Y así fue que emprendimos un viaje por el hermoso –aunque a menudo inesperadamente complejo- terreno de la maternidad doble. Para seguir con la metáfora, pronto comprendimos que esa tierra era nuestro hogar. Pese a que también era el hogar de muchas otras mujeres, permanecía prácticamente indocumentado. ¿Dónde estaban nuestras guías? ¿Dónde estaban las historias de sus moradoras? Como madre biológica, tenía a mi disposición grupos de madres, asesoras de lactancia, a mi ginecóloga u a mi propia madre, todas ellas deseando darme consejos, apoyo y compartir historias similares a las mías sobre su iniciación como madres. ¿Pero dónde estaba la experiencia de mi mujer? ¿Dónde estaban las anécdotas de otras mujeres que, como Faith, habían optado por posponer o renunciar a dar a luz para ayudar a sus parejas femeninas a que ellas lo hicieran? ¿Dónde estaban los relatos de la vida doméstica, criando al hijo de otra mujer que también es el tuyo, pero de una forma completamente distinta? Faith las necesitaba. Yo las necesitaba. Y un día nuestra propia hija las necesitaría también. (Mi traducción. Harlyn Aizley en Confessions of the Other Mother).
Una madre del corazón es una madre no biológica. La expresión viene del propósito de evitar el empleo de una negación para nombrarnos, así como de otra utilizada previamente en el contexto de la adopción, en el que a los niños adoptados se les denomina hijos del corazón. Asimismo, al igual que cuando alguien adopta, la palabra corazón indica un deseo muy fuerte que otorga a estas madres –lo mismo que a los hijos adoptivos- la misma validez simbólica que a las biológicas.
Dicho esto, queda claro que ninguna de las dos madres lesbianas es más verdadera que la otra por lo que la pregunta que late muchas veces frente a una pareja de mujeres con un hijo, “¿cuál es la verdadera madre?”, queda completamente anulada y con ello todo tipo de justificaciones y de preguntas que no vienen al caso y que no se formulan nunca a una pareja heterosexual (aquí escribí más sobre este tema).
Las familias lesbianas desafían el concepto mismo de familia establecido por el sistema, al fundamentar sus pilares en el amor y no en la biología. Por supuesto, no son las únicas que lo hacen –heterosexuales rebeldes, gays y todo tipo de queers pueden seguir y de hecho siguen esta tendencia-, pero estoy escribiendo acerca de nosotras y no de otras familias.
Después de esta pequeña introducción, confesaros (que para eso he puesto este título) que tal vez este sea uno de esos posts difíciles que me salen del alma y que me cuesta mucho escribir porque lo personal, lo visceral, se mezclan con lo político y, como esto va de corazones, las letras me salen de muy adentro y las sensibilidades de esta que escribe y de muchas personas que me leen pueden verse afectadas. Incluso la de mi mujer, con quien tengo la suerte de poder dialogar sobre todo lo que sentimos, pero que esto no evita que el verlo escrito y ordenado no deje su alma un poco tocada.
Ella es la que está embarazada, por lo que sus vivencias de estos dos años que llevamos en el proceso coincidirán en ocasiones con las mías, pero en otras no. Muchas de las experiencias de las mujeres en estado están recogidas en libros y los grupos de preparación al parto (preparación que nosotras hemos hecho en Inanna, no nos cansamos de recomendarlo) también ayudan mucho. Otras de sus experiencias –como lesbiana embarazada o como mujer sometida a un duro proceso de reproducción asistida sin tener problemas de fertilidad, sino porque necesita el esperma- no aparecen en prácticamente ningún manual (al menos en España), como por ejemplo el hecho de que estar embarazada te haga pasar por heterosexual delante de todo el mundo y tengas que estar constantemente saliendo del armario con médicos, señoras del supermercado y tantas otras personas. Mi bruja tiene muchas cosas que decir sobre su experiencia, pero ella las dice a su manera y yo a la mía, que es mi blog.
Por fortuna, el tiempo que hemos intentado tener un hijo, así como su embarazo, no han hecho sino unirnos más. Por mi parte, el amor que siento hacia ella es más fuerte si cabe. La admiro, la respeto y no pasa un solo día que no me maraville su fortaleza, su cariño hacia mí y hacia ese bebé que crece dentro de ella, su buena cara incluso en los momentos en los que ha estado realmente molesta y su paciencia infinita hacia todos en momentos y personas que ha mí me han indignado o llenado de rabia. TE QUIERO BRUJA.
