento muy bonito en la estupenda “Pictures of you” que también estuvo en este alud en forma de comienzo de concierto que Robert Smith y los Cure diseñaron para esta noche.
Había que parar algo el ritmo, que no dábamos abasto y alguno estaría ya al borde de un ataque. En ese sentido, otra de las sorpresas de la noche hizo su papel. Me estoy refiriendo a “The last day of summer”, quizás la pieza más calmada a la par que melancólica que incluye “Bloodflowers” de 2000, que fue además la única representante de su álbum esa noche. Y es que “Bloodflowers” no suele ser muy recordado por The Cure en sus shows, ya que en 2008 creo recordar que no se recuperó ninguna canción. En esta ocasión los discos sin representación fueron “Faith” de 1981, “Wild Mood Swings” de 1996 (muy tristemente para mí) y “The Cure” de 2004. Del resto, aunque fuera una sola canción, caería.
“The last day of summer” fue una clara frontera psicológica del show. Aquí llegó el turno de una sección de desarrollos largos y el que quizás (y sin el “quizás”) fue el sector del concierto que menos me gustó. Aparecieron, “The hungry ghost”, voluntariosa canción del hasta la fecha último disco del grupo “4:13 Dream”, y para apuntalar más a “Wish” como uno de los discos triunfadores de la noche, “End” y “From the edge of the deep green sea” y entre ellas la corrosiva y contundente “One hundred years”, con proyecciones de mal rollo sobre el telón de fondo que dispuso la banda y del que desde nuestra posición tampoco se apreciaba demasiado bien. Tras finalizar (valga la redundancia) “End”, canción algo repetitiva, (y en ese mismo sentir me hubiera llenado mucho más que hubiera sonado la canción “The top”), llegaría el turno de las idas y venidas del escenario. En esta ocasión habría 3 bises, separados por 2 minutos de ausencia sobre las tablas de Robert y los muchachos.
Los bises empezaron con una canción nueva, que de primeras escuchas no sonó mal, pero a la que habrá que dar tiempo, titulada “It can never be the same”. Aquí se situó el sector dedicado a “Seventeen Seconds”. No hubo lugar a mucha sorpresa al respecto: “Play for today” lo que sí hizo fue reportar el momento de coros más arrolladores de la noche por parte del público y “A forest” estuvo en su nivel de emoción-intensidad, con unas líneas de guitarras que sonaron en su mejor versión y unas palmas acompasando al bajo de Simon que también son dignas de comentar. En este bis, lo que sí que fue una sorpresa gigante (repito: para los que no miramos los set list de conciertos previos de la gira) fue cuando Robert cogió una flauta y empezó a hacer sonidos desafinados. Yo me colé y le solté a Mariano: ¡“The snakepit”! No. Error, y mejor. Era “Burn”, de la banda sonora de “El Cuervo”. Una de las canciones más acertadas en el campo del rock guitarrero que The Cure crearon en los años 90. Brilló tanto Robert como Reeve en esa parte instrumental de guitarras que hay a mitad de canción. Cuando Simon dejó de machacar a su bajo tras el final de “A forest”, el grupo se marcha nuevamente.
Tras el par de minutos preceptivo, desde nuestra posición veíamos bien cómo el grupo salía de los camerinos y subía nuevamente al escenario. El segundo bis empezó con “Shake dog shake”, tema agrio y contundente del apaleado lp “The Top” de 1984, que siempre me resulta agradable de escuchar, pero que no me suponía mayor sorpresa, puesto que en el concierto de 2000 la recuerdo como uno de los pasajes que más claros quedaron en mi retina de aquella mágica noche. En 2008 se escuchó también, pero no dejó de ser algo no muy esperado que la canción que da título al primer disco de estudio del grupo, “Three imaginary boys”, desfilara en la noche de ayer. Este bis fue muy guitarrero e intenso, ya que sumadas a estas 2 piezas, luego vendría la emocionante “Fascination street”, para seguir completando el repaso de “Disintegration”, concretado en sus 4 singles (otro spoiler en la crónica), “Never enough”, donde Robert quizás hizo la interpretación más exagerada, teatral y divertida de la noche, y “Wrong number”, donde Robert se comportó de forma extremadamente relajada el micrófono, dándonos una toma distinta a la de estudio y a la que recuerdo del concierto de 2008, donde también apareció este tema inédito en su día para el recopilatorio de singles “Galore” de 1997. Parada tras el número incorrecto, con teléfonos descolgados en el telón de fondo y la sensación de que me faltaba algo.
