Si buscas en Google “cómo llegar al Louvre” es probable que acabes más perdido de lo que estabas antes de iniciar tu búsqueda. Es que el Louvre es, literalmente, el centro más céntrico de París (sí, incluso más que la Torre Eiffel), y como tal, todo o casi todo confluye allí. Google te dirá que hay 5 estaciones de metro diferentes en torno al Louvre, que llegan casi 30 líneas de autobús, que el tren, que el Batobús, que el taxi, etc…. Yo llegué caminando… y por llegar caminando, llegué tarde, o casi tarde, porque si mal no recuerdo el Louvre cierra a las 18.00, y yo llegué cerca de las 16.30.
Dicen que dedicándole un día entero a recorrer el museo, es poco, así que imaginarás lo que puedes ver en poco más de 1 hora. Bueno, para ser sincero, no soy un gran fanático de los museos, pero ya que andaba por ahí (y eso en París es mucho decir) decidí pasar, al menos para ver la Gioconda, la Venus de Milo, y poco más, aunque quizás lo más bonito del Louvre, es el Louvre en sí mismo.
Como decía, yo llegué hasta allí caminando. ¿Desde dónde?, desde la Torre Eiffel. Era un día súper ventoso en París, y a 300 metros de altura mucho más, pero ya contaré sobre eso cuando escriba sobre mi visita a la torre más famosa del mundo. Lo que nos ocupa hoy es el Louvre.
Bueno, para ir de la torre al Louvre, no hay cómo perderse (Landriscina dixit). La torre está a orillas del Sena, y el Louvre también, así que lo único que hay que hacer es seguir el río aguas arriba, es decir hacia la dirección contraria a la corriente (si es que a lo que hay en el Sena se le puede llamar corriente). Desde un punto a otro, serán unos 3 kilómetros de recorrido, o sea poco más de 1 hora, a paso tranquilo, conociendo de paso la vida parisina alrededor del Sena. Gente haciendo footing, gente pescando, gente de traje y corbata comiendo de un tupper (?), turistas a montones, barcazas paseando a más turistas, alguno en bicicleta, alguno paseando el perro. En el trayecto, se cruza el Puente del Alma, famoso porque allí tuvo el accidente Ladi Di, y más adelante el Grand Palais de París (por la parte de atrás, en el lado opuesto a Champs Elysees), y finalmente se llega a la Plaza de la Concordia.
La plaza de la Concordia es una gran plaza rectangular con un obelisco en el medio, siendo la plaza más grande de París, y la 2º más grande de toda Francia. Esta plaza es famosa principalmente por dos cosas: 1- es el inicio de la Avenida de Champs Elysees, y 2- es el lugar donde se instaló la guillotina durante la revolución francesa de 1.789. Allí fueron ejecutados, entre otros, Luis XVI y María Antonieta.
El límite sur de la plaza es el río Sena (cruzado en ese punto por el Puente de la Concordia), hacia el oeste se extiende Champs Elysees, y hacia el este, el límite lo marca el Jardín de las Tullerías. El Jardín de las Tullerías fue creado por Catalina de Médici, como parque privado para el palacio que allí tenía (el Palacio de las Tullerías, destruido por el fuego durante la “Semana Sangrienta” de 1.871).
A partir de ahí, el parque pasó a ser público y pasó a ser el jardín de “entrada” al Louvre. Hay unos 1.000 metros a través del parque, desde la Plaza de la Concordia, hasta el famoso Triángulo del Louvre. En el camino, el Arco de Triunfo del Carrusel, construido por Napoleón en el siglo XIX.
Y finalmente llegamos al Louvre. Como no podía ser de otra manera, es enorme. El Triángulo, que a veces en fotos no parece tan grande, tiene más de 25 metros de altura.
En realidad parece pequeño comparado al edificio que tiene detrás (el museo propiamente dicho). Este triángulo es la puerta de entrada al museo. Se entra por el Triángulo y se baja por una escalera caracol, hacia el Hall principal, donde te cobran la entrada. En ese momento eran 6 euros, y para entrar a algunas salas o exposiciones especiales había que pagar un extra. Lo que más hay en esa zona son tiendas de souvenirs (mini triángulos, mini Louvres, mini Giocondas, mini todo…) y pasando por un pasillo hay una segunda sala, donde está el otro Triángulo, el menos famoso, el llamado “Triángulo Invertido”. Es similar al que está afuera, pero metido hacia adentro, o sea cayendo desde el techo. Pero es bastante más pequeño que el anterior. Pero yo quería ver a la Gioconda.
La Gioconda está en la Sala Denon (una de las 3 grandes salas del museo), en la sección pintura italiana. Para llegar a esta sala, hay que volver a subir, esta vez por el interior del museo, 2 plantas más arriba. Es bastante fácil llegar, ya que todos está correctamente señalizado (el método universal: carteles con flechitas que dicen Gioconda). O sino, lo más fácil, seguir a los turistas. Todos van a ver a la dama que sonríe.
Lo primero que sorprende de la Gioconda, es su tamaño. Es súper pequeña (77x53 cm según Wikipedia). No sé, tal vez yo esperaba encontrar algo más imponente. De cualquier manera, emociona un poco verla. Debo confesar que yo no soy un gran conocedor de la materia, de manera que no sé apreciar la “genialidad” de la pintura. Frente al cuadro, uno tiene la impresión de que la Gioconda le está sonriendo a uno (imagino que a todos les pasará lo mismo...). Delante de la Gioconda hay una valla que impide acercarse, por lo que se ve a una distancia de unos 2 metros. Delante de la pintura, hay un vidrio que la protege. A pesar de lo que me habían advertido, no había gran cola para verla, supongo que debido a que ya era tarde y el museo estaba por cerrar. Por esta razón podíamos detenernos un poco más delante del cuadro para observarlo, sino dicen que prácticamente hay que pasar por adelante y mirarlo sin detenerse, para no frenar la cola. Lamentablemente, no dejan sacar fotos de la pintura.
Mi otro objetivo dentro del Louvre, la Venus de Milo, en esos días estaba en restauración, y no estaba expuesta al público. O sea que pagué 6 euros solamente para ver a la dama que sonríe. La verdad, valió la pena, no sólo por la Gioconda, sino que paseando por ahí adentro entre tanta pintura famosa, uno se siente un poco más “culto”, aunque sólo sea eso. Y ya, hora de salir, se nota en la cara de los empleados del museo, que ya no quieren ver nuestras caras.
La salida es por el lado opuesto adonde entramos, salida que da primero al patio interior del Louvre y luego, ya en la calle, a la “Perrault's Colonnade”, la otra entrada famosa al museo, antes que se construya el triángulo en 1.989.
Ya anochecía en París, y me esperaban para una noche de vodka (?), así que ahí mismo me metí al metro, con destino a la Estación Belleville, mi rinconcito latino en aquel verano parisino.