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Se inicia esta ruta en Palencia, en la rotonda del Pastor, en la Vía de Servicio de la Autovía de Magaz, donde llegan agradables olores de lavanda que provienen de la finca de mi amigo Toñito y familia. Tras recorrer la vía de servicio aledaña a la autovía se toma la dirección de Soto de Cerrato hasta llegar al "Muro de Gramón", conocido por este nombre por los aficionados ciclistas. En el tránsito al "Muro", se divisan las instalaciones de Guantánamo, nombre con el que cariñosamente bauticé hace años a la importante factoría palentina de FASA-RENAULT, donde se encuentra la mayor cantera de trabajadores de la región, pero también filón de deportistas, formados en su Grupo de Empresa, carreristas a los que he tenido la suerte de conocer y hacer amistad gracias a la bicicleta.
Atraen al ciclista, en este recorrido "Las Derrumbadas", los altozanos de Tariego, y la vega del río Pisuerga. El Cerrato está próximo, estamos a sus puertas, solo hay que llegar a Venta de Baños, y será Tariego la llave que da acceso a los duros cerros de esta peculiar e interesante comarca. Se entra en Tariego por su estratégico puente romano-medieval, que tiene la peculiaridad de comenzar y finalizar en curva. A partir de aquí se inicia un recorrido duro, competitivo y atractivo para cualquier ciclista que tenga kilómetros en las piernas.
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Amanecer en Tariego. Foto del autor.
Subir a Tariego no es fácil, requiere esfuerzo para escalar la empinada carretera, que va tomando altitud tras el paso del puente. La calzada desfila entre casas molineras, hasta llegar al cruce de carreteras del Aguachal y Hontoria. En este punto el asfalto se aposenta en el cerro, se eleva y zigzaguea entre las viviendas, no ofrece descansillo hasta que se llega a la desaparecida y antigua panadería, en el que se dan cita cruces de calles, callejas, y se estrecha la carretera escoltada por las casas. La calzada se vuelve a elevar antes de llegar a los famosos mesones. Dan ganas de parar y quedarse en el Mesón del Cerrato, referente regional del buen yantar, pero nuestro destino es otro, es engullir con los pedales el alto de Valdecín, después de pasar las bodegas y merenderos de Tariego, que parecen encontrarse en el cielo de esta pequeña localidad cerrateña. No es fácil subir esta empinada cuesta, que cuesta subir y hace sufrir a los ciclistas por poseer un desnivel entre el 6 y el 11%.
Valdecín y los cerros aledaños, son el techo de Tariego, y los ojos del Cerrato, término acuñado por mi amigo y admirado escritor, el malogrado Gonzalo Alcalde Crespo, que define así a las cuevas y oquedades yeseras de esta comarca. El valle, que aún conserva su verdor, y las amapolas, fuera de temporada, languidecen en las cunetas. Se divisan majuelos, almendros y campos de cereal, y robledales al comienzo del puerto. Un concierto de cigarras ameniza la subida al iniciar la escalada a la Garganta del Cerrato, que no tiene arroyo, pero si manantiales ocultos entre el espesor del bosquecillo de robles. Duro ascenso cuyos desniveles, entre el 5 y 9%, no hacen fácil coronar y llegar al páramo, donde se divisa la cercana cantera de cemento en terrenos de Hontoria. En este páramo los campos de cereal quitaron propiedad al monte, hay replantaciones de pinos en el lado izquierdo, y la Cañada Real Burgalesa cruza la carretera, poco antes de llegar al Balcón del Cerrato, que no puede ser otro que el paraje conocido como El Murallón.
El alto del Murallón impresiona por su altitud y desnivel, y muestra una panorámica excepcional del extenso valle cerrateño, que comienza en Dueñas y llega a Vertavillo, Castrillo de Onielo, Villaconancio, y finaliza en Cevico Nabero. La visión de Cevico de la Torre desde el Balcón del Cerrato es espectacular, destaca su monumental iglesia, enclavada en un altozano que domina el pueblo. El descenso de este colosal montículo también es espectacular, así como su portentoso desnivel, que empuja con fuerza a la bicicleta, y permite llegar casi sin dar pedales a Cevico de la Torre y admirar el espectacular contorno de este bonito pueblo.