Siguiente bis. Venga, a lo grande: “Lullaby”. Con focos de color verde nuclear paralelos unidireccionales sobre el público y una gigante telaraña en el telón de fondo, Robert ahora sí finiquitaba “Disintegration” con una canción que provocó el mayor clamor del recinto cuando se reconocieron sus primeros compases. En sus últimos momentos, Sergio Calero y yo decidimos bajarnos a un pasillo ancho debajo de nuestras localidades, en una zona donde estaba el acceso de vomitorio y que no provocaba falta de visión a nadie. Y, ¡qué acierto! Ahí pudimos movernos sin parar y dejamos de tener que soportar a pesados que pasaban una y otra vez. Óscar y Mariano (por lógica motriz) se quedaron en las localidades.
El siguiente capítulo de este bis fue, ¡por fín!, ¡¡¡síiii!!!... “The walk”. Me pasó con este tema incluido en “Japanese Whispers” algo como con “Stripped” de Depeche Mode: que hasta el 3er. concierto que veo al grupo no me la conceden. Me volví loco. Empecé a bailar como un espantapájaros (al estilo de Robert) y casi me llevo por delante a Sergio Calero (siempre le he tenido muy asociado a dicha canción, por su inspiración divina al recrear el videoclip del grupo una vez y porque le grabé en su día en cinta de cassette el “Japanese Whispers). Del video que debajo les dejo insertado, no esperen gran calidad, ya que no presté casi atención a la pantalla puesto que había que vivir la canción como era debido. Personalmente, que no a nivel general, fue mi gran momento de la noche.
Más pop en el 3er. bis: “Friday I’m in love” corroboraba a “Wish” como uno de los álbumes del concierto (qué cosa tan apropiada para nosotros… Ya les contaremos no a mucho tardar) y luego vendría “Boys don’t cry”, que para Sergio Calero era la gran esperada. Se rubricaría el bis con “Close to me”, clásico que no había vivido en directo y que me alegré de sumar a la lista, y con el despiporre generalizado de “Why can’t I be you?”, con todo el Palacio de los Deportes desparramado y bailando como posesos.
Robert Smith, al terminar este alocado single de 1987, se despedía yendo de lado a lado del escenario, lo cual me suponía cierto temor. Imaginaba un 4º bis compuesto por “10.15 saturday night” y “Killing an arab” (renombrada en “Killing another” hace un tiempo para no herir susceptibilidades). Y, ¿por qué no?, dentro de ese bis, acabar con un “Forever” desaforado al estilo de esa joya del “Curiosity” con la interpretación del 15 de mayo de 1984 en Le Zenith de París. Pues no. No había tiempo para más. Se encienden las luces y nos damos por más que satisfechos. Miramos nuestros relojes y The Cure se mantuvieron en 2 horas y 45 minutos en el escenario. No igualaron su registro anterior en Madrid, pero fue altamente satisfactorio.
