Revista Cultura y Ocio

Confórmate

Por Daniel Vicente Carrillo
Al ojo sano le cumple ver todo lo que es posible ver, y no decir: "Quiero el verde". Pues esto es propio del que padece oftalmía. Y el oído y el olfato sanos deben estar preparados para todo lo que sea posible oír u oler; el estómago sano, estarlo finalmente para todo lo que se pueda comer, como la muela para todo cuanto por constitución es susceptible de ser molido. Por consiguiente, la inteligencia sana debe estar preparada para todo lo que acontezca, y la que dice "que se salven mis hijos" o "que alaben todos lo que haga", es el ojo que busca el verde, o los dientes que buscan lo blando.

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También el que persigue los placeres como un bien y rehuye las fatigas como un mal es impío, pues es obligado que uno así haga muchos reproches a la naturaleza común por haber distribuido contra el merecimiento entre malvados y buenos, dado que muchas veces los malvados encuentran el placer y consiguen aquello que lo produce, y en cambio los buenos caen en el dolor y aquello que lo produce.

Todavía, el que teme las fatigas temerá un día lo que haya de ocurrir en el mundo, y esto ya es impío. Y el que persigue los placeres no se librará de cometer injusticia, y esto es claramente impío. Es preciso, frente a aquello ante lo que la naturaleza común se muestra indiferente (pues no habría creado a uno y otro si no se mostrase indiferente frente a uno y otro) que, frente a esto, los que quieran seguir a la naturaleza y estar de acuerdo con ella permanezcan indiferentes. Así pues, quienquiera que frente al dolor y el placer, la muerte y la vida, la gloria y la infamia, de las cuales la naturaleza universal hace un uso indiferente, no se comporta indiferentemente por su parte, está claro que es impío.

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Cada cosa ha nacido para algo: el caballo, la vid... ¿De qué te extrañas? También el sol dirá: "He nacido para determinada tarea", y los restantes dioses. Y tú ¿para qué? ¿Para gozar? Mira si esta idea se sostiene.

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El dolor, o es un mal para el cuerpo, en cuyo caso que lo manifieste él, o lo es para el alma. Ahora bien, a ella le cabe velar por su serenidad y su calma propias, y no imaginar que es un mal. Pues todo juicio, impulso, deseo y rechazo están dentro, y ahí no asciende ningún mal.

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La inteligencia libre de pasiones es una fortaleza. Pues nada más firme posee el hombre en lo cual refugiarse y continuar inexpugnable. El que no ha visto esto es un ignorante. El que lo ha visto y no busca su cobijo es un desdichado.

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Es vergonzoso que en una vida en que el cuerpo no se rinde tu alma se rinda la primera.

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No merezco causarme pena a mí mismo, pues jamás la he causado a otro voluntariamente.

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Hazte cuenta de que todo el que se aflige o muestra su desagrado con lo que sea es semejante a un cerdo al ser sacrificado, que patalea y gruñe. (...) Sólo al ser racional le ha sido dado seguir voluntariamente los acontecimientos, pues seguirlos sin más es obligatorio para todos.

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Para la piedra que se arroja hacia arriba no es ningún mal bajar ni ningún bien subir.

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¿Quién te ha dicho que los dioses no nos ayudan también en lo que depende de nosotros? Comienza, pues, a rogar sobre estas cosas, y verás. Ése pide: "¿Cómo me acostaré con aquélla?". Tú: "¿Cómo dejaré de desear acostarme con aquélla?". Otro: "¿Cómo me desharé de aquél?". Tú: "¿Cómo no necesitaré deshacerme?". Otro: "¿Cómo no perderé a mi hijo?". Tú: "¿Cómo no temer perderlo?". En una palabra, dirige en este sentido tus plegarias y mira a ver qué pasa.

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Toma sin orgullo, abandona sin esfuerzo.

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Total, si existe la divinidad, todo está bien; si se trata del Azar, no seas tú también azar.

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O vives aquí y ya te has acostumbrado, o te sustraes fuera y eso querías, o mueres y terminaste tu misión: fuera de esto no hay nada. Por lo tanto, ten buen ánimo.

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Aguarda, pues, hasta que te familiarices tú mismo con estas cosas, como un estómago fuerte asimila todos los alimentos, como el fuego brillante convierte en llama y resplandor propios lo que le echas.


Marco Aurelio

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