Todo gran artesano desea ser reconocido por su propio trabajo, que es el que le otorga -o quita- verdadero prestigio, sin embargo para ponernos en antecedentes, Norman Vilalta fue discípulo aventajado del conocido zapatero Estefano Bemer, residente en Florencia. Y digo aventajado porque con menos de dos años de aprendizaje Norman ya decide caminar solo, nunca mejor dicho.
Este abogado de carrera y zapatero de profesión es ante todo un artista y escultor del calzado. Y en mi visita a su taller en Barcelona la semana pasada pude comprobarlo de primera mano.
Hablar con este argentino afincado en España -desde hace más de una década- fue más fácil de lo que cabría esperar. Me resultó cercano y sencillo, y sinceramente estas son, para mi, dos de las cualidades más importantes que puede tener un artesano al que pretendes confiar tu próximo encargo y con el que irremediablemente debes saber entenderte.
Una vez intercambiadas presentaciones y resumidos el pasado, presente y futuro de cada uno, nos acomodamos en el taller y comenzamos a conversar más que de zapatos sobre la artesanía e industria en general. Y de forma natural, entre tema y tema, prosigue mostrándome alguno de sus primeras creaciones.
Ahí aquí cuando me doy cuenta de que el trabajo de Norman puede gustarte estéticamente más o menos, pero no puedes evitar sentir una gran admiración por el nivel de detalle y acabado que muestran sus obras, que no zapatos.
En cierto momento Norman me explica que todos y cada uno de los detalles, curvas, volúmenes, piezas y elementos que componen sus zapatos está minuciosamente estudiado. Y descubres que efectivamente es así cuando coges uno de ellos en tus manos y notas como cada una de las partes tiene vida y personalidad propias y forman parte del conjunto.
Cuando observé con detenimiento el zapato que véis en las imágenes de arriba, descubrí que la verdadera belleza de estos zapatos no está en su horma o su diseño -que al fin y al cabo es algo personal- sino en saber jugar con la pericia artesanal, las técnicas de construcción y la originalidad del creador para ser capaz de, bajo unos principios, realizar lo que de verdad le plazca.
Digamos que es un pulso entre la técnica y la belleza que el artesano debe saber empatar. Ahí es donde radica lo verdaderamente increíble de este arte.
En sus zapatos bespoke aprecias claramente que no existe ni el más mínimo detalle industrializado en ellos. Pura artesanía. Sin embargo, llama la atención como Norman insisten en hacer referencias a la industria, la maquinaria y la tecnología como algo positivo y con lo que le encantaría poder contar para determinados proyectos. Sin duda esto lo convierte en todo un artesano de nuestro tiempo, conocedor -y aplicador- de las técnicas centenarias pero también reconocedor de los avances y las virtudes de la tecnología.
Una mente totalmente abierta.
El cuidado de los detalles por parte de este señor es casi abrumador, con técnicas como golpear la piel del contrafuerte de la puntera durante más de una hora, o decorar el forro del zapato con tal minuciosidad como si fuese la parte exterior. Cosas que para otro sería una auténtica locura, para él son importantes, y realmente es lo que le da valor a su creación.
Pero te das cuenta de que esto no es palabrería y humo cuando ves uno de sus zapatos a medio hacer, como el que vemos a continuación, y descubres que donde otros no reparan en detalles -porque luego quedará oculto por otra capa- él cuida cada línea como si fuera a ser vista en todo momento.
Su taller, como el de cualquier artista y creador, está gobernado por el desorden ordenado de todo genio. Un tablón inspirador por un lado, pieles amontonadas por otro, hormas de madera con nombres conocidos, botes y más botes de productos, y un sinfín de herramientas… Este es el espacio de creación que hace las veces de atención al cliente.
Todo en un espacio diáfano y contemporáneo. Modernidad y tradición van de la mano en cada rincón.
Si es cierto que la gran mayoría de los zapatos que vemos en estas imágenes son de un estilo un tanto esperpéntico, pero recordemos que en la mayoría de los casos se tratan de zapatos de muestrario en los que todo se lleva al extremo para, supogo, mostrar la capacidad del artesano ante cualquier reto.
Sin embargo, me mostró también parte de una colección RTW que está preparando y en ella vemos también zapatos más civilizados y clásicos, aunque siempre con ese toque característico de Norman. Siento no poder mostraros imágenes de ellos, pero eran los únicos zapatos que Norman prefirió que no fotografiara -Algo lógico por otro lado-.
Bajo estas líneas vemos unas botas de polo con detalles tan especiales como el tatuado de los dibujos sobre la piel. -Sí, habéis leído bien, tatuado-.
Arriba vemos una línea de zapato más trasgresores, aparentemente sencillos, pero en los que a pocos que nos paremos a analizar encontramos sorprendentes soluciones técnicas.
Os recuerdo que para entender estos zapatos debemos ir más allá de la simple estética, sólo así comprenderemos dónde está realmente su valor.
Para terminar diré que la visita a Norman es de esas que cuando te marchas sientes que, a pesar de haber transcurrido varias horas, ha sido demasiado corta. Eso para mi es una gran señal.
Como os imaginaréis, encargar unos zapatos a este señor no resulta especialmente económico, pero ahora entiendo mucho mejor todo el trabajo, conocimiento y técnica que hay detrás de cualquiera de sus trabajos.
Gracias Norman.