A veces oía gritos acompañados de un taconeo incesante propio de un caballo percherón. He llegado a escuchar un karaoke a pleno pulmón mañanero y entre las sombras de los visillos me ha parecido ver las más simples y sorprendentes coreografías.
De no ser por mi poca atracción a las drogas podría asegurar que algún traje confeccionado con mortadela o carne de cerdo ha sido paseado con altanería insultante por el pasillo del bloque. Pero lo que me ha aclarado y abierto la mente, ha sido ese pelucón rubio que con tanto desparpajo y poca vergüenza pasea por las calles del barrio. Ahí lo vi claro. Confirmado: el cabrón de mi vecino es Lady Gaga.