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Conociendo la Historia – Mas historias de piratas

Publicado el 14 junio 2017 por César César Del Campo De Acuña @Cincodayscom

Conociendo la Historia…por César del Campo de Acuña

Más historias de piratas

Ya les dije que habría una segunda entrega de Historias de piratas pero… ¿solo de piratas? No, no por supuesto que no. En el mismo saco metemos, habitualmente, a corsarios, filibusteros y bucaneros pero ni los unos son los otros, ni los otros son los unos por eso creo que es recomendable empezar esta entrada explicando las diferencias básicas entre las diferentes definiciones. Empecemos con los majestuosos Corsarios ¿Qué es un corsario? En esencia un corsario no es otra cosa que un pirata al que una potencia, reino o nación le ha dado una carta de marca o patente de corso para sabotear, alterar o mitigar el tráfico mercante de una potencia, reino o nación rival. Hablando mal y pronto podría decirse que eran piratas con licencia, limitada, para saquear, destruir o secuestrar objetivos (piratear…a fin de cuentas) de aquellos que le habían expedido su patente de corso. Entre los más famosos corsarios de la historia nos encontramos al infame Sir Francis Drake o al no menos infame Barbarroja.

¿Y los Filibusteros? ¿Quiénes eran esos señores y que hacían? De donde viene tan peculiar y marinero nombre. Bien, la palabra para definir a este tipo de piratas probablemente venga de la deformación del término en inglés (Freebooter) o en  neerlandés (Vrijbuiter) las cuales nos llevan a Filibustier (francés) y Filibustero (castellano). El termino se podría traducir como “el que se hace del botín libremente” y así lo hacían pero nunca en alta mar. A diferencia de los piratas y corsarios, los filibusteros nunca se alejaban demasiado de la costa. Solían asaltar pequeñas poblaciones y embarcaciones en el mar de las Antillas (su principal zona de acción). Para la historia de los filibusteros quedo la toma de Cartagena de Indias en 1697 (apoyados por una flota de corsarios franceses, todo sea dicho).

Y ya, en el fondo del barril, nos encontramos a los bucaneros, los piratas más despreciables y despreciados de todos los que se movieron por el Caribe sin importar credo o nación. Genuinamente americanos, esta suerte de anarquistas desarrapados aparecido a finales del primer cuarto del siglo XVII, manifestaban un profundo desdén por la Europa de la que procedían ya que les recordaba un mundo en el que los hombres no eran verdaderamente libres debido a las diferentes leyes y prohibiciones. Se asentaron en las peores islas y tierras del Caribe (las que los españoles no quisieron o no pudieron poblar) como Barbuda, Antigua, Tobago y Curaçao, con el objeto de vivir sin ninguna religión, norma u obstáculo que les impidiera robar todo lo que quisieran. Entre los corsarios era fácil encontrar franceses, ingleses, tahúres, asesinos, esclavos fugados, aventureros sin suerte, delincuentes de poca monta y rateros. Pocos bucaneros consiguieron prosperar, siendo el Arzobispo de York, Lancelot Blackburne, uno de los escasos nombres notables que los bucaneros dejaron para la historia.

¿De dónde viene su nombre? Verán los bucaneros, del mismo modo que los filibusteros, no eran muy amigos del mar y se pasaban la mayor parte del tiempo cazando (sus cacerías podían durar meses o incluso años). Durante las mismas, los bucaneros se dedicaban a ahumar (bu canear) la carne a la par que desollaban a las pobres bestias (según el escritor Exquemeling, los bucaneros se dividían entre los que cazaban vacas y toros y los que cazaban jabalíes) para hacerse con sus pieles. Posteriormente los bucaneros vendían la carne ahumada y las pieles obtenidas en su cacería en algún poblado cercano o a barcos mercantes.

Pero aquella vida era dura por lo que muchos bucaneros terminaron convirtiéndose en piratas por aquello de que las ganancias obtenidas en un abordaje podían superar ampliamente a las que consiguieran cazando. Y oigan ya que hablamos de botines, ¿Cómo lo dividían? Evidentemente, no había una norma única pero habitualmente los capitanes y sus oficiales (segundo de abordo, contramaestre, timonel y maestro artillero) recibían más que la tripulación. También recibían mayor cantidad que los marinos el cirujano (que podía ser un barbero) y el carpintero jefe. El resto del botín se repartía a partes iguales. Los únicos que recibían menos dinero que la tripulación eran los niños en el caso de que hubiera alguno embarcado.  Por otro lado arriesgar la vida en un barco pirata tenía más contraprestaciones que hacerse con un jugoso botín. Algunos capitanes tenían fijado una serie de compensaciones económicas para aquellos que resultaran terriblemente heridos durante el combate. El brazo derecho era el que mayor recompensa recibía (600 piezas de a ocho). 500 por la pierna derecha y 100 por ojo y dedos. El hecho de que un ojo de la cara cueste lo mismo que un dedo sigue siendo algo sorprendente.

Los piratas, como la mayor parte de los criminales, eran cobardes por naturaleza (lo suyo era golpear duro y rápido para poder salir huyendo) pero aceptaban con cierta entereza el riesgo que implicaba dedicarse a asaltar poblaciones y abordar barcos en altamar. Más allá de temer a la horca, a ser ajusticiados por sus propios compañeros o a perder alguna extremidad como he comentado en el párrafo anterior, también eran supersticiosos. Es verídico que los marineros, no se sabe si para pasar el tiempo, sembraron las cubiertas con historias de buques fantasmas, el avistamiento de monstruos marinos  (ballenas del diablo, serpientes de mar, sirenas…) y con comportamientos a evitar para no atraer a la mala suerte. Se sabe que los piratas consideraban mal augurio llevar un cadáver a bordo, silbar en cubierta o despertar a un hombre dormido. Tampoco veían con buenos ojos rebautizar los navíos que capturaban (aunque lo hicieron en infinidad de ocasiones) o matar gaviotas ya que se decía que estas aves llevaban en su vuelo el alma de los ahogados.

Curiosamente una de las mayores supersticiones creadas por la cultura popular en cuanto a la piratería es falsa. Me refiero a aquella que rezaba que llevar mujeres abordo traía mala suerte y lo cierto es que si las mujeres estaban vetadas en los barcos era fundamentalmente para evitar las tentaciones entre los tripulantes y atajar de raíz las futuribles pendencias que podrían surgir entre los marinos por conseguir el afecto de la mujer en cuestión. Lo que si es cierto, dentro del mundo de las supersticiones pirata, son la vinculación de su peculiar mundo con el vudú. Todo se debe fundamentalmente a que en muchas tripulaciones, como la de Bartholomew Roberts había muchos criollos franceses de origen africano (88 concretamente en el caso de Roberts) y estos creían en la santería, los sacrificios y la hechicería.

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