Este post es el primero de una serie que voy a dedicar al conflicto árabe-israelí que hoy (8 de julio de 2014) vuelve a ser un tema candente en la prensa por el recrudecimiento, una vez más, del enfrentamiento entre judíos y palestinos.
T. Herzl nació en el Imperio Austro-Húngaro, en Pest, a las afueras de la actual Budapest. Pronto sintió el antisemitismo de su entorno, tanto en la escuela como, tras estudiar derecho, el los abstáculos para acceder a la carrera judicial. Pero la reflexión más profunda sobre el antisemitismo la hizo en París (donde residió como corresponsal de un periódico) en el contexto del asunto Dreyfus.
En 1896, publicó "El Estado Judío" en la que concluyó que la única solución al problema judío era el establecimiento de un estado judío en el solar de sus antepasados (en este momento la tierra de Palestina estaba en manos del Imperio Otomano). "El Estado judío es una necesidad universal; por consiguiente, nacerá" y, según él, el que fuera posible este sueño dependía de los propios judíos.
Este libro puede ser considerado como la primera piedra del sionismo moderno.
El propio T. Herzl concocó el I Congreso Sionista que se celebró en Basilea en 1897, se reunieron unas 200 personas provenientes de diversos países. La conclusión fue: “el sionismo pretende establecer en Palestina un hogar para el pueblo judío que esté basado en la ley pública”.
En el Congreso se fundo la Organización Sinista de la que T. Herzl fue elegido presidente , cargo que ocupó hasta su temprana muerte en 1904. Pocos días después del Congreso, Teodoro Herzl, proféticamente, escribió:
"Si quisiera resumir el Congreso de Basilea en una fórmula
que me cuidaré de no pronunciarla públicamente, diría: en Basilea he creado el
Estado Judío. Si lo dijera en voz alta, recibiría como respuesta el estallido
de una carcajada general. Pero dentro de cinco años, y a lo sumo, dentro de
cincuenta años, todos lo admitirán. La esencia del Estado reside en la voluntad
política del pueblo, a veces concentrada en la de una eminente
personalidad (El Estado soy yo –Luis XIV). El territorio no es más que la
expresión concreta; pero el Estado propiamente dicho, es siempre una abstracción,
aun mismo donde el territorio existe. La
Iglesia es un Estado sin territorio, de otra manera el Papa no sería soberano.
Creé en Basilea esta abstracción, que por este mismo carácter, quedará
invisible a la mayoría de los hombres. ¡Y con qué medios ínfimos! Introduje
lentamente a los hombres en una efervescencia nacional, inculcándoles el
sentimiento que ellos constituirán la Asamblea Nacional".
Hasta su muerte, T. Herzl organizó otros Congresos Sionistas y desplegó una actividad diplomática en varios países (Alemania, Gran Bretaña, Imperio Otomano...) con el propósito de obtener apoyos para su objetivos de la creación de un estado judío en Palestina.
Revista Cultura y Ocio
Conclicto árabe-israelí i: teodoro herzl escribe "el estado judío", arranque del movimiento sionista
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