Todo lo que nos rodea son partículas fundamentadas para conformar la vida, la exhalación de un suspiro no lo vemos pero lo sentimos en nuestro interior, de la misma manera debemos admitir que existe una fuerza interna que lo expulsa, y eso sucede por la flexibilidad en la que está inmersa nuestra existencia que recibe esos impulsos invisibles para revestir nuestros actos con elasticidad, energía y una fineza que no percibimos pero que sin duda es la que nos permite abordar situaciones de acuerdo a lo que da de sí nuestro intelecto, que se deja atrapar entre las cuerdas por comodidad o tira de ellas para defenderse de una situación comprometida.
En esta teoría hay 11 dimensiones que forman un núcleo activo que se atrae a tenor de los movimientos que ejercemos, intentando entre sus membranas "humanas" darle sentido a lo que hacemos o complicarnos la existencia, es decir, pueden llegar a tocar el violín imaginario las que logren independizarse por un simple instante, sin darse cuenta que lo hacen, lo que significa, si llegas a darte cuenta, que estás loco o tonto, ya que la dimensión de lo que pueden llegar a manifestar en sus elucubraciones transmisoras unidas o individuales es desconocida, por ello la personalidad es infranqueable y aunque parezca lo contrario imposible de modificar, salvo algunos rasgos nada importantes que harían con suficiente efecto para determinar una sonrisa confundida con un profundo cambio de carácter, lo cual es irreal salvo para satisfacción del interesado, y mucho menos es intransferible, ya que puede contaminar el alto grado de complicidad que muchos buscan para ser más osados, recurrentes y a la vez estúpidos que no tienen en cuenta el viejo adagio de que no hay más imbécil que quien piense que los demás lo son como él, y de ahí se da la importancia a lo que no debe darse porque las cuerdas al igual que las voluntades, no tienen capacidad para comprarse o venderse, cuando sin variación alguna están a la defensiva las 11 cuerdas, las mismas que forman un arco para herirte e impedir que salgas del círculo vicioso para arriesgarte en algo que no merece la pena, lo que ofrece a la lógica un condicionante de perversión entre lo bueno y lo malo, lo inútil o lo práctico para entender lo que a uno más le conviene, dependiendo con suposición nada clara de la situación en la que se encuentre.
Yo parto de que mis cuerdas no responden a mi capacidad cognitiva, probablemente por estar cada vez más frágiles o viejas, y mi gran problema es que no les impido esa flexibilidad que tienen para pactar cuando están tensas, ser moderado y comprensivo.
Nunca me ha resultado tirar más allá de la resistencia de las cuerdas, pues ellas tienen memoria, como el agua y el viento, y aparecen y desaparecen cuando menos te las esperas, para recordarte que estar conforme con uno mismo es lo idóneo y cerebral, y sin deber nada a nadie lo ideal, permitiéndote elegir cualquier camino que será acompañado por el destino.
Y dado que a veces tienen una apariencia como un arpa, que es cuando en la alucinación puedes intuir que te machacan, aunque no te entiendan ni te compadezcan por el sufrimiento que puedes estar experimentando, yo tengo una ventaja a pesar del dolor que te aplican si intentas doblegarlas, aunque hay que aprovechar que siempre ceden las cuerdas lo suficiente cuando permanecen tranquilas, porque la lealtad está de común acuerdo en que ellas jamás llegan a romperse para perjudicarme, sino para conducirme o controlarme, no lo sé.
Yo no oigo violines, oigo explosiones y con eso debo de conformarme para admitir que puedo estar un poco ido, pero no soy ningún idiota por el mismo respeto que le debo a las cuerdas, y a quienes me rodean dentro de una circunferencia que no son pocos, porque la inmensa mayoría no cuenta y no saben que la flexibilidad de aguante para soportar tanta mediocridad que reina en este paraíso conocido por vida, te la ofrecen las cuerdas y es un don lacrado por la teoría, que muchas veces se comporta como en estampida de un animal salvaje, otras como un corderito, si sale de su escondrijo altanero o pacífico, que traducido a lo "román paladino", sería la escapada de una dimensión, la misma a la que antes me refería dependiendo de una reacción intimidada y siempre desconocida.
Firmado : Homo sapiens neanderthalensis