Revista Cine
Conexión SEFF | Folman fascina y Binoche encandila en la segunda jornada.
Publicado el 12 noviembre 2013 por Jesusteatrero @jesusteatreroEl segundo día de festival se planteaba realmente interesante con dos verdaderos platos fuertes de la programación en nuestra particular parrilla: Borgman y The Congress, dentro de la Selección EFA. En cambio el día empezó con una película en Sección Oficial: la magnífica Camille Claudel, 1915. Existen directores que deciden dejar todo el peso de su filme, no en la dirección, sino en las interpretaciones, es éste el caso de lo anterior En Camille Claudel, 1915 tenemos a Bruno Dumont en la dirección y a la actriz Juliette Binoche como eje de la película y principal soporte de la misma. Juliette interpreta a Camille Claudel, escultora que no podrá ejercer más por culpa de su familia, que la encierra en un manicomio.
El trabajo realizado por Juliette interpretando es magnífico y está realizado de una forma impecable. Cada primer plano, cada plano sostenido, nos transmiten los sentimientos del personaje. Un simple gesto o una mirada al infinito son claramente el espejo del alma de Camille. Desaparece la actriz y se vuelve el personaje.
El film llega a ser una auténtica película de terror, emanando de Freaks se basa en la utilización de personajes reales para causar tensión no solamente a la protagonista, si no también al propio espectador. Algunas escenas llegan a ser un portento en atmósfera y tensión, aunque a juzgar por los ronquidos de algunos compañeros de prensa me atrevería a decir que no todos estamos de acuerdo en ésta aspecto.
La cinta resulta magnífica durante su primera hora, hasta la aparición de Paul, hermano de Camille. Noto su creación como personaje innecesario que el director expone durante demasiado tiempo al espectador cuando, realmente, se trata de un personaje que sólo mantendrá contacto directo con nuestra protagonista durante los últimos diez minutos. Algunos defienden la idea de mostrar la visión de los dos personajes para enseñarnos así su realidad completa. Yo propongo, entonces, que en vez de empezar la película directamente en el manicomio se diese una perspectiva anterior de sus relaciones, ya sea con Rodin o con Paul, o que, al final, en vez de contar en un texto como acaba nuestra protagonista, enseñárnoslo de manera más explícita. Dumont debió decidir si quería hacer sentir al espectador como Camille creando un ambiente de tensión pero íntimo o si por el contrario prefieres quedarte con una historia narrada desde todos los puntos de vista y de un modo más tradicional, clásico. Ésta es la única pata que flojea en esta película que, sin duda, se erige como una obra impresionante que habla de cómo el artista, aun abatido por no poder desarrollar su arte, mantiene la esperanza de, al final, volver a crear.
Después de la película, tuvo lugar nuestra entrevista a Danis Tanovic, director de Un episodio en la vida de un chatarrero. La entrevista está disponible aquí y fue una grata experiencia. Tanovic contestó a todas las preguntas con una gran soltura y comodidad. Si tengo que destacar algo sería su honestidad respondiendo, por lo que resulta tan honesto como su cine. Al finalizar las preguntas lo tuvimos que despedir puesto que tenía una rueda de prensa después de nuestro encuentro exclusiva. Mientras tanto nosotros nos preparábamos para nuestro pase con El gran cuaderno. Una pena que János Szász cancelase todas sus entrevistas ya que teníamos unas preguntas bastante interesantes que hacerle. Por suerte seguimos teniendo entrevistas fijadas con Claire Denis, que presentará el jueves Les Salauds y Felix Van Groeningen, que presentará un día antes Alabama Monroe nominada a Mejor Película Europea este año en los EFA. Durante los próximos días colgaremos dichas entrevistas en la web.
