Camaradas,
Ayer, los termómetros del Grupo de Ejércitos Centro a lo largo de todo el frente de Moscú marcaban los 15 grados centígrados bajo cero. Hoy, han caído a 20 grados. El día es espléndido en el aeródromo de Orsha, cerca de Smolensko. El avión de Franz Halder procedente de Rastenburg, y los aviones de los Estados Mayores de los Grupos de Ejércitos y de los Comandantes en Jefe de los Ejércitos llegan uno detrás de otro. El Coronel General Halder, Jefe del OKH, ha convocado a los Jefes de Estado Mayor de los tres Grupos de Ejércitos y de todos los Ejércitos del Frente Este para una conferencia secreta.
Coronel General Franz Halder.
El objeto de la conferencia no es otro que dar respuesta a las siguientes preguntas: ¿Qué hay que hacer ahora? ¿Deberían las divisiones atrincherarse, acuartelarse para el invierno, y esperar la llegada de la primera? ¿O debería la ofensiva continuar a pesar del invierno?
Esta conferencia tiene una gran significancia histórica, puesto que proporciona la respuesta a una pregunta que las generaciones futuras debatirán con fruición: ¿Quién es el principal responsable de la reanudación de la ofensiva de invierno en el Frente Este de 1941? ¿El Führer? ¿El Estado Mayor Alemán? ¿O quizás el propio Stalin, ansioso por atraer a la Wehrmacht hacia una trampa?
Comandante General Günther Blummentritt.
La decision más importante que sin duda se ha tomado hoy en la conferencia de Orhsa ha sido la de reanudar la ofensiva contra Moscú. Existen una serie de informes fiables sobre las resoluciones tomadas en Orhsa, incluída una del Comandante General Blumentritt, Jefe de Estado Mayor del Cuarto Ejército de von Kluge, presente en las conversaciones.
General Georg von Sodenstern.
Según su informe, Franz Halder ha repasado la situación general del frente de 2.000 kilómetros de longitud desde el Lago Ladoga hasta el Mar de Azov. Su informe ha terminado con la pregunta: "¿Debería mantenerse la ofensiva o deberían establecerse posiciones defensivas?" El General de Infantería von Sodenstern, representante del Mariscal von Rundstedt, hablando en nombre del Grupo de Ejércitos Sur, ha exigido el cese de la ofensiva y ponerse a la defensiva. Runsdtedt, al fin y al cabo, se encuentra sobre el Don, cerca de Rostov, 350 kilómetros más al este que la línea de frente del Grupo de Ejércitos Centro ante Moscú.
Teniente General Kurt Brennecke.
El Teniente General Brennecke, Jefe de Estado Mayor del Mariscal Ritter von Leeb, no ha tenido problema en plantear que el Grupo de Ejércitos Norte se ha visto tan debilitado al habérselo retirado todas sus fuerzas blindadas que cualquier operación ofensiva está fuera de lugar. De hecho, hace mucho que se ha puesto a la defensiva.
Comandante General Hans von Greiffenberg.
Pero el Grupo de Ejércitos Centro con von Bock al frente no ha compartido este punto de vista y ha abogado por continuar la ofensiva contra Moscú. El Comandante General von Greiffenberg ha apoyado el punto de vista de su Mariscal arguyendo que la captura de Moscú resulta necesaria tanto militar como psicológicamente. Existe, por supuesto, el peligro de que no puedan conseguirlo, pero esto no sería peor que permanecer sobre el terreno abierto bajo la nieve y el frío a tan sólo 50 kilómetros del tentador objetivo.
Teniente Coronel Henning von Tresckow.
Los razonamientos de Bock han estado en la línea del punto de vista mantenido por el Alto Mando. En los Cuarteles Generales del Führer se cree que los rusos se encuentran al límite y que bastará un último esfuerzo para derrotarlos por completo. Este optimismo no lo comparten ni von Bock ni su Estado Mayor ni Greiffenberg ni el Teniente Coronel von Tresckow, Jefe de Operaciones; conocen el estado de las tropas y se dan cuenta de que tan sólo falta un pequeño lapso de tiempo antes de que se asiente el mal tiempo. Pero en cualquier caso Bock considera que emprender la ofensiva es una mejor alternativa a pasarse un desolado invierno en campo abierto, un invierno que tal vez pudiera conceder a Stalin tiempo de sobra para recomponerse.
Mariscal de Campo Walther von Brauchitsch.
Halder se ha mostrado satisfecho con la actitud del Grupo de Ejércitos Centro, al igual que el Mariscal von Brauchitsch, el Comandante en Jefe del Ejército. Los dos abogan por reanudar la ofensiva, viendo en ello la única oportunidad de concluir la campaña victoriosamente.
