Hay veces que te entiendes a la primera con el cliente, y otras que sabes a la primera que no funcionará. Es cuestión de feeling, en castellano sintonía. Se da o no se da. Y tampoco es imprescindible que se de en todos los eventos, pero sí bastante recomendable.
La sintonía es en gran parte, responsabilidad del organizador. Es una cualidad de las que debe poseer: capacidad para saber si sabrá interpretar las necesidades del cliente y ejecutarlas.
A veces nos encontramos con clientes que no saben lo que quieren, y no sólo no lo saben, si no que quieren hacerte creer que tú tampoco lo sabes. Son inseguros, no tienen capacidad abstracta para imaginar ni tampoco capacidad oral para explicar. Es verdad que esto complica mucho el entendimiento, pero también es muy útil para calificar al susodicho.
No sabe lo que quiere, pero tampoco se fía de que tú puedas llegar a adivinarlo. Entonces te cuestiona, te pone a prueba continuamente y te llega a exasperar. Con este tipo de cliente difícilmente llegaremos a buen puerto. Ya se sufre bastante de por sí, como para tener que estar luchando contra quien debería formar equipo contigo.
Pero no todo está perdido. Si conseguimos cultivar la cualidad más difícil de todas, la de generar confianza, este cliente indeciso y dubitativo se dejará llevar, sabrá que harás lo que más le conviene y sólo habrá que ajustar pequeños detalles.