He tenido que cortar unos tacones. Si, como lo estáis leyendo, he tenido que cortarlos porque no había Dior que los aguantara. Son los típicos tacones que ves monísimos, sencillos y con clase, que llevas buscando tiempo y que cuando los encuentras te los pruebas y los ves divinos. Y el precio es aún más divino. Si, si... divinos, si... pero mientras te los pruebas... porque luego cuando te los llevas a casa, los estrenas y descubres que son los zapatos del infierno.
Así que después de probar a ponerlos con plantillas antideslizantes porque el pie se te va hacia delante y parece que te has comprado los zapatos del número del teléfono y tener la sesación de que caminas como si estuvieras constantemente mareada, he decidido cortar los tacones. Claro, cortar lo que el propio zapato permite, que en este caso ha sido un par de centímetros. Y ya veremos si funciona. Os mantendré informados.
¡Buenas noches!