Pasamos por el tedioso guardarropas para que Óscar recogiera sus pertenencias (obligado a dejar el paraguas por la gente del acceso), éste y Mariano pillaron sendos taxis en la calle Goya y Sergio y yo fuimos a Av. América en mitad de la lluvia, para luego esperar 55 minutos al N-202 que tenía que coger Sergio para retornar a Torrejón. La lluvia paró y yo andaría 20 minutos para retornar a mi casa en el barrio de San Pascual/La Concepción; podría haberme ido con Óscar o Mariano, que pasaban con sus taxis relativamente cerca de mi casa, pero creo que había que ser buen amigo y más viendo la espera que le tocaba al bueno de Sergio Calero en la avenida de América. Además, hoy tenía libranza en la oficina, con lo que tampoco me suponía gran esfuerzo. Mariano pudo llevarse un vaso de los personalizados que estaba en buen estado y solamente tenía un par de hielos dentro (no tenía líquidos amarillos que pudieran llevar a equívocos). Declinó la opción y antes de que se quedara allí, me lo apañé yo también: se limpia y de decoración en una estantería de discos, que queda de rechupete.
Aquí acabó el contar nuestra experiencia personal y la narración del show, y ahora viene el capítulo de reflexiones y conclusiones. Comencemos por comentar el devenir de los 5 Cure actuales. Empezamos por el líder, por Robert Smith. Ciertamente estuvo más simpático y cercano que en las 2 veces anteriores. En varias ocasiones dijo “gracias” o “muchas gracias” (con cierta broma incluida en un momento) y se comportó intenso cuando procedía (en los temas más sesudos) y distendido cuando tocaba (en los capítulos más pop y desenfadados).
Simon Gallup es claramente el 2º de a bordo de The Cure. Su actitud es tremendamente vital. No paró de moverse por todo el escenario. Si bien su posición es a la izquierda de Robert, muchas veces se iba con Reeves o al lado contrario con Roger y otras tantas veces merodeaba por la retaguardia de Robert. Su look recordaba mucho al que llevaba en la época de “Faith”. Le vimos bastante bien conservado, cosa que no a Robert por cierto, al cual se le intuían ciertos claros preocupantes en la parte superior de su cabeza (dirá alguno que quién viene a hablar de problemas de alopecia...) y es que los 57 años ya se van notando en nuestro querido sr. Smith.
Con el pelo bastante largo, en plan media melena, Roger O’Donnell ofreció un buen papel desde sus teclados. Cosa que se echó algo de menos en 2008, aunque hay que decir que el enfoque de aquel concierto fue algo distinto. Es querido dentro del seno de seguidores de The Cure y estuvo discreto, sin querer llevarse protagonismo alguno o querer competir con Robert o Simon.
En la batería estaba el que lleva más tiempo en The Cure en esa posición. Jason Cooper se mostró correcto y respondió en capítulos cuando hacía falta y donde se nota más la percusión con redobles que deben destacar (“One hundred years” o “The walk”). No tengo nada en contra de Reeves Gabriels, que conste, pero a nivel emocional (repito, nivel emocional) no me supone nada dentro de The Cure. Demostró, objetivamente, ser un gran guitarrista (que haya tocado con Bowie entre otros no es casualidad u oportunismo) y su papel fue fundamental en ciertas fases como la ya comentada de “Burn”. No obstante, servidor es muy talibán y restrictivo con el asunto de las formaciones clásicas de los grupos. Manías que tiene uno. Con lo que hasta que Reeves no forme parte del grupo en la edición de un nuevo disco y se mantenga unos cuantos años más en el redil, no terminaré de verle como uno de los nuestros. No obstante, lo dicho, al César lo que es del César: Gabriels tocó muy bien y para nada quiso llevarse protagonismo, estando en un discreto segundo plano, cosa que le honra.
