Sin embargo, es mucho más que eso, porque en realidad no se trata simplemente de una muñeca sexual. Samantha es el resultado de los trabajos de Sergi Santos, un ingeniero electrónico con vocación humanista, que ha sabido ver que el siglo XXI es "el siglo de la integración", y lo ha demostrado con este proyecto, en el que utiliza la anatomía de una muñeca sexual para implantarle un cerebro, sensores, y capacidad de reaccionar emocionalmente al tacto.
En todo eso, "humanista" es una palabra clave. Él mismo, cuando le preguntamos por qué decide invertir su energía y su tiempo en crear a Samantha, nos lo explica: "Aunque estudié ingeniería electrónica, desde muy joven he tenido siempre un gran interés por las Humanidades; siempre me ha interesado la filosofía y la psicología, y eso ha jugado un papel esencial en en este proyecto". Un poco escéptico frente a otros robots humanoides demasiado pequeños y que le parecen "de juguete", decidió emplear un cuerpo con apariencia verdaderamente humana, tras hacer un estudio de mercado y comprar unas quince muñecas de diferentes distribuidores.
Más adelante, implantará funciones más avanzadas, a través de lo que él considera "un aparatito pequeño que entiende unas 2000 palabras", es decir, una capacidad de conversación ."Para fortalecer la interacción -nos explica-, para minimizar fallos, he hecho que Samantha no haga nada a no ser que esté 100% segura de que se lo has pedido. Y a veces, como medida extra de seguridad, preguntará para asegurarse". El tercer paso será implantarle "un código moral, de manera que cuando se le hable, le cambie la personalidad" en función de sus propios valores. Empieza a quedar verdaderamente claro que Samantha es mucho más que una muñeca sexual.
"Es evidente que esto va a vender; lo sabe todo el mundo"
Cuando se le pregunta por sus perspectivas de mercado se muestra muy franco, casi desafiante: "Si piensas bien esta pregunta, casi ni tendrías que hacerla: es evidente que esto va a vender. No hay duda: lo sabe mi madre, lo sabe mi hermana, lo sabes tú y lo sabe todo el mundo". Sin embargo, sus previsiones de enriquecimiento personal son mucho más modestas, si es que existen: "Quizá el que menos se va a enriquecer soy yo, porque yo estoy publicitando esta idea y la estoy enseñando a los medios, pero puede venir una empresa grande y diferente, empezar a comercializar algo similar y yo me quedo sin ganar nada".
"Todos quieren ver el orgasmo"
Cuando nos interesamos por saber si Sergi Santos ya ha recibido ofertas firmes de alguna empresa que quiera comercializar directamente este robot o encargarle algún proyecto similar, nos explica que " hay gente que me propone fabricar una cosa u otra, pero todos coinciden en que primero quieren ver esto del orgasmo, quieren ver un video del orgasmo, que es algo que aún no he enseñado a los medios... así que próximamente lo tendré que grabar para poder enseñarlo, y eso será en los próximos días", y con cierta resignación, añade que "yo no quería aparecer en los medios sólo por el 'modo sexual' de Samantha, pero es que estoy obligado, porque si no no voy a vender.
Efectivamente, el 'modo sexual' es sólo uno de los tres 'modos' en que Samantha puede interactuar, siempre dependiendo de cómo la toquen. Hay también un modo 'romántico' y un modo 'familiar'. En este video, el propio Sergi lo muestra:
El equilibrio mental de Samantha y la neurosis humana
"La gente por lo general no lo sabe -continúa explicando el "padre" de Samantha-, pero a nivel científico está ya muy estudiado que la gente se enfada más interactuando con una persona que con un robot. Hay que tener en cuenta que el ser humano tiene unas necesidades de supervivencia que condicionan su interacción con otras personas...y un robot no las tiene, no tiene que competir o protegerse". Y esa es muy problablemente la causa de que el equilibrio mental de Samantha sea más fácil de conseguir que el de cualquiera de nosotros, humanos de carne y hueso.
Sergi tiene muchas experiencias personales de este tipo que demuestran que el interés sexual en su proyecto a menudo eclipsa cualquier otro tipo de consideración: "Yo he programado a Alexa [asistente virtual de Amazon], por ejemplo, para que lleve toda una estación solar. Y he conseguido que ese robot me lleve toda la casa. Cuando enseño esto a la gente, muchas personas, sobre todo hombres, estando a solas, también me dicen: '¡a ver si haces que te la chupe!'. Y yo tampoco lo veo obsceno. Yo creo que el ser humano tiene que liberarse de esa mirada que ve como obsceno algo que es natural: ¡a un hombre le gusta que se la chupen!¡Es que es natural!.
Y por lo visto, su criatura crea un deseo irrefrenable en los hombres: "Yo le digo a mi mujer: 'nunca dejes a la muñeca sola en una habitación 20 minutos con un hombre'. Nunca. ¿Y por qué es? Pues porque 'se la cepillan', así mismo te lo digo. No tengo ninguna duda".
Con respecto a la periodista feminista de la que Sergi Santos cuenta que le recriminó, según sus propias palabras, "que era un desquiciado que sólo pensaba en penes y en vaginas", Sergi nos explica su punto de vista: "Le dije a esta mujer que yo era en todo caso un espejo de ella: 'tu a mi sólo me has llamado cuando hablo de vaginas, pues a ti te interesan las vaginas, no a mi. Cuando me dieron el premio Marie Curie por mis investigaciones sobre antibióticos, tú no me llamaste, porque no te interesan los antibióticos. A ti te interesan las vaginas y me has llamado cuando he hecho una vagina', le dije. Y te aseguro que no veo nada de malo en que a la gente le gusten las vaginas, pero sí me parece muy interesante que me insulten a mi por eso".
Industria Sexual vs Ciencia
En resumen, Sergi no considera que Samantha sea una muñeca sexual, pero sabe que muy probablemente va a ser comprada como si lo fuera. Y su proyecto tiene una sólida vocación mercantil, en la que su creador ha pensado detenidamente: "Para llegar al público, tenía que hacerlo por un coste que permitiera un precio asequible, conseguir vender esto por sólo unos miles de euros. ¿Cómo conseguir un robot de unos pocos miles de euros y que se parezca realmente a un ser humano? Pues esta muñeca me ayuda mucho: se parece a una persona, es muy guapa y hasta tiene órganos sexuales porque viene así de fábrica; así que pensé en ponerle un cerebro con elementos estándar, y varios sensores con interficie para que ella 'supiera' cuando la están tocando, o cuando la están besando o penetrando".
Terminamos la conversación telefónica agradeciendo su atención y expresando una vez más nuestro interés en su proyecto y en su forma de enfocarlo. El nos responde orgulloso: "Siempre que me llama alguien, cuando acaba la conversación, me dice: 'vaya, pues no era sólo una vagina'. Y en efecto, Samantha es -y será, cada vez más- mucho más que eso.