Pero como esta parte de mí, que es lo enamoradita perdida que estoy, ya la sabéis de sobra por este blog que a veces es tan cursilón, paso a escribir sobre eso de lo que quería hablar hoy: la soledad de las madres del corazón. A lo mejor estoy generalizando mucho y las hay que no sienten nada de lo que voy a contar, me encantaría que si es así participaseis en los comentarios de esta entrada contando vuestras experiencias. Al menos creo que verbalizarlo es un acto importante en esta sociedad donde estamos tan invisibilizadas.
Capítulo 1: Queremos ser madres
Queremos ser madres y por eso nos empezamos a informar. Nuestra prima Mamen nos presenta a una chica que lleva tiempo intentando ser madre soltera por elección y que está en una clínica de reproducción asistida que nos recomienda, así que pedimos cita allí.
Hemos decidido previamente que la primera en quedarse embarazada sea mi bruja, porque ella trabaja fuera y yo en casa, por lo que cuando le den la baja de maternidad podremos estar las dos con el bebé. Como queremos tener más de un hijo, la siguiente seré yo (así que en un futuro y si todo sale bien, estaré contando en La Letra Escarlata la otra cara de la moneda).
Puesto que en ese momento no estamos casadas, en la clínica yo soy la tipa que se sienta ahí mientras hablan a mi bruja y le hacen firmar papeles. Entonces nos empiezan a entrar los siete males porque yo no tengo ningún derecho, cuando nazca el bebé yo no soy legalmente nada para él, si a mi novia le pasa algo yo no tengo ninguna capacidad de decisión y todas esas cosas… Es por ello que decidimos casarnos. Siento que suene poco romántico, pero es así (luego la boda fue tan emocionante que nos alegramos mucho en otros sentidos, pero en un primer momento la decisión se tomó por eso).
Me parece indignante que una pareja heterosexual no necesite estar casada para inscribir a un bebé a nombre de los dos, sin hacer ningún tipo de prueba de paternidad al hombre, y en cambio nosotras tengamos que llevar, el día del registro, prueba de que estamos casadas y de que el bebé ha sido concebido por reproducción asistida (porque esa es otra, en España tiene que ser por reproducción asistida, si no, olvídate de que legalmente sea hijo de las dos aunque estéis casadas), y luego, claro, depender de que el funcionario del Registro que te atienda esté informado y no te ponga pegas porque no tiene ni idea del tema y tengas que montar allí, en los días que se supone que tienen que ser tan felices porque ha nacido tu bebé, el pollo del año.
Los tratamientos de reproducción asistida son muy duros para la persona que los sufre en sus propias carnes: hormonación, abrirte de piernas delante de alguien todas las semanas, la medicalización de algo tan poco médico como crear un bebé… por no decir que cada intento se vive como un embarazo, porque te tienes que cuidar igual, y cada resultado negativo se siente casi como un aborto. En fin, que a lo tonto mi bruja es como si llevara dos años embarazada.
¿Y para mí, su mujer? Esperas nerviosas y decepciones compartidas con ella con cada resultado negativo y, personalmente, mucho guardado en mi interior (miedo a que nunca lo logremos, miedo a que se nos acabe el dinero, miedo a que ella se harte del proceso y quiera dejarlo, miedo a que sufra, a que le hagan daño o a que tanta hormona afecte a su salud) para que ella no me lo notase y poder animarla. También la frustración de no poder darle yo ese esperma, que no tiene nada que ver con querer ser un hombre, sino con la rabia de tener que depender de un pedazo de negocio boyante como es la reproducción asistida. Y por supuesto, las preguntas, las preguntas de la gente que dice padre en lugar de donante, que se mete con cosas tan íntimas que no sabes ni cómo pararles los pies, que no lo hace con mala intención pero que no son capaces de ver tus fantasmas…
Y también ilusión, claro, porque aquí estoy contando solo lo negativo, pero en todo momento ha habido una magia especial, la de la perspectiva de ese ser abstracto con el que soñamos y de estar dispuestas a amarlo juntas. Esas noches en vela hablando del futuro, esa anticipación emocionante que nos hacía apretarnos la mano con fuerza.
Capítulo 2: La mujer invisible
En este post escribí acerca de la terrible experiencia que supuso la fecundación in vitro de mi mujer. Poco me imaginaba yo que el trato recibido aquél día fuera un aviso de todo lo que iba a vivir a continuación como madre del corazón.
Qué ilusas fuimos, pensábamos que con casarnos el trato discriminatorio acabaría, que todo el mundo se dirigiría a mí del mismo modo que lo hacen con los maridos, que a ese respecto no tendríamos ya que preocuparnos más.
