Revista Danza

Conectados para actuar. Desconectados para soñar...

Por Integral
   Cartel_Psicodanza_Los_Villares_5_Sabiendo del “Alzehimer de despiste” que padezco, de mi memoria de pez o de mi retentiva a corto plazo, llamémoslo como uno quiera, creo que no es mala idea la de escribir. Suelo decídmelo muy a menudo, lo que se plasma en un papel (hoy en día en una pantalla de ordenador), no se pierde y, no sólo no se olvida sino que además, con el simple placer de la lectura con el tiempo vuelves a recordar cada instante, o mejor dicho, vuelves a revivir cada momento y te sonríes a ti mismo, con un guiño al tiempo, diciéndote”¡Qué bueno! Eso me pasó a mí”.    Y el pasado sábado fue uno de esos días que uno no quiere ni  debe olvidar porque sucedieron muchas cosas pequeñitas que hicieron grande la fecha y que cuando pase mucho tiempo y relea estas líneas surgirá en mí esa sonrisa socarrona que tanto me agrada diciéndome: ”¡Qué bueno! Eso me pasó a mí”.    Una actuación en un lugar especial con una gente más ESPECIAL aún. La tarea que teníamos entre manos no era nada de fácil pero nuestra convicción de lo que hacemos y el porqué lo hacemos no tiene enemigo posible. Un público que no sabía a lo que venía:” ¿Psicodanza? Eso suena un poco a flipadillos”. “¿Personas con discapacidad bailando?” Y no sólo personas con discapacidad sino, individuos etiquetados desde el momento que nacieron, limitados por las circunstancias de su entorno que les han hecho poder desarrollarse más o menos dentro de sus posibilidades. El reto era importante. El resultado aún mejor.    En Danza el trabajo corporal te da la habilidad de escuchar con algo más que con los oídos. Los sentidos se agudizan y uno aprende a escuchar con otras partes de su cuerpo. Esa noche pude volver a sentir el gran placer de bailar en grupo, de movernos como una bandada de pájaros que simplemente escuchando el batir de nuestras alas nos desplazábamos fusionados. Las miradas, las sonrisas, la serenidad, la conciencia física,… Sigo sorprendiéndome con lo que sucede cuando personas tan ESPECIALES suben a un escenario, no sé por qué razón pero, habiendo fallado todo en los últimos ensayos y unos minutos antes pedir a gritos concentración, de repente todo toma forma y todo el mundo va a una. Los bailarines y bailarinas dejamos nuestra discapacidad a un lado y nuestro lado más inteligente es el que controla la situación. Y los miras uno a uno y la lucidez del brillo de sus ojos te hace pensar, ¿se estaban riendo de mí? Todo funciona, mientras más caótico el ensayo general mejor el espectáculo. Y no tengo ni idea del porqué. Imagino que ahí radica la magia del escenario.
No quiero olvidar ninguno de los instantes, la mirada tranquilizadora de uno sin pestañear, retándome a mantener hasta el límite las figuras. La sonrisa de otro que me decía sin palabras:”Tonta, que esto está chupao” y que en los ensayos parecía estar en la luna de Valencia. La boca entreabierta del de más allá que me hacía dudar de sus nervios y que sin embargo más tarde descubrí que era su mueca de: “Todo está en marcha y hay que hacerlo muy bien”. Todos se hacen grandes en el escenario.    Tener la posibilidad de bailar con gente diferente y comparar emociones reafirma todo lo que gano día tras día con este colectivo. Nunca había escuchado tanto y tan profundo, nunca había disfrutado tanto de cosas tan pequeñitas y nunca había amado tanto la Danza como desde que me subo al escenario con ellos. Entonces uno si es feliz bailando. Feliz bailando. Y me lo repito porque me gusta escucharlo: Feliz bailando. Todo se simplifica. Lo que siento te lo digo. Lo que me gusta, lo hago. Y te sientes importante y lo más bonito es que curiosamente, te sientes importante a nivel de grupo. Tu persona es una más de las que se fusionan en escena para que todo ruede. Algo increíble dentro de los protagonismos y la competencia que había vivido anteriormente. Si uno falla todo falla, pero no hay cabida para esta posibilidad porque, si uno funciona, todo funciona. Y FUNCIONA, ¡vaya si funciona! El poder del escenario, la terapia del arte como medio del crecimiento personal. Para mí esos minutos previos a la apertura del telón son los mejores. Siempre pienso que sería bonito grabar esos segundos porque el tiempo se ralentiza y me gusta mirar uno a uno a nuestros bailarines y ver cómo reaccionan. Y es increíble notar la concentración, cómo crecen, cómo se estiran,… Hay veces que pienso que en ese momento muchos de ellos sueltan amarras, como los barcos o se desatan de las ataduras que los anclan a ser de tal o cual forma. Se liberan y se crecen y lo que demuestran en el escenario es lo que realmente son. “¡Aquí estoy yo!”    Por eso me siento en la obligación de daros las gracias, a cada uno de mis bailarines y bailarinas, porque me hacéis ver la vida desde un prisma más sencillo, porque me hacéis disfrutar de la Danza como nunca antes lo había sentido y sobre todo porque me hacéis crecer día tras día como persona. Gracias por reforzarme en mi decisión de hacer de la Danza un medio más que un fin, de tener estas inmensas ganas de trabajar y de querer seguir haciendo que cada vez sean más las personas que puedan acercarse y beneficiarse de ella. Y por supuestísimo: gracias seño por estar ahí porque sin ti nada de esto sería posible. Sinergia en vena. Qué bonito es mirarte y sin hablar decirlo todo. No hay precio para esto. …al fin del mundo!!! La Integral Psicodanza

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