Emprendiendo
Emprender se ha convertido en la palabra por excelencia en la última mitad de década; la idea ahora no es que, una vez finalizados tus estudios, busques un trabajo, sino que emprendas.
Un claro ejemplo de la ferviente dedicación a este término es el cambio de asignatura de Calidad y Mejora Continua de los Ciclos Superiores por Empresa e iniciativa emprendedora. Esto sin mencionar la continua insistencia, no sólo por parte de las instituciones públicas e incluso el propio profesorado.
Emprender es, sin duda alguna, una acción prometedora, reafirmante, retadora, que puede llevar a una persona joven al éxito a la realización personal. Sin embargo, es bastante irónico que sea ahora, y no antes, el momento en el que el mundo entero parece confabularse para que la gente emprenda. Mi visión personal del significado oculto de esta insistencia es: «Arregla lo que yo no he podido».
Estoy seguro de que hay noble intenciones detrás de esos ánimos a emprender. Pero, ¿no tendrá algo que ver la escasa o nula salida profesional actual, independientemente de la carrera que elijas? ¿O un sistema educativo mediocre que no se adapta a los estándares europeos? O, finalmente, ¿la falta de empleo debido a la crisi económica?
Incentivar el emprendizaje bajo estos pretextos, en mi opinión, es equiparable a fomentar la independencia e individualismo de tu hijo (unos valores muy nobles), porque, a raíz de una gestión fatal de la economía de tu hogar, no puede sustentarlo más. Y, así, le animas a que, con 16 años, se «descubra a sí mismo» y «desarrolle nueva ideas».
Obvio es que esto tendría un riesgo, y lo mismo sucede con el emprendizaje. Se nos pide, se nos anima a que nos tiremos, con los ojos vendados, a una piscina de la cual nos llegan los sonidos quejidos de nuestro compañeros estrellándose contra el marmóreo fondo; la piscina no tiene agua. Ni socorrista, ni salvavidas.
Arquímedes
Tan sólo para trabajar como autónomo, el «emprendedor» ha de pagar sus religiosos casi 300€; esto sólo de salida, sin tener en cuenta las gestiones legales. Y esto, de nuevo, únicamente para «poder hacer» legalmente. ¡Que más dará que sus beneficios sean nulos!
A todos nos gustaría emprender. Todos tenemos ideas maravillosas que queremos ver realizadas. Pero, señores, no somos una tirita; somos responsables de las propias consecuencias nuestro actos, no de los suyos. Provéanos de las herramientas necesarias, del marco necesario, en lugar de fútiles ánimos y estadísticas, y entonces, emprenderemos.
Arquímedes bien lo explico: «Dadme un punto de apoyo, y moveré el mundo»