Revista Cine

Conociendo a Dios

Publicado el 12 septiembre 2013 por Alfredo Eduardo López Liñares @BackInMadrid
Conociendo a Dios
Ibas camino a casa cuando moriste.
Fue un accidente de coche. Nada particularmente destacable, pero fatal no obstante. Dejas atrás a tu esposa y dos hijos. Fue una muerte sin dolor. Los paramédicos hicieron todo lo posible para salvarte, pero todo fue en vano. Tu cuerpo estaba tan horriblemente destrozado que fue mejor que ya no estuvieras allí, créeme.
Y fue entonces cuando me conociste.
-"¿Qué... qué pasó?”, preguntaste. “¿Dónde estoy?”
-“Has muerto”, respondí con la mayor naturalidad. Sin pelos en la lengua.
-"Recuerdo que… ha… había un... un camión, patinó al frenar… y…”
-“Exacto.”, asentí.
-“Y... ¿me morí?”
-“Así es. Pero no te sientas mal por eso, todo el mundo muere.”, contesté sonriente.
Miraste a tu alrededor. No había nada. Sólo tú y yo. -“¿Qué es este lugar?”, preguntaste, -“¿es esto el más allá?”
-“Más o menos”, te dije.
-“¿Eres Dios?”, titubeaste.
-“Así es.”, contesté. -“Yo soy Dios".
-“Y mis hijos... mi esposa”, preguntaste preocupado.
-“¿Qué ocurre con ellos?”
-“¿Van a estar bien?”, exclamaste sollozando.
-"Esto es lo que me gusta ver”, dije. -“Acabas de morir y tu principal preocupación es tu familia. Eso es bueno.”
Me miraste con fascinación. Seguramente no lucía como suponías que se vería Dios, era solo un hombre. Quizás podría parecerte una figura indefinida de autoridad. Más como un profesor de la escuela secundaria que el Todopoderoso.
-"No te preocupes”, te dije. -“Ellos van a estar bien. Tus hijos te recordarán perfecto en todos los sentidos. Ellos no tuvieron tiempo para encontrarte defectos. Tu mujer va a llorar públicamente, pero se sentirá aliviada en secreto.” -“Para ser honestos, tu matrimonio se estaba desmoronando. Sin embargo, si te sirve de consuelo, ella se siente muy culpable por sentir alivio.”
-“Oh… ya veo.”, dijiste. -“¿Y ahora qué? ¿Me voy al cielo o al infierno o algo así?”
-“Nada de eso”, contesté tajante. -“Te vas a reencarnar.”
-“Ah…”, sonreíste irónicamente. -“Así que los hindúes tenían razón.”
-“Todas las religiones tienen razón a su manera pero ninguna por completo”, dije. -“Ven, caminemos un poco.”
Me seguiste mientras caminamos en el vacío. “¿A dónde vamos?”
-“A ningún lugar en particular, sólo que es agradable caminar mientras hablamos.”, contesté.
-“Bueno, entonces, ¿qué sentido tiene?”, interrogaste, -“Cuando vuelva a nacer seré nuevamente una hoja en blanco… ¿no?, un bebé. Así que todas mis experiencias y todo lo que hice en esta vida ya no importa… ¿verdad?”
-“¡No es así!”, interrumpí. -“Tienes dentro tuyo todo el conocimiento y experiencias de todas tus vidas pasadas. Simplemente que no lo recuerdas ahora mismo.”
Dejé de caminar y te tomé por los hombros. -“Tu alma es mucho más magnífica, hermosa y monumental de lo que puedas imaginar. Una mente humana sólo puede contener una pequeña fracción de lo que eres. Es como meter el dedo en un vaso de agua para ver si está fría o caliente. Pones una pequeña parte tuya en el vaso, pero cuando la sacas ya ese conocimiento forma parte de todo tu ser.”
-“Has sido un hombre durante los últimos 34 años. Sólo unos imperceptibles 34 años, así que no tuviste tiempo de expandir tu inmensa conciencia en toda su extensión. Si siguiéramos aquí charlando por mucho más tiempo comenzarías a recordarlo todo. Pero no tiene sentido hacer eso entre cada reencarnación.”
