Las redes sociales (online y offline) y la capacidad innata de colaborar entre las personas pusieron en el candelero a las organizaciones sin organización. Es decir, grupos de personas alrededor de un objetivo común, que sirvieron de base para el libro de Clay Shirky "Here comes everybody". El 15M pasará a la historia como uno de esos movimientos basados en la fuerza de la colaboración espontánea, en su capacidad de adaptación a la realidad y en la inexistencia de jefes o líderes (al menos aparentemente). Uno de los aspectos que mas llamó la atención fue la postura de las organizaciones representativas tradicionales en España (partidos políticos y sindicatos), que vieron como muchos ciudadanos las rechazaban alegando falta de representatividad. En algún caso se vieron obligados a "copiar" ideas del 15M (movimiento definido como asindical y apartidista) y a apoyar iniciativas para no quedarse fuera de juego.En el mundo sanitario, la inmensa mayoría de las organizaciones representativas por excelencia (colegios profesionales y sindicatos) todavía no han llegado a eso. Y salvo algunas ideas o peticiones surgidas de los profesionales que han sido apoyadas parcialmente, la mayoría sigue sin escuchar atentamente lo que se dice en las redes y en la calle y en los centros sanitarios (y no nos referimos exclusivamente a la marea blanca). Un buen ejemplo es el reciente pacto firmado entre los colegios de médicos y enfermería, algunos sindicatos y el ministerio de sanidad, que no ha tenido una gran acogida en las redes sociales.El problema es que las estructuras de poder (políticos y administración) solo hablan con esas organizaciones, sin preguntarse si las ideas que defienden coinciden con las de la mayoría o si sólo se dedican a luchar por su propia supervivencia. Sin embargo, la propia ley es la que obliga al gobierno a escuchar a dichas organizaciones ya que se supone que representan a todos los profesionales, más por mandato legal que por liderazgo real. Lógicamente, la existencia de una gran mayoría silenciosa impide en ocasiones conocer la opinión de muchos profesionales. ¿Existen formas alternativas de hacerse escuchar? ¿Representan realmente las organizaciones "oficiales" a los profesionales? ¿O al menos a una mayoría de ellos? ¿Obtendrá algún resultado una organización alternativa o debe ceñirse al cauce oficial? Si tuviéramos la posibilidad de tener diversos interlocutores, quizás la variedad restara valor a la unidad, permitiendo igualmente que cualquier grupo pequeño de profesionales pudiera luchar por intereses más personales que colectivos. ¿Cómo es posible recoger las necesidades de (casi) todos sin llegar a defender o promover medidas que beneficien solo a unos pocos? ¿Cómo diferenciar la (justa) reivindicación de los que no se ven "beneficiados" tras una medida política del (legítimo) principio democrático de buscar el beneficio de la mayoría?Una forma interesante de verlo la encontramos en este fragmento de la serie The Newsroom en el que el presentador de las noticias Will McAvoy entrevista a una "portavoz" del movimiento Occupy Wall Street.