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Cevico de la Torre. Fuente, ninfa, cerro y torre. Foto del autor.
Cevico es un cruce de caminos y carreteras, que te llevan a interesantes poblaciones cerrateñas. Circundamos Cevico por la carretera de Alba, por la parte trasera de la localidad, entre corralones, tapiales, y casas de labranza, en las que en algunas destaca el blanquecino adobe, otro de los símbolos del Cerrato. Atravesamos el arroyo Maderano, que mantiene su caudal durante todo el año, además de su espesa y verde vegetación. Tras el arroyo llegan los huertos y eras, con impresionantes montoneras de trigo y cebada, con aperos en desuso, gallineros, corrales, viejas tenadas, tapiales de piedra y adobe, observo que los huertos se amplían hasta el cruce de la carretera de Población. A los pocos metros de tomar esta carretera hay una tenada con ovejas en su interior, y perros que saludan y no importunan al ciclista. Nos adentrarnos en el Cerrato Profundo, para alcanzar otro de los hitos ciclistas del Cerrato, el Alto de la Ermita.
La subida por este valle al páramo es casi tan dura como la del Murallón, sin posibilidades de recuperación. El Alto de la Ermita, Valdecín, Murallón y aledaños es territorio de míticos ciclistas como Román González Bahillo "El Cerrateño", e Isidro Gregorio Martín "El Butano", tristemente desaparecidos y añorados y queridos escaladores, que pertenecieron al G. A. "Los del Pabellón". En el valle y laderas se pueden ver almendros, majuelos, tierras de cereal, y sorprende que el valle mantenga en pleno verano el verdor de su hierba. La escalada tiene tres rampas, que se adaptan al cerro y lo curvean. Finaliza esta dura subida en el páramo, junto a la entrada al camino asfaltado de la ermita de Ntra. Sra. del Monte o de Rasedo, que bien merece una visita por la peculiaridad del paraje, y sobre todo por la espectacularidad de la visión de Cevico y todo el valle. Tras el reposo en la ermita, y la contemplación de tan espectacular panorámica, volvemos en busca de la carretera que nos lleva a Población, y nos introducimos en el páramo, en el que destacan las montoneras de pedregales sacadas de la tierra por los arados de los tractores. Sorprende la visión de algún chozo de pastor, pero en esta ocasión no veo rebaños. Corto páramo que nos aproxima a otro de los puntos de interés del Cerrato, ciclísticamente y paisajísticamente hablando, se trata del El Alto de los Pinos.
El Alto de los Pinos es otro de los maravillosos Balcones del Cerrato, su descenso nos introduce en un bosquecillo de pinos que sueltan su hojarasca, que engalana los arcenes y los bordes de la carretera. Descendemos por un cañón cortado al cerro, donde anida el halcón peregrino, entre sombras que protegen del sol, olor a pino, curvas cerradas, y desnivel que empuja a la bicicleta que, si no se controla, alcanza velocidades peligrosas. El concierto de cigarras ameniza el descenso, la última curva, en la que finaliza el pinar, es de 90º, y en ella vi salirse a muchos ciclistas en carrera. Después de esa curva el panorama es magnífico se divisa Población, valles y montes, mientras la bicicleta se lanza veloz en busca del valle, sin peligro, porque es difícil encontrar circulación en toda esta bien cuidada carretera provincial, que parte de Cevico y finaliza en Población.
Nos recibe Población con su magnífica ermita mozárabe, del siglo XIII, apartada del pueblo, restaurada y remozada en su exterior y tejado, es de suponer que la belleza esté en su interior. Circundamos el pueblo entre eras con montoneras de trigo y cebada, cosecha histórica la de este año, viejos y abandonados aperos de labranza, naves, tapiales de adobe cerrateño, con base de pedregales, magníficos chalets, y la torre de la iglesia que sobresale, además de la de ladrillo de su ayuntamiento. Posee población casas señoriales, y en su plaza mayor llama mi atención que en los bajos del ayuntamiento se encuentra un bar. Típicas bodegas excavadas en la loma de un altozano, lejanas del pueblo, pero bien conservadas y cercanas a los viñedos.