-“¿Cuántas veces he estado reencarnado entonces?”, preguntaste con los ojos vidriosos.
-“Oh, un montón. Montones y millones de miles de montones. Y en una incontable cantidad de vidas diferentes”, dije. -“Esta vez serás una campesina china en el año 540 antes de Cristo"
-“Uh… Un momento... ¿qué?”, tartamudeaste. -“¿Me vas a enviar al pasado?”
-“Bueno, supongo que técnicamente en tus términos, sí. El tiempo, como tú lo concibes, sólo existe en tu universo. Las cosas son diferentes de donde yo vengo.”
-“¿De dónde vienes?” cavilaste.
-“¡Ah, claro!”, te expliqué. -“Vengo de un lugar. Otro lugar. Y hay otros como yo. Sé que querrás saber más, pero sinceramente, no lo vas a entender, todavía.”
-“Oh...” suspiraste algo decepcionado. -“Pero espera, si me he reencarnado en muchos otros lugares y tiempos, entonces… ¿podría haber interactuado conmigo mismo en algún momento?”
-“Claro que sí. Pasa todo el tiempo. Y con ambas vidas sólo conscientes de su propia existencia e intervalo de tiempo, ni se enterarán de que eso sucede.”
-“Pero entonces, ¿cuál es el objetivo de todo esto?”, me miraste desconcertado.
-“¿En serio?” te pregunté. -“¿De verdad? ¿Me estás preguntando por el significado de la vida? ¿No es eso un poco estereotipado?”
-“Bueno… creo que… es una pregunta razonable.” insististe.
Te miré directamente a los ojos. -“El sentido de la vida, la razón por la que cree todo este Universo, es para que tú puedas madurar.”
-“¿Te refieres a la humanidad…verdad? ¿Quieres decir que maduremos como raza humana?”
-“No. Sólo me refiero a ti. Hice todo este Universo para ti. Con cada nueva vida vivida creces y maduras, y tu intelecto se va haciendo más grande y más grande.”
-“¿Sólo yo? Pero… ¿Y todos los demás?”
-“No hay nadie más”, dije. “En este Universo sólo estamos tú y yo.”
Te me quedaste mirando atónito. -“Pero todas las personas en la Tierra..."
-“Tú eres todos ellos. Diferentes encarnaciones de ti.”
-“No es posible, un momento… ¿soy todos?”
-“Veo que lo vas entendiendo.” te dije mientras te palmeaba en la espalda.
-“¿Soy cada ser humano que haya vivido?”
-“Y todos los que vivirán. Sí.”
-“Yo soy Abraham Lincoln?”
-“Exacto. Y eres Alejandro Magno, Cleopatra y Julio Cesar. Eres tu esposa y tus hijos.” añadí.
-“¡¿Soy Hitler?!” gritaste horrorizado.
-“Sí. Y también cada uno de los millones que él mató.”
-“¿Soy Jesús?...”
-“Bueno...”
Te quedaste mudo.
-“Cada vez que heriste a alguien te estabas hiriendo a ti mismo” dije y continué, -“Cada acto de bondad que has hecho, te lo has hecho a ti mismo. Cada momento feliz o triste experimentado por un ser humano fue, o será, experimentado por ti.”
-“¿Por qué?” preguntaste, -“¿Por qué todo esto justo a mí?”
-“Porque algún día, te convertirás en mí. Porque eso es lo que eres. Eres uno de los míos. Tú eres mi hijo.”
-“¡Guau...!” exclamaste incrédulo, -“¿Quieres decirme que soy un dios?”
-“No, todavía no. Eres un feto que todavía está creciendo. Una vez que hayas vivido todas las vidas humanas a través del tiempo, habrás crecido lo suficiente para nacer, como Dios.”
-“Así que todo el Universo…” vacilaste, “sólo es…”
-“Una enorme incubadora.” te respondí. -“Ahora es momento de que renazcas en otra vida.”
Y te envié a seguir con tu camino. En China, año 540 antes de Cristo.
(Autor Anónimo)

Conociendo a Dios


Volver a la Portada de Logo Paperblog