
Llevo unos días tremendamente ocupados por unas cosas y por otras.
Una de las cosas es ir de médicos con la Niña. Pura rutina anual, que hemos superado con matrícula de honor.
En lo que llevamos de pruebas, análisis y demás revisiones, el médico y yo hemos convenido que es la que mejor salud tiene de toda la familia con diferencia. Aún le quedan dos pruebas más en febrero pero son de ínfima importancia.
Como consecuencia de esta tarea rutinaria, he pasado unas cuantas horas en un gran hospital en Madrid, sitio donde le hacen todo el seguimiento a la Niña.
Fruto de este tiempo de espera y de observación, dada mi escasa memoria y de dejarme el Ebook TODAS las veces sin excepción, son las siguientes conclusiones.
En los matrimonios mayores, ellos son muy pesados, pero muy pesados. Están todo el rato venga a darle la chapa a la pobre mujer y ellas se ve que han desarrollado un estado Zen en el que dicen a todo que sí, pero no les hacen ni puñetero caso. (Me lo he apuntado).
En muchos casos, el tema recurrente en las salas de espera es que ellos están todo el rato diciéndoles a ellas cosas tipo “pregúntale si la medicina tal me la puedo seguir tomando ó si es conveniente que la cambie por la que me dio la última vez”
Como si el médico hablara un idioma desconocido para ellos y su mujer fuera la traductora oficial.
Ellas en postura mental de loto, asienten y dicen bajito aquello tan socorrido de “Ajammmm”, pero en su mirada se ve claramente que están a millones de kilómetros de lo que les están diciendo.
Las personas mayores en general, ahora que no tienen nada que hacer, se vuelven muy impacientes. Se revuelven nerviosos en los asientos, miran el reloj, van cuatro veces donde la enfermera de recepción, vuelven a consultar el papel de la cita…. Y por supuesto le dan la chapa a la mujer con aquello de “es que hay que ver cuánto tardan, por Dios”.
A la vez cuando sale “El que tarda” de la consulta, le va preguntando a ella ¿Cuánto ha dicho que tenía de colesterol?
En contraposición cuando la pesada es ella es de aurora boreal, pero ellos en vez de estar en estado zen, están periódico en mano. Cabecean mientras leen y ellas siguen a su rollo venga a hablar y hablar y entran ganas de coger el mando a distancia a ponerlas en “Off”.
Hoy nos ha tocado al lado de pesada quejándose de “Tu hermana es una víbora, te lo tengo dicho desde siempre”
Y hasta yo he terminado mirando de reojo el “MARCA” a ver qué decía Llorente por no oírla.
Cuando hemos salido, nos hemos ido a tomar algo a una cafetería al lado del Hospital y estaba llena de viudas tomando el aperitivo con cuidadora Latinoamericana.
Sé que eran viudas por aquella costumbre española de ponerse la alianza del finado junto a la propia.
Por la calle me he fijado y hay muchas más mujeres mayores que hombres mayores.
He llegado a la conclusión de que dejar todos los pormenores de tu salud en manos de tu mujer no es muy provechoso y que es mucho más sano criticar a las cuñadas que leer el MARCA.