Pasemos al capítulo de las cosas que no pudimos vivir, es decir, canciones que anhelábamos que pudieran sonar, pero que no tomaron parte del show. Y es que con The Cure los fans ya sabemos que cualquier tema de su discografía (incluidas caras “b”) es posible que aparezca en cualquier show. Nos apenó especialmente a Mariano González y a mí que no saltara la liebre con “Homesick”, la bonita pieza de teclados (más con Roger de vuelta) que forma parte del tramo final de “Disintegration”. A Mariano le jodió que “Want” no sonara (yo al menos la viví en 2000) y a mí me fastidió saber que “The lovecats” sí que había sido de la partida en conciertos a posteriori (cosa que me comentó Carlos Caballero, cantante de La Broma Negra, que por lo visto estuvo situado en 10ª fila a la derecha del escenario en compañía de su hijo de 16 años, con el que mantuve una breve y animada conversación por mensajes al terminar el concierto mientras que esperábamos a que Óscar recuperara sus pertenencias custodiadas).
Cosas difíciles eran un “Forever” o un “Splintered in her head”, ciertamente, pero con The Cure nunca se sabe. Al menos apareció “The walk” y también me llevé a casa “The caterpillar”. Quizás con estos 2 capítulos mi sensación buena del concierto subiría varias décimas e incluso puntos. Hubiera estado bien también repetir sensaciones de 2000 y 2008 con las canciones que titulan “Faith” y “Disintegration”, pero bueno, como ya las experimenté en su día tampoco me molestó tanto. Ahora recuerdo que Carlos Caballero también me comentó en sus mensajes que “Doing the unstuck” también había sonado en noches anteriores; pues eso también me dolió un poquito. Cierro este capítulo de ausencias echadas de menos, comentando que quizás “Pornography” quedó muy reducido con la sola interpretación de “One hundred years”; me queda como gran cuenta pendiente “The hanging garden”, claramente, y también hubiera estado bien un “The figurehead” o la atronadora canción título. No me hubieran sobrado igualmente que hubieran aparecido “Birdmad girl” o “Piggy in the mirror” del denostado “The Top”; sí, ya saben que el disco de The Cure de 1984 es muy de mi agrado, ¿qué le vamos a hacer?
A Sergio Calero por ejemplo le gustó más este concierto que el de 2008. A mí no. Si tuviera que enumerar por orden de satisfacción (de las 3 salí contentísimo, que conste) mis 3 noches con The Cure serían: 2008, 2016 y 2000. El de 2000 fue un concierto muy bueno, pero era un concierto para alguien que ya habría visto al grupo al menos una vez previa y con un repertorio más heterogéneo en estilos. Este show de anoche arrancó muy bien y cerró por todo lo alto, pero el sector previo a los bises me saturó un poco, a pesar de “One hundred years”; dirán ustedes que por 2 canciones, “From the edge…” y “End”, que qué pijotero me pongo, pero es que en el 2008 la media de emoción de principio a fin en las 3 horas y 10 minutos (también a tener en cuenta la mayor duración) fue más nivelada. No tiene nada que ver el hecho de estar en pista en 3-4ª fila con estar en graderío alto. En ese sentido el sonido fue nítido a más no poder y la visión no era mala del todo (a pesar de gente de filas anteriores que se levantaban y cenutrios incontinentes que no paraban de ir y venir del baño; yo me estuve aguantando las ganas, que no eran pocas, las casi 3 horas, porque no me perdonaría perderme ripio de una actuación de mi banda favorita).
En definitiva: los más de 16000 que estuvimos en el Palacio de los Deportes (yo no atiendo a nombres comerciales de los recintos) disfrutamos de un gran concierto de The Cure. Altamente satisfactorio. Plagado de éxitos, con un Robert con, eso sí, la mejor predisposición que le he visto (en ese sentido este concierto gana a la actitud de Robert en los 2 previos) y con una serie de sorpresitas agradables en forma de canción que me hicieron pasar momentos inolvidables que solamente un hipotético desarrollo futuro de alzheimer podrá disipar; espero que no. Todo esto vivido en la buena compañía de 3 buenos amigos como son Sergio Calero, Mariano González y Óscar Cañas, hace que las buenas sensaciones que quedan sean aún mejores. ¿Habrá que esperar otros 8 años? Mi sensación es que siempre merece la pena esperar a The Cure.

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