Revista Cultura y Ocio
'Confesiones de una heredera con demasiado tiempo libre', de Belén Barroso
Publicado el 25 abril 2015 por Carm9n @CarmenyamigosLas confesiones de una heredera con demasiado tiempo libre que dan título al libro vienen a ser un compendio de las treinta y cuatro misivas que la protagonista dirige a su Querida Edwina. Este formato epistolar, utilizado por Jane Austen en Lady Susan y por otros autores ya clásicos como Francis Burney (Evelina), Pierre Choderlos de Laclos (Las amistades peligrosas) o Constance de Salm (Veinticuatro horas en la vida de una mujer sensible), resulta particularmente atractivo y centra la perspectiva de la historia en un único punto de vista, el de la redactora de las cartas. Es evidente que solo a través de la autora de las confesiones podremos conocer a los demás personajes y ser testigos de las diversas situaciones que se van sucediendo. Pero muy pronto conoce el lector de qué pie cojea la heredera.
La novela nos traslada a la época de la Regencia y nos adentra en un ambiente de clasa alta, en la campiña, que evoca clara e intencionadamente el entorno en el que se desarrollan las novelas de la admirada Jane Austen. En este sentido la novela no pretende retratar con rigor histórico una época, sino evocar la ambientación recreada anteriormente por otra escritora de ficción. La aparición en el texto, por tanto, de un par de anacronismos- la referencia al cartero, cuya figura no se había creado a esas alturas del siglo XIX o la extension de las cartas, como si fuese a encarecer su envío cuando era el destinatario no el remitente el que pagaba el servicio en aquella época, o la mención al monstruo del lago Ness con la imagen que popularizarían las presuntas fotografías de R. K. Wilson más tarde en 1934- estos anacronismos, digo, no tienen en el tono general de la novela la menor relevancia.
La protagonista-narradora de la historia, Lady Hawthornetone Wiiliamsmith, es una joven de dieciocho años, en edad casadera por tanto, con pretensiones y claras inclinaciones, respaldadas por la familia, a que el feliz acontecimiento de su boda se produzca lo antes posible. Vive con su peculiar familia en Paisley Manors rodeada de un sin fin de servicio atento a todas y cada una de sus numerosas necesidades. Las visitas, la liturgia del té, los bailes, cotilleos y la búsqueda de un futuro marido son la esencia de su lánguida existencia que, aunque con momentos de mortal paz, vive con alegría y cierta trascendencia. La hija del vicario vendrá afortunadamente, para ambas, a paliar en gran medida esta ociosidad dando a nuestra heredera, cual austeniana Emma Woodhouse, la excusa perfecta para convertirse en experta asesora en moda, literatura y relaciones y modos sociales. Así, entre su nueva labor de mecenas, los bailes de la nueva temporada social de Langfalls Upon Avon, la rivalidad con su "queridísima amiga Agnes" y los pretendientes varios que van surgiendo, con mayor o menor éxito, el tiempo va pasando de manera más ocupada y dando oportunidad al romance.
Confesiones de una heredera con demasiado tiempo libre quiere ser, en propias palabras de la autora, un homenaje (parodia diría yo) a Jane Austen y su mundo. Es evidente esta intento de cercanía a la obra austeniana en la ambientación, como decimos, la trama y los frecuentes guiños que se encuentran a las ya mencionadas Lady Susan o Emma, a Sentido y sensibilidad (cierto personaje, por ejemplo, con claras reminiscencias a Willoughby), a Orgullo y prejuicio (alguna mala primera impresión y malentendidos entre nuestra heredera y uno de los caballeros de la historia), a La abadía de Northanger (carácter ingenuo del personaje con una mente calenturienta inflamada con perniciosas lecturas),... además de las citas que inician cada uno de los capítulos/misivas. En cuanto al estilo no existe similitud alguna, ni intención de que así fuese, pues las autoras tienen modos de narrar bien diferenciados.
Humor, ironía, sarcasmo son la base sobre la que la autora ha construido su novela. Y este humor apenas deja sitio para nada más. Este humor del absurdo, que recuerda, por ejemplo, al de Jack Trevor Story en Pero, ¿quién mató a Harry? o al de Jardiel Poncela en las parodias de Sherlock Holmes, no deja posibilidad alguna a la verosimilitud o a la empatía con los personajes, que no acaban de tener entidad, y acaba convirtidos en arquetipos exagerados y al servicio del ingenio, por otra parte innegable, de la autora. Cada uno condimenta la ensalada como más le place. La autora lo ha hecho a su manera, cargándola de humor. A pesar de su disfrute, yo hubiese preferido ingredientes más variados, pero eso, ya se sabe, es cuestión de gustos.
Belén Barroso ha pretendido crear una obra ligera con vocación de entretener y lo ha conseguido. Su novela es un ameno divertimento que ofrece una lectura agradable y divertida envuelta, además, en una preciosa edición con ilustraciones de estilo vintage.