El alumno a través de las nuevas tecnologías puede gestionar su itinerario de aprendizaje en función de sus planes de estudio, pudiendo profundizar en niveles mucho más extensos que los ofrecidos por la educación tradicional, en el que era simplemente un actor pasivo, que se cernía exclusivamente a lo establecido por el profesorado.
Además el alumno puede relacionarse no solo con el profesor, sino con los alumnos e incluso otros miembros ajenos a la acción formativa, por lo que las fuentes de información se multiplican de manera notable, permitiendo acceder a conocimiento horizontal, donde todos somos profesores y alumnos a la vez.
Las nuevas tecnologías suponen una extraordinaria oportunidad para potenciar nuestro conocimiento y una manera de formarse de una manera cómoda y con una mayor productividad a la hora de aplicar estos conocimientos en nuestra vida personal o laboral. Un cambio que parece imparable, en el que las Administraciones solo tienen que favorecer y fomentar este tipo de nueva formación.