En El gran cuaderno comprobamos la existencia e importancia de esa fina línea entre basarse y copiar el estilo de otro director. Hace mucho se abrió el debate de si Tarantino copiaba u homenajeaba a otros autores en su cine, debate que aún no ha sido cerrado. Realmente es algo complicado, imposible incluso, meterse en la cabeza del director y llegar a saber por completo sus intenciones, por ello a János Szász le deberíamos otorgar el "beneficio de la duda". Decimos ésto porque su largometraje posee un estilo claramente similar al del austriaco, y reciente Premio Príncipe de Asturias, Michael Haneke. No solamente comparten al mismo director de fotografía, Christian Berger, sino que Szász se adueña de la forma de transmitir emociones del director de La cinta blanca, de su capacidad y modo para crear tensión y de la forma de desarrollo de sus personajes. Podemos perdonar los últimos apartados teniendo en cuenta que se trata de la adaptación de una popular y galardonada novela, pero las referencias son más que claras.
En El gran cuaderno dos hermanos gemelos que son llevados a vivir con su abuela mientras termina la Segunda Guerra Mundial, tendrán que fortalecerse mental y físicamente para poder enfrentarse a la locura y brutalidad de un país en guerra. Estamos ante una premisa que augura un largometraje tocado por el más sensiblero cine pero, para nuestra sorpresa, el filme ganador en Karlovy Vary (y que compite aquí por el Giraldillo de Oro) no pretende hacerte llorar, sino que pretende hacerte sufrir buscando el realismo más extremo para lograr destruir emocionalmente al espectador. Advertimos que quién se enfrente a ésta cinta, corre el serio riesgo de acabar completamente abatido ya que su crudeza aumenta a medida que transcurre su metraje, formando una bomba de relojería en la cabeza del espectador. El gran cuaderno consigue sacar a relucir el lado más desgarrador del ser humano, desde la perspectiva de unos niños que se revelan como claros representantes de la inocencia.
La película se basa en una evolución de los dos protagonistas y en cómo el mundo se corrompe con ellos, por lo que es fascinante, además de doloroso, ver como los roles de los gemelos cambian de ser víctimas a verdugos. Es cierto, eso sí, que las últimas partes de la película pueden resultar tan macabras como retorcidas perdiendo de algún modo el crudo y conseguido realismo creado. János no pudo aguantar su contención y se sobrepasó, por ello la parte final desconcierta más que impacta al espectador.
De la imagen se podría destacar lo bello de la composición, notándose la mano de un maestro de la fotografía como es Christian Berger en el apartado visual, que nos aporta imágenes que se graban en tu retina. También deberíamos resaltar el ritmo apagado que crea János en su obra, ritmo que no deja por ello de enganchar al público que a medida que pasa el tiempo aumenta su curiosidad acerca de cómo puede terminar tremenda tortura, tortura rodada con talento y calidad. Mención especial merecen los pequeños intérpretes que hacen un papel impresionante.
A las ocho de la tarde nos encontramos con Borgman. ¿Una unión entre la griega Canino y Funny Games? Así nos han vendido esta comedia negra que pasó sin premio por Cannes y ganó en el pasado Festival de Sitges. Cuando hablo de Funny Games suelo comentarla refiriéndome a ella como comedia, por lo que "la gente normal" me mira raro. Como pasa con Borgman, las dos obras se basan en una crítica a la sociedad, más concretamente a la conocida comúnmente como "happy family", pero ésta es más abierta a la comedia.
Los personajes encargados de invadir la unidad familiar, el hogar, son una representación clara de los miedos de la sociedad moderna y de la realización de un necesario cambio que la descubra tal y cómo es y que la regenere. Se trata de una ruptura de las máscaras de los miembros de una clásica y aparentemente modélica familia (también de nosotros mismos) que rebela el lado oscuro de ésta misma.
