Cuantos de nosotros, los niños que crecimos en los 80 y 90, hemos disfrutado como enanos con las primeras videocámaras domésticas que llegaron al mercado. En mi caso tuve la suerte que, como ya he contado en alguna ocasión, a mi padre le encantaba la tecnología. Así que en 1990 ya teníamos una Panasonic rodando por casa. La de horas de videos familiares que hemos llegado a grabar! Mi madre debe de tener todavía cintas de 4h repletas de momentos únicos e irrepetibles.
Pero lo curioso es que con mi hija prácticamente no estoy grabando nada en video. Si, miles de fotos, pero videos casi nada. Tal vez me arrepienta en un futuro, cuando ella ya no quiera saber nada de mi como padre, cuando añore sus besos y abrazos. Pero sigo dándole vueltas a mi cabeza analizando en qué momento tomé esa decisión de dejar de grabar, si fue una decisión meditada o inconsciente.
Creo que fue durante el viaje de novios cuando usé la cámara por última vez. A la vuelta tuve la sensación de haberme perdido todo el viaje, ya que sólo recuerdo lo que quedó grabado en la cinta.Tal vez fue esa sensación la que me hizo cambiar el chip, tomar una nueva actitud frente al hecho de registrar los buenos momentos de mi vida.
El día que tu hija da sus primeros pasos puedes hacer dos cosas: correr a por la cámara para grabarla, o bien prestas atención a tu hija desde el primer momento por si necesita tu ayuda o por si da su primer pasito sin que tú lo veas.De qué sirve grabarlo en video? Cuantas veces volverás a ver ese video en toda tu vida? Te imaginas que por buscar la cámara te hubieras perdido sus primeros pasos?
Hay que decidir si queremos vivir de recuerdos experimentados en primera persona o bien de recuerdos grabados o fotografiados. Que en muchas ocasiones realmente los guardamos así para luego enseñarlos y presumir ante la familia y amigos.
No grabé a mi hija cuando dió sus primeros pasos, ni cuando dijo Papá por primera vez. Ni cuando le salió su primer diente, ni cuando le cortamos el pelo por primera vez. Pero te aseguro que lo recordaré toda mi vida. En esos momentos tenía mis 5 sentidos puestos en ella y puedo recordar si era de día o de noche, qué ropa llevaba, donde estábamos y cuantas personas había allí. Es lo mismo que sabría al verlo en un video, pero si lo hubiera hecho sólo recordaría las imágenes que guardé, no las sensaciones que experimenté.
Digo ésto porque muchos amigos, padres novatos, me preguntan sobre una buena cámara de video para grabar a sus hijos. Siempre les doy la misma respuesta: no te la compres. En lugar de grabar, vívelo. El que no esté allí para verlo se lo pierde. No castigues a los amigos con videos del niño comiéndose la papilla. Quien tiene hijos ya ha visto a un niño comiendo papilla y el que no los tiene no le interesa en absoluto.
Quizás cuando la memoria comience a jugarme malas pasadas eche de menos tener un video para recordar ese momento. Pero la vida ha diseñado ese sistema para que no nos volvamos locos en los últimos años de nuestra existencia. Dejemos que la naturaleza haga su trabajo.