Un inciso para decir que, aunque ahora vaya a contar aspectos negativos de muchos médicos, también nos hemos encontrado en este camino con profesionales cariñosos y respetuosos de los que siempre me acordaré. Incluso supongo que muchos de los que nos han hecho “feos” simplemente carecen de herramientas para hacerlo mejor y lo que deben hacer es aprenderlas, pero que tal vez no tenían tan mala intención como parecía. Admiro a los doctores/as y enfermeros/as en general, son gente que se pasa muchas horas al día ayudando a la gente.
Pero en fin, como os contaba, madre mía, ahora lo pienso con una sensación similar a la ternura que inspira la inocencia de los niños… ¡qué ilusas éramos! En ninguna consulta, aunque me haya presentado como la mujer de la embarazada, han parecido oírlo. Nunca me han mirado, todo se lo explicaban a mi bruja, todo se lo preguntaban a ella, han llegado hasta a hablarle de “tu marido” estando yo delante… No me han dicho nada, ni agradable ni ofensivo, simplemente me han ignorado por completo. Vamos, que he sido tan invisible que he podido hasta ponerme a grabar las ecografías con el móvil aunque no estuviese permitido, porque directamente no me veían. Tal vez no os lo creáis, es una sensación muy extraña, llegué a pensar muy en serio ponerme a cantar a voz en grito o a quemar mi sujetador con el pleno convencimiento de que seguirían sin mirarme, como si hacerlo les convirtiera en estatuas de sal. Así ha sido hasta el día de hoy, en que mi bruja está embarazada de siete meses.
En enero nos enteramos de que por fin lo habíamos conseguido. Hubo quien le dio la enhorabuena solo a ella. Hubo quien nos la dio a las dos.
Y después de eso, los ¿qué tal estás? van casi siempre dirigidos a ella.
No me malinterpretéis, es ella la que se está llevando lo peor: náuseas, ciática, un bombo con el que cargar en los calurosos días de verano… Pero yo también necesito voces amables que me pregunten qué tal lo llevo y qué siento.
El papel de la pareja de una embarazada, sea hombre y mujer, debe ser el de ocuparse de toda la logística para que ella pueda ocuparse de estar sana y de que el bebé lo esté. Por ejemplo, la tarea de hacer la comida es fundamental porque es una forma de alimentar y cuidar tanto a ella como a nuestro bebé. También limpiar la casa, hacerle masajes… yo lo he hecho todo encantada porque así me he sentido partícipe del embarazo y no una mera espectadora.
Puesto que yo también soy una mujer, su revolución hormonal ha afectado mi cuerpo y mi alma. Pero yo soy la cuidadora y en cierto modo, la cheerleader emocional de la pareja en estos momentos, con lo que muchas veces he tenido que ignorar mis propios sentimientos y miedos para poder ayudarle a ella a sobrellevar los suyos, puesto que todo lo que pase en su cuerpo, le está sucediendo también al bebé. Y porque bastante tiene ella ya, mi pobre brujita…
Hasta que llega un momento, de cuando en cuando, en que alguien me dice una palabra suave y amable, y entonces me echo a llorar como una magdalena porque no me había dado cuenta de lo mucho que necesitaba oír algo así, ser reconocida. Porque de pronto me doy cuenta de que he construido una coraza de esposa valiente y no he sabido recurrir a mi gente ni mi gente ha sido consciente de que tenía que saltar el muro que yo había levantado sin darme cuenta. Y es que el miedo y el cansancio y todas esas cosas que no debes decirle a tu pareja en ese momento, son para hablarlas con las personas cercanas y no para guardarlas dentro.
Cultural y socialmente, el papel del marido de una mujer embarazada está reconocido y es más fácil que encuentren apoyo, pero el de mujer de una mujer embarazada, ese poca gente lo entiende y como en tantas otras cosas, nos convertimos en pioneras sin comerlo ni beberlo.
Para colmo, claro, tienes las mismas preocupaciones que cualquier futura madre: ¿lo estamos haciendo bien? ¿qué debe comer una embarazada? ¿y si lo perdemos? ¿qué significa esto que está sintiendo mi bruja, es algo malo? ¿cómo evitar las náuseas? Bla, bla, bla… Buscas información en libros y revistas y ¡sorpresa! Nada es neutro, NADA. En todos los artículos y tratados se habla de “el futuro papá” y de “tu marido”. Te vuelves una experta en ignorarlo, en encajar tus experiencias en las de esa pareja de chico y chica tan feliz de la foto y te preguntas: ¿pero qué les cuesta poner “la pareja (si la hay)”? Simplemente eso y el texto se vuelve universal y lo pueden leer mujeres con parejas hombres, con parejas mujeres o sin pareja.