El humor en el que se apoya la narración de la película resulta muy extremo, no deja títere con cabeza. Pese a ésto, éste humor resulta tan bueno que consigue llevar a la audiencia consigo desde la absorbente primera escena hasta el final de la obra, donde las acciones sucesivas ocurridas han permitido crear una atmósfera tensa y malévola. El envoltorio cómico va desapareciendo a medida que transcurre la proyección, hasta que el largometraje holandés acaba sin humor y permitiendo al espectador plantearse un dilema ético tan interesante como perturbador: ¿Cómo me he podido reír con algo tan impactante? El director juega contigo, sembrando la duda sobre si algunas escenas están realizadas con fines dramáticos o por el contrario con intenciones más cómicas/irónicas, y adquiere los derechos de la comedia para atraer e intrigar al espectador y arrastrarlo a la más profunda e impactante oscuridad al igual que sus protagonistas.
El humor de Borgman se centra en el absurdo, elemento que se une muy bien a la comedia y ayuda al público a conectar con la obra. Pero a medida que avanza, se va diluyendo en la tragedia, por ello creo que el final, que tanta polémica ha causado, no debe gustar sino incomodar. No es una película que este hecha para todos los paladares, claro que no, pero por eso no deja de ser una auténtica maravilla. En Borgman Alex van Warmerdam nos presenta un estilo ingenioso para una comedia mordaz interpretada por unos actores con carisma y por supuesto, una película rebosante de talento que pone los ideales de la familia, la sociedad y los tuyos propios a juicio. ¿Qué mejor forma de tratarlo y debatirlo que con ironía?
En mi lista de películas que deseaba ver con impaciencia durante este SEFF se encontraban: Borgman, The Immigrant, La Gran Belleza y The Congress, pero sin lugar a dudas ésta era la cinta que más impaciencia me causaba. Arriesgada, brillante, única, absorbente, sorprendente... podría basar mi opinión en adjetivos positivos, pero eso no le haría justicia. Se trata de la segunda obra de Ari Folman, conocido por su aclamadísima internacionalmente ópera prima, Vals con Bashir. The Congress adopta (y adapta) la obra de Stanislaw y la retuerce para amplificar su mensaje. Una valiente Robin Wright interpreta a sí misma, una actriz fracasada que decide vender su "yo" actriz a Miramount, gran parodia de los grandes estudios hollywoodienses (clara referencia a Miramax y a Paramount), para que exista por siempre el concepto de "actriz llamada Robin Wright" en un ordenador y así poder realizar películas digitales con ella.
La crítica a la industria del cine es la columna vertebral del film. Empieza por debatir el papel de un actor en una película, así como cómo la imagen de la actriz tal y como la conocemos puede desaparecer, para luego incidir en el papel del creador, en las (nuevas) formas de consumir entretenimiento y finalmente, se centra en cuestionar la posición del propio público, situando su tesis en la posibilidad de que, en el futuro, la forma definitiva de entretenimiento no sea otra que una personalizada para ti mismo.
The Congress habla de la evolución del arte y ciertamente lo parodia. El largometraje no abre el debate de si debemos considerar el cine como mero producto de consumo o como forma de arte, sino que se limita a afirmar y a reirese de la idea de que el cine es "solamente" consumo. Sin querer revelar mucho sobre el mensaje de la película, queda decir que la crítica al cine que se plasma en ella es de las más duras que hemos visto en pantalla jamás.
The Congress se divide en dos partes, una rodada con imagen y actores reales y otra animada. En la parte real los personajes hablan claro, no titubean ni intentan mentir, muestra la realidad de la forma más honesta. Mientras tanto en la parte animada lo que vemos es la máscara de las personas, que quieren ser y como abandonan su identidad para formar parte de un avatar, un reflejo de sus deseos. La animación es fluida, de calidad y de un carácter marcademente psicodélico. Debemos aceptar esa parte de la animación, ya que es la parte más simbólica, si tu mente te permite adentrarte en este surrealista y sorprendente mundo con Robin Wright, entenderás que estamos ante una de las películas del año. Sin duda se trata de mi preferida del festival hasta el momento, aunque quizás no la mejor, ni más regular del certamen, eso es otro (y extenso) debate. En la siguiente crónica hablaremos de las españolas 10.000 noches en ninguna parte, Los Chicos del Puerto y de Holy Motors.