Curiosamente, Halder ya tiene preparadas las órdenes de operaciones. Solemnemente las saca de su cartera y las lee en voz alta. Los objetivos son ciertamente ambiciosos. El Segundo Ejército Panzer de Guderian deberá tomar el nudo de comunicaciones de Tula y su bien equipado aeródromo y a continuación avanzar hacia el sudeste de Moscú a través de Kolomna hasta la antigua ciudad de Nizhniy Novgorod sobre el Volga – 400 kilómetros más allá de Moscú.
La infantería alemana se desplaza hasta sus posiciones de partida.
Al norte el Noveno Ejército deberá avanzar hacia el este a través del Canal Volga-Moskva con el Tercer Ejército Panzer para después girar hacia Moscú constituyendo el brazo izquierdo de un movimiento de pinza.
En el centro se efectuará un ataque frontal por parte del Cuarto Ejército a la derecha y el Cuarto Ejército Panzer a la izquierda.
La fecha para el comienzo de la ofensiva no ha sido establecida durante la conferencia. El Mariscal von Bock desea empezar cuanto antes, pero la situación de los suministros requiere que se retrase algunos días más.
Soldados soviéticos atraviesan las calles de Moscú rumbo al frente. Algunos de ellos arrastran ametralladoras provistas de trineos.
Esto demuestra que el Alto Mando Alemán, aunque podría haber tenido motivos para dudar acerca de la utilidad de esta última gran operación ofensiva de 1941, no ha reanudado la ofensiva contra Moscú por las presiones del Führer. El Mariscal von Bock, por la razón que sea, está decidido a liderar la nueva ofensiva. Moscú ha sido su objetivo todo el rato en todas las fases de la campaña. En este punto se encuentra totalmente de acuerdo con el Alto Mando del Ejército (OKH) que una y otra vez ha afirmado que Moscú es el objetivo más importante. La ansiedad por alcanzar Moscú antes del final del año es completamente comprensible por una razón: la situación estratégica general así lo requiere.
Situación del Frente Este desde el 22 de junio hasta ayer.
¿Debería el Grupo de Ejércitos Centro atrincherarse a lo largo de un frente de 1.600 kilómetros de longitud? ¿Con una sola división de infantería como reserva detrás de la línea de combate y una vasta y vacía retaguardia controlada por los partisanos? ¿Habría que dejar la iniciativa a los rusos para que lanzasen continuos ataques locales? ¿Deberían las tropas alemanas ver cómo Stalin emplea Moscú como un patio de cuartel ideal para traer tropas frescas desde todas partes de su vasto imperio y las emplea contra las delgadas y congeladas líneas alemanes? Eso, seguramente, habría sido una mala solución.
En Moscú ya se espera la llegada de los Panzer. Defensas antitanque en una de las calles moscovitas.
Pero todavía hay otra consideración importante. El Mariscal von Brauchitsch, el Comandante en Jefe del Ejército, su Jefe de Estado Mayor y en particular el Mariscal von Bock y el Coronel-General Guderian, habían estado urgiendo al Führer desde la batalla de Smolensko que les diera luz verde para el ataque sobre Moscú. Se habían resistido activamente a su plan de primero ejercer el esfuerzo principal en Leningrado para despejar el flanco de la ofensiva contra Moscú. Se habían opuesto a su operación contra Kiev y sin cesar le habían implorado, tratado de convencer y advertido de que la propia ciudad de Moscú debía ser el principal objetivo militar.
Hitler, por otro lado, desde el comienzo se había opuesto al punto de vista de su Estado Mayor. No creía que la captura de Moscú tuviera en absoluto importancia. Mantenía que el curso de las operaciones debía revelar su Moscú podía o no ser tomado. “Rusia será derrotada cuando poseamos Leningrado y el Golfo de Finlandia en el norte y cuando tengamos el grano de Ucrania y el área industrial de Donets en el sur,” era su argumento. Extrañamente, y al contrario de lo que en él suele ser habitual, al final el Führer se dejó convencer en desviar su atención de su objetivo favorito de Leningrado.
En Leningrado, el peligro llega desde el aire.
En cualquier caso, Moscú para nada es su objetivo preferido. Es y continúa siendo el objetivo favorito de su Estado Mayor. Ahora se lo ha dado a sus generales. ¿Se presentarían ahora Brauchitsch, Halder, von Bock y Guderian ante él y le dirían: “Lo sentimos, mi Führer, pero no podemos hacerlo: debido al terreno desfavorable y al mal tiempo tendremos que atrincherarnos a 50 ó 40 kilómetros de nuestro objetivo”?
No: ellos quieren que la ofensiva continúe. Quieren conquistar Moscú. Y creen que serán capaces de hacerlo, a pesar del terreno, del mal tiempo o de lo que el Ejército Rojo pueda oponerles todavía.
Vörwarts, Kamaraden! Nach Moskau!Für der Führer Adolf Hitler, Deutschland und Europa!