Estoy empezando a sentir una profunda y fuerte admiración por la ironía y el sarcasmo. Considero que son el elemento clave, vital y el “pan de cada día” de las personas con recursos, con talento, con una mente amplia capaz de albergar la maldad y mostrarla como bondad pura.No confundamos la valiosísima capacidad del sarcasmo con la vil y baja mentira. Para distinguirlo haremos un pequeño ejercicio de reflexión básico y sencillo: Pensemos en Esperanza Aguirre, la presidenta del PP en Madrd, expresidenta de la Comunidad de Madrid; aparca mal en plena Gran Vía y cuando la van a multar se da a la fuga y en el proceso tira al suelo una moto de uno de los policías. Ella dice que no desobedeció a las órdenes de los policías, que no tiró la moto por escapar y que no se fue antes de que le hicieran la multa. Bien, esto es una mentira.Por otro lado, tenemos un intento de engaño y falsedad que se queda cojeando entre la falacia y el registro estadístico: el paro ha descendido. Es cierto, es real. Esto colisiona inexorablemente con el dato de que la pobreza laboral crece y crece sin techo, sin límite. Entonces, el paro desciende pero a pesar de tener trabajo, no alcanzamos a llegar a final de mes. El paro desciende y la pobreza aumenta: falacia de mejora del país basada en un registro estadístico que se opone a la verdad latente de pobreza infantil (segundos después de Rumanía). Por último tenemos la ironía… Ojalá pudiera hacer un esbozo claro de lo que es el sarcasmo, pero entre tanta aseveración que nos regalan nuestros gobernantes se me ha atrofiado la capacidad de reacción, me he saturado con tanta sonrisa de Mona Lisa y tanta mejora y crecimiento económico me apabulla, me devuelve la fe en el Estado, me deja extasiada. Aunque seguro que con la nueva ley de educación de Wert recupero mis habilidades, despierto, espabilo y aprendo a aplicar los conocimientos teóricos a la vida práctica como lo desvela el Informe PISA.