Especialmente en estos momentos que estamos viviendo de tanta inseguridad hacia todo y hacia todos, estoy convencido de que uno de los valores positivos que ha de prevalecer sobre el resto es la CONFIANZA. El significado de esta palabra, según el diccionario de la RAE, es muy elocuente “esperanza firme que se tiene de una persona o cosa”.
La confianza es un valor que se consigue tras mucho esfuerzo y es muy fácil perderla. Una vez perdida, es casi imposible recuperarla, por ello, es un bien tan preciado que hemos de cultivar todos los días y a todas horas.
La confianza es la llave
Normalmente, la confianza se obtiene no sólo diciendo lo que uno puede o quiere hacer, sino haciéndolo realmente, con coherencia, de este modo los posibles errores cometidos en el proceso serán perdonados, pero la confianza seguirá intacta.
Las relaciones comerciales al igual que las humanas se basan en una confianza no defraudada. El buen comerciante lo sabe:un cliente insatisfecho es un cliente perdido, además difundirá su malestar a otros posibles clientes. La buena imagen de un establecimiento se logra cumpliendo lo pactado, respondiendo a las expectativas, en definitiva no defraudando.
Aquellos distribuidorees que se ganan la confianza de sus clientes, han recorrido mucho camino hacia el éxito comercial, para ello, han de pensar y actuar según los parámetros que dicten sus clientes, entonces sí estarán orientados hacia el cliente, no antes.
No obstante, ahora, debido a la complejidad de la situación económica y social actual, muchos distribuidores no piensan en la generación de confianza hacia sus clientes, sólo piensan en la inmediatez de los resultados comerciales, sin una estrategia clara de vocación de servicio hacia el cliente, primando precio frente a valor. Estos distribuidores estarán muy expuestos a la competencia, cambios de hábitos de consumo, ciclos económicos…ya que el cliente, no sabe qué puede esperar de ellos, le generan dudas, pues no han ganado su confianza.
Por supuesto que hay personas fiables y pueden/deben aportar mucho a las organizaciones que representan, su entorno sabe y confía en que ellos no les fallarán, son personas confiables.
En el polo opuesto se encuentran las personas no fiables, las cuales pueden contaminar de “efectos tóxicos” a las empresas en las que trabajen, su contexto no será proactivo hacia la consecución de acuerdos, ya que generan incertidumbre.
Dejo para vosotros, como ejercicio final, el reflexionar sobre ejemplos de personas tanto confiables como no fiables y comparar los resultados de ambas. Espero que estéis rodeados de las primeras, aportan mucho más.
“Si uno quiere despertar confianza, debe ser digno de confianza”. Stephen Covey