Revista Diario

Conciliación casi ideal

Por Sandra @sandraferrerv
Conciliación casi idealEstos días en Internet no se ha parado de hablar de las palabras del ministro de trabajo acerca de la escolarización de los niños desde poco después de su nacimiento como medida primordial para llegar a la conciliación familiar-laboral. Se ha escrito mucho sobre ello, se ha opinado, se ha criticado, no se ha alabado (al menos yo no he encontrado mucho alabo hacia el pobre ministro)...
En muchos casos se han dado soluciones, propuestas, ideas, unas más acertadas que otras.
Tengo la suerte, muy egoistamente hablando, lo reconozco, que este debate ya no me afectará como madre porque, en principio, no creo que vaya a tener más hijos. Pero me siento plenamente identificada con aquellas jóvenes que un día querrán ser madres y pienso que si algún día esa idea iluminada se llegara a aprobar no sé yo qué es lo que haría.
Me considero una madre afortunada porque creo que he podido alcanzar una conciliación más o menos ideal. Os quiero contar mi caso para demostrarle al señor ministro y a la sociedad en general que es posible ser madre y trabajar. Pero siempre sacrificando algo, claro está. Yo he intentado que el sacrificio no fuera en detrimento de mis hijos.
Con mi hijo mayor, cuando faltaban pocos días para que cumpliera los seis meses, me reincorporé al trabajo. Pero pasé de trabajar 8 horas a trabajar 5. Las 7 horas de la mañana (las 5 que trabajaba más las dos de viaje) que no estaba con mi niño, se quedaba con su padre o con su abuelo materno. Esas horas, a nivel alimenticio, se cubrían con mi leche mezclada con cereales (los biberones fueron un fiasco) y con la primera papilla de verduras. El resto del día (y la noche) que estaba con mi bebé, se enganchaba al pecho cada vez que podía. A nivel afectivo, os puedo decir que nadie mejor que su padre o el mío para suplir el cariño de su madre. Cuando cumplió un año empezó a ir a la guardería tres horas por la mañana, horario que mantuvimos hasta que empezó la escolarización oficial en P3 que ya tenía que ir todo el día.
Cuando me quedé embarazada de mi pequeña foquita tuve clarísimo que debía pedirme una excedencia. Traspasar la responsabilidad de dos niños menores de dos años a otra persona no me parecía justo. Así que decidí dejar el trabajo durante un tiempo con lo que ello suponía para mí como mujer trabajadora: dejar el “mundo exterior” y dejar de cobrar un sueldo. Y así estamos actualmente. Cuando mi hija pequeña esté a punto de cumplir dos años, tanto ella como yo nos incorporaremos a ese mundo exterior. Ella en la guardería y yo en el trabajo. Continuaré trabajando 5 horas para poder estar con ellos todo el tiempo que no estén en el colegio.
¿Es el modelo correcto? ¿Soy una mala madre? ¿Soy una profesional? Qué queréis que os diga. Para mí ha sido una suerte conseguir un equilibrio. Creo que llevar a mi hijo con un año tres horas por la mañana al colegio no fue tan malo (he de decir que en verdad eran 2 y media, porque el abuelito lo recogía antes siempre que podía). Aprendió muchas cosas y tuvo unas profesoras que a día de hoy suben a las clases de los mayores para verlos porque, como ellas dicen, son una pequeña parte de ellas. Que mi hija tenga que ir todo el día al colegio un año antes de lo que le tocaría es duro. Sí, lo sé. Pero ha estado dos años sin separarse más que unas pocas horas de mí. Si no vuelvo al trabajo corro el riesgo de perderlo. Y un trabajo que me permite trabajar 5 horas hasta que tengan 8 años no lo encontraré fácilmente.
Así que, en conclusión, creo que no lo he hecho tan mal. Y aun me quedan unos mesecitos para seguir con esta maravillosa excedencia.
Con todo este rollo lo que he querido decir es que, cuando la mujer cree que tiene que trabajar o necesita trabajar, existen fórmulas que permiten que, al menos pueda dedicarse a sus bebés hasta que tienen dos o tres años y luego no tienen porqué llegar a casa a las tantas y no ver a sus hijos en todo el día. La conciliación es dura (he llorado mucho, os lo aseguro), pero es posible.

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