Alfredo Pérez Rubalcaba acaba de insistir en que el PSOE debe girar a la izquierda y subir los impuestos, desde los ecológicos hasta los de las grandes fortunas, y combatir el capitalismo financiero.
Son las tradicionales demandas izquierdistas, pero inalcanzables ahora: la globalización facilita llevarse los patrimonios a donde deseen sus propietarios.
Rubalcaba reconoce inspirarse en François Hollande, pero no dice que los capitales ya están huyendo de Francia. Se van incluso los menos multimillonarios, sus estrellas de cine.
En España, temiendo algo parecido, el arquitecto Calatrava acaba de llevarse 32 millones de euros a Suiza, país donde no afectaría la hipotética unificación fiscal de la UE en la que confía Rubalcaba para evitar las fugas españolas.
Felipe González ve más claro cómo es el mundo actual. Hace unos días decía que el partido que construyó casi desde cero, y con el que gobernó catorce años, debe mirar al centro y no dejarse llevar por el izquierdismo infantil estilo 15M.
En otro lado más realista están otros veteranos socialistas a los que olvidó y quizás desprecie ahora su partido, pero que conservan el exitoso espíritu pragmático del primer González: Joaquín Leguina, Nicolás Redondo Terreros, Paco Vázquez y Rodríguez Ibarra.
Representan a los militantes que rechazan el apoyo del PSOE socialismo nacionalista catalán, cercano al secesionismo, y a la prohibición del castellano como lengua escolar parcial, que está resultando tan autoritaria como la oposición del franquismo al catalán.
Además, en un país crecientemente hostil a la superabundancia de políticos y sus prebendas, el actual PSOE no propone su gran baza: la regeneración de la política.
Comenzando con la masiva eliminación de cargos y estamentos en las distintas administraciones, algo que ya plantea el Gobierno del PP, aunque quizás resulte un escaparate sin fondo.
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SALAS
Foto de portada por: Psoe de Andalucía