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De Población nos dirigimos a Alba de Cerrato, por una excelente carretera provincial, pedaleamos por el valle, custodiado por cerros a ambos lados, y sembrado en otros tiempos de remolacha, sustituida ahora por cereal, y algunas tierras de girasoles. En todo el recorrido tan solo encontramos un terreno de remolacha. El campanario de la iglesia de Alba asoma a mitad de camino, también se divisa Vertavillo, y a medida que nos aproximamos a Alba, vemos en su totalidad su iglesia y bodegas, asentadas en el altozano, símbolo inconfundible del Cerrato. Bordeo Alba por la carretera de Esguevillas, y tomo la carretera de Amusquillo, circundando el pueblo entre huertas, tapiales de piedra y barro cerrateño, y a otro lado las eras. Entro en la población y me acerco a su plaza mayor, donde un rollo de justicia decora la plaza, al igual que el magnífico ábside mudéjar de su iglesia. Circundo la iglesia y me topo con las bodegas, me sorprende que están inventariadas, bien cuidadas, con buenas entradas. Magnífica atalaya el montículo de las bodegas, merece la pena detenerse en este altozano para contemplar el valle y montes aledaños. Desciendo a la plaza y observo el magnífico edificio socio-cultural, me sorprenden las casonas con escudo nobiliario y los ostentosos chales.
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Ábside mudéjar de la iglesia de Alba de Cerrato. Foto Palencia Turismo.
Abandonamos Alba con destino a Cevico de la Torre, pasamos junto al antiguo molino en ruinas, y comienza el ascenso al portillo, que alcanza un desnivel entre un 6 y un 9%, y nos permite observar la localidad de Vertavillo. La subida es atractiva para el ciclista con curvas que se adaptan al cerro entre encinas. El descenso es largo y rápido y nos muestra a Cevico, y los ojos del Cerrato en los altozanos, además de la carretera de Vertavillo, pero lo que destaca y sorprende es la mole de la iglesia parroquial, asentada por encima de Cevico. Un enorme jarro de vino, situado en un pedestal, se encuentra en la zona de las bodegas; la carretera atraviesa la calle principal, las viviendas y soportales dan encanto y belleza al pueblo. Si subimos a la iglesia por las calles adyacentes se alcanza una atalaya prodigiosa que nos muestra todo el valle y sus montes.
Salimos de Cevico con la vista puesta en el coloso que tenemos que coronar, se trata del Murallón. Parece imposible que un paredón como el Murallón pueda subirse en bicicleta, el entrenamiento y los cambios de piñón lo hacen posible, la paciencia, constancia, sufrimiento y el disfrute al coronar llegará una vez que se consiguió dominar al coloso del Cerrato. Desde el mismo Cevico comienza el ascenso a este puerto, el más duro del Cerrato Palentino. En las postrimerías de la primera curva, la elevación se empieza a notar, en la segunda curva, la más cerrada del recorrido, el desnivel alcanza el 10 y 11%. Palabras mayores para dar pedales, hay que ponerse de pie para alcanzar la siguiente curva. Me recreo con la observación del único majuelo, mientras sigue elevándose el terreno, no hay descanso posible, si te paras tienes que echar pie a tierra. Aprieta el calor y un concierto de cigarras me animan durante toda la ascensión. Cuando se alcanzan los chales, parece terminar el calvario, pero el esfuerzo continúa hasta llegar al páramo. Te distrae y atrae el sonido del agua del manantial, que este año tiene agua, dan ganas de pararse a refrescarse, pero no hay parada posible, El Murallón te tiene atrapado, amenaza con vencerte, cuando estás a punto de alcanzar la cima. Al fin coronas el coloso, saboreas la victoria, el páramo te recupera del esfuerzo, los vientos con brisa de la cañada te refrigeran, el descenso a Valdecín está cerca.
