Como dije a mi padre el día de mi cumpleaños por teléfono:
“Aun quedándome más de 4 meses por delante de viaje, tras Nagaland, podría volver feliz a casa de saber que cumplido el reto de mi viaje, convivir en una cultura diferente y ser aceptado como uno más”
Y así ha sido, he sido uno más, he cocinado, he descargado más de 2 toneladas de madera de un camión para el fuego de los próximos meses, he acabado con las manos llenas de astillas y ensangrentadas de las sacrificios. He comprado, reido, bebido, llorado, preocupado, me he asustado con ellos. No he dormido por ellos. Así que si, el último día se me invitó de nuevo, para trabajar en las plantaciones de arroz en dos meses, y el jefe me dijo que trajese a mi familia, cosa que Phejin me asegura es algo grande ya que no lo hace a menudo.
Nagaland me ha brindado la oportunidad de conocer una de las culturas más apasionantes desde dentro, me ha demostrado como a kilómetros de casa se te puede hacer sentir como en ella. Me ha hecho llorar como no lo había hecho en el viaje: de alegría.
He visto escenas sobrecogedoras, bailes tribales en pueblos perdidos en las montañas, competiciones de tiro, demostraciones de culturas.
Pero ante todo, sobretodo, la solidaridad. Como esta familia lo da todo por su comunidad, si alguien entra en su cocina tiene comida, y por alguien me refiero a cualquiera, si cualquiera de vosotros que estáis leyendo mañana os acercaseis por Shiyong y dijeseis tengo hambre, tendrías el plato lleno sin dudarlo.
Espero que ahora entendais cuando decia que el viaje que buscaba empezaba ahora, y que lo anterior era solo el entrenamiento… Y el resto del nordeste va a seguir siendo apasionante. Espero que hayis disfrutado de Nagaland y espero haber podido transmitir un poquito de lo mucho que me han dado.
Todo lo que diga siempre será poco así que lo dejo aquí.
“Nunca estas preparado para dejar Nagaland, pero siempre listo para volver”
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