Antes de quedar embarazada estaba en una dieta que me ayudó a perder más de 20 libras. Utilizaba ropa tamaño 4-6 sin problemas. Tenía el cuerpo de una bailarina con medidas casi perfectas. Esas curvas que solo se jactan de tener las adolescentes. Claro, hacía ejercicios y comía saludable.
Me embaracé y, a pesar que me dijeron que es falsa la teoría de que las futuras madres comen por dos, me eché al estómago todo lo que me provocaba. En solo una semana (cuando cumplí 37 de gestación) aumenté 10 libras. El médico infartó y yo también.
Parí y, gracias a la lactancia, en una semana logré ponerme los pantalones ajustados de siempre. ¡Estaba feliz! Una vez dejé de lactar a tiempo completo el cuerpo comenzó a reclamar su espacio.
Descubrí que padezco de ansiedad y la presión. Ambos diagnósticos fueron después del parto. Comencé a comer como lima nueva y la grasa comenzó a acumularse donde le dio la gana. Ahí desempolvé la ropa de maternidad (cómoda que es) y volví a usarla.
¿En qué momento perdí el control de mi alimentación? No sé. Pero de algo estoy segura: SOY FELIZ ASÍ y no me preocupan las libritas de más. Confieso que sigo utilizando una que otra pieza de maternidad y no tengo prisa por bajar de peso. Claro, tengo una cita con la nutricionista porque tampoco es que me entregue a la diabetes y a otras condiciones asociadas al sobrepeso. Lo que busco es no seguir aumentando.
Y tú, ¿hasta cuándo utilizaste ropa de maternidad? ¿También perdiste el control? ¡Confiésate!
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Fotos: Google