En cierta ocasión escribí a la revista Embarazo Sano contándoles que me gustaba mucho la información que daban, pero que echaba de menos que hablasen de otro tipo de familias. Mi carta empezaba: “Me llamo Hester y estoy esperando un hijo, pero no estoy embarazada…” Fue carta del mes y me tocó un feeding bowl de Playtex (no me preguntéis que es esto porque aún no me ha llegado y bastante tengo ahora con aprenderme las tallas de ropa de bebé), pero dos números más tarde, siguen haciendo exactamente lo mismo.
Capítulo 3: Futuro cercano
-Miedo 1: cuando vaya con mi mujer el día que vaya a dar a luz, ¿nos tratarán bien? ¿Tendré también ese día, que se supone que es tan feliz, que luchar para no ser invisible y que estar dando explicaciones todo el rato sobre qué hago allí? Supongo que no, porque hemos escogido un hospital donde parece ser que el protocolo tiene en cuenta a las “otras familias”. ¡Crucemos los dedos!
-Miedo 2: ¿lo sabré hacer bien en el parto? ¿sabré ayudar a mi bruja y soportar su sufrimiento?
-Miedo 3: ¿Qué sentirá mi bruja cuando yo diga que soy la madre de ese bebé, siendo ella la que ha pasado por la experiencia del parto? ¿tendrá alguna sensación negativa que ahora no se imagina, o ganas de poseer ella sola ese título?
-Miedo 4: los primeros meses, mi bruja dará el pecho a demanda a nuestro bebé, porque las dos creemos que es lo mejor. Eso significa que pasarán muchas horas juntas estableciendo su vínculo. Al principio habrá muchas visitas –lo cual es una suerte, a nuestra hija la va a querer un montón de gente- que también querrán cogerlo en brazos. ¿Sabré yo establecer el vínculo con mi pequeña en ese tiempo, me querrá, me reconocerá?
-Miedo 5: ¿tendremos algún problema en el Registro Civil?
Son temores que pueden resultaros algo absurdos. Además, está en mis manos hacerme respetar en el hospital o en el Registro, por ejemplo. Pero comprendedme, en ocasiones me veo débil y exhausta después de todo lo vivido. Creo que vomitar todo esto es, además de un acto político de visibilidad, una forma de quitármelo de encima para recobrar las fuerzas. ¡Que solo quedan dos meses! Estoy emocionada y feliz pese a este post algo sombrío, creedme.
Debajo, una pequeña guía para mamás del corazón.Guía para mamás del corazón
-Intenta conocer a otras madres del corazón para compartir experiencias. Por ejemplo, en la clínica de reproducción asistida, echa un vistazo a la gente –con el gaydar activado- para reconocer a alguna pareja bollo. Nosotras lo hicimos y ahora tenemos dos amigas maravillosas que también van a ser mamis.
-Busca una asociación de familias homoparentales. En Madrid, por ejemplo, está GALEHI. Es otra forma de compartir experiencias y sentir que no estás sola en el complejo camino de la bollomaternidad.
-Busca una preparación al parto inclusiva, donde reconozcan tu papel, ya sea en un hospital público o privado. Nosotras estamos felices con Inanna, totalmente lesbian-friendly.
-Desconecta en lugares donde te sepas reconocida y querida. Mi lugar de escape, por ejemplo, es Entredos.
-Lee blogs escritos por otras bollomadres. Aquí en La Letra Escarlata hablo mucho de mis experiencias como tal, pero hay muchos otros que encontraréis en mi blogroll.
-Yo he encontrado tres libros que me han ayudado muchísimo, pero están en inglés. Sin duda, deberían ser traducidos para todas. Si manejáis este idioma, no dudéis en haceros con ellos, sobre todo con el primero:
1-The New Essential Guide to Lesbian Conception, Pregnancy & Birth, por Stephanie Brill (Ed. Alyson Books)
2-Confessions of the Other Mother. Nonbiological Lesbian Moms Tell All!, editado por Harlyn Aizley (Ed. Beacon Press)
3-For Lesbian Parents, por Suzanne M. Johnson y Elizabeth O’Connor (Ed. The Guilford Press).
-Otros libros no dirigidos específicamente a lesbianas pero muy útiles para ponerse en la piel de tu mujer embarazada y saber ayudarla, o llevar a la práctica los consejos de apego con el bebé que recomiendan:
1-La revolución del nacimiento, por Isabel Fernández del Castillo (Ed. Granica)
2-Amar sin miedo a malcriar, por Yolanda González Vara (Ed. RBA)
3-Qué se puede esperar cuando se está esperando, por Heidi Murkoff (Ed. Medici)Además de vuestras opiniones, siempre bienvenidas, podéis aprovechar la sección de comentarios para recomendar otros lugares, asociaciones, libros, etc. que penséis que pueden ser útiles para las madres del corazón. ¡Gracias!