El programa “Veredicto” que presentó Ana Rosa Quintana en Tele-5 en los años 90 me gustó mucho. Lo ponían cada día a las 15 horas. Eran casos simples de la vida diaria pero con una peculiaridad, los personajes eran reales y el juez también. Se trataban temas menores (litigios o disputas cotidianas) pero el juez (un magistrado jubilado) tomaba la decisión acorde con la ley aunque ante el público que, a modo de tribunal popular, votaba con unas bolas de color puestas en una balanza. Pude ver alguno y me sorprendía la discrepancia entre la "ciudadanía y el juez". Me di cuenta que formar parte de un jurado no ha de ser fácil (y menos después de la película "Doce hombres sin piedad").
Ayer iba a la consulta con mi esposa por una calle con aceras muy estrechas. En una esquina topamos con dos chicas. Una de ellas llevaba una Blackberry en la mano y se le cayó sobre el asfalto con tan mala fortuna que se abríó, saltó la tapa y, la batería desapareció por la rendija del desagüe pluvial o alcantarilla. No había posibilidad de recuperarla. Suerte que no desapareció el móvil. O sea que se quedó con el móvil completo y sin batería. Es una terrible situación para una jovencita ya que quedaba aislada de su mundo. Ella argumentó que le debíamos pagar la batería al haberle golpeado la mano aunque fuera sin intención. Con buenas palabras me negué recordando alguna sentencia del magistrado Diego Rosas Hidalgo que intervenía en el programa Veredicto. Vean el famoso caso de Las Cochinas y, para evitar una situación igual, siempre llevo el móvil colgado de una cinta.