El descenso de Valdecín es rápido, pero se deben tomar las debidas precauciones, antes de llegar a la curva más cerrada. La bicicleta alcanza fácilmente los 60 Kms/h. hay que descender muy pendiente de la circulación, concentrado en el asfalto, por lo que no es posible disfrutar del bosquecillo de robles. Tras el paso de la siguiente curva, con los ojos del Cerrato en los montículos, empezamos a disfrutar, notamos como se relaja el cuerpo con la visión de Dueñas, su castillo, su iglesia, el pueblo, la Autovía, la línea férrea, El Escorial Palentino (La Trapa), la fábrica de chocolates, y en la vaguada aparece Venta de Baños, siguen los montes de Dueñas, Villamuriel y Palencia, y al fondo Guantánamo (Fasa-Renault). Al tiempo que el depósito, la torre del telégrafo y las bodegas de Tariego aparecen en el tránsito, comienza el vertiginoso y peligroso descenso al pueblo. Será necesario bajar frenando para sortear sin problemas este tramo, teniendo especial cuidado en los cruces de calles del pueblo, así como el cruce de la carretera del Aguachal y Hontoria.
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Cruzo el puente de Tariego, estrecho, con principio y final en curva, tras la curva se eleva la carretera y las piernas lo notan porque se acostumbraron al descenso de Valdecín, y de Tariego que te empuja hasta este puente. Nos aproximamos a Venta de Baños, magníficos chales, urbanizaciones, los campos de futbol y el mítico polideportivo, donde vi correr a tantos campeones desde Mariano Haro, a Santiago de la Parte, a Cándido Alario, a Marta Domínguez, en su época dorada, a los portugueses hermanos Castro, a los etíopes y queniatas, a los mejores atletas mundiales de esta especialidad. Cuantas emociones sentí viendo este Cross, el más prestigioso a nivel regional, y uno de los mejores del panorama nacional. Tomo la carretera de Baños, para evitar el túnel de Venta de Baños, y asciendo a la pasarela del tren, desde donde veo la capital ferroviaria, los restos de su Azucarera, la iglesia de los Maristas, la moderna iglesia parroquial, las cigüeñas en su campanario, y la, en otros tiempos, famosa y concurrida estación, además de la iglesia de la Azucarera, en cuya torre anidan las cigüeñas, mientras me llegan olores de vainilla de la fábrica de Galletas Siro.
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En la rotonda frente al polígono tomo la antigua carretera nacional, para llegar la fábrica de cementos, nada más pasar se eleva la carretera, y asombra la amplitud y caudal del río Pisuerga, debido a la cercanía de la presa. Las Derrumbadas son el balcón del río, y observo los Pechos de Hontoria. Al pasar junto a una caseta de riego, veo que aún perdura la pintura de una frase que al comienzo de la democracia se hizo famosa: "Suarez, Presidente", en honor de uno de los mejores presidentes de la España democrática. Cruzo el Canal de Villalaco, y echo de menos los portentosos globos de la desaparecida planta de gas butano, donde se depositaban miles de bombonas, y los camiones cargaban el gas para distribuirlo por toda la región. El Muro de Gramón me espera, corta cuesta que hace daño si se disputa, porque las fuerzas mermaron en el Murallón. Si queda gasolina en el Muro de Gramón se tiran los últimos cartuchos, porque una vez que subes esta cuesta no se encuentran más hasta que se toma la vía de servicio. Tras coronar esta altiplanicie hace acto de presencia Villamuriel, su monte, el de Palencia, y Guantánamo. La vía de servicio nos lleva hasta la Autovía, un tramo de pocos metros, que si circulamos por el amplio arcén no debe de tener peligro, hasta que se cruza al carril hacia Palencia, cuando se divide la autovía con dirección Palencia y dirección Santander. Una vez que controlamos la circulación de la autovía, tomamos el desvío y llegamos enseguida a la rotonda del Pastor. Finalizamos el recorrido, cercano a los 80 Kms., que de nuevo me hizo disfrutar del Cerrato, territorio con hechizo para el ciclista.