Conociendo la Historia…por César del Campo de Acuña
Wojtek el oso soldado
La Segunda Guerra Mundial fue una época de brutalidad y heroísmo en la que hombre, movidos en muchos casos tan solo por el deber, lucharon hasta la muerte haciendo gala de una valentía indomable en la que una responsabilidad superior a la irresponsabilidad de los que no tenían miedo, se hizo con ellos. Aquel espíritu de entrega y sacrificio no fue coto privado del hombre como especie ya que todo tipo de animales participaron de algún modo u otro en el conflicto. Palomas mensajeras, caballos, perros como Gunner, Bamse, Gender o Smoky, cerdos, cabras, gatos, elefantes y hasta fieros osos ayudaron a los soldados en el frente. Buena parte de las historias de estas criaturas se han perdido, pero muchas otras no, y una de las más celebres es la de Wojtek, el oso soldado.
La historia de este peculiar recluta comienza en el tortuoso camino que llevaba a los soldados polacos recientemente liberados en 1941 (tras el acuerdo alcanzado por Stalin y el Gobierno Polaco en el exilio debido a la Operación Barbarroja), hasta El Libano, donde se encontraban la mayoría de las fuerzas polacas. En un paso de montaña entre Hamadan y Kangavar (entre Irán e Irak), la columna de soldados polacos encontró a un niño desfallecido por el cansancio y hambriento. Tras darle algo de comer, los soldados advirtieron que de la bolsa que el chico cargaba asomaba un pequeño animal. Se trataba de un osezno con tan solo algunas semanas de vida. Según aquel joven anónimo, encontró a la cría de oso pardo en una cueva. Unos cazadores habían matado a su madre y el animal se encontraba solo, indefenso y en muy malas condiciones cuando lo divisó. Sea como fuere, los soldados se encariñaron con el oso y convencieron al chico de que se lo dieran (a cambio de un bolígrafo que se convertía en navaja, según el historiador y periodista Jesús Hernández) para que ellos se pudieran hacer cargo de él. Con aquel gesto, la suerte de aquel animal cambio para siempre.
En un principio no fue nada sencillo cuidar del nuevo miembro de la 22º Compañía de Transporte. El malnutrido animal fue alimentado con un improvisado biberón (construido a partir de una botella de vodka vacía y un pañuelo a modo de tetina) a base de leche condensada (sacada de las raciones de los soldados que lo habían adoptado) aguada para que fuera más fácil de beber para el pequeño osezno. El oso se comportaba como un perrito; confiaba en los soldados, los seguía a todas partes, se sentía protegido por ellos, se habían convertido en sus padres. Según relata uno de los miembros de la compañía, Wojciech Narebski (joven soldado de 17 años de edad con el que el oso solía dormir y pasar la mayor parte del tiempo) la presencia del animal ayudo psicológicamente ayudando a levantar la moral de la tropa. Por cierto, aunque no lo he mencionado, el osezno fue nombrado Wojtek, diminutivo de Wojciech, el nombre del soldado con el que paso su primera noche en la unidad.
Poco a poco fue creciendo y se convirtió en uno más, de hecho parecía un soldado más desfilando sobre sus dos patas, o sentado sobre sus cuartos traseros en los trayectos en Jeep o camión. Le gustaba juguetear con los soldados luchando y boxeando de manera cariñosa. Les pedía cigarrillos a sus colegas para comérselos y comenzó a desarrollar gusto por la cerveza. Según Narebski, una botella para Wojtek no era nada, pesaba 200 kilogramos. Por otro lado, recibía raciones dobles debido a su tamaño y aunque no tenía paga, si tenía una libreta de pagos cuando tuvo que ser alistado en el ejército polaco como uno más para no ser dejado atrás. Aquella efeméride ocurrió en 1944, cuando se ordenó a los soldados polacos viajar hasta Egipto para unirse a las tropas aliadas que deberían arrebatar Roma a los alemanes. Cuando llegaron hasta el barco que les tenía que conducir a Italia, se encontraron con el problema de que los británicos no permitían animales de compañía a bordo. Ni cortos ni perezosos, en lugar de dejar a su compañero atrás, lo soldados rellenaron toda la documentación pertinente para alistar al bonachón Wojtek en el ejército polaco. Para sorpresa de todos, cuando estaban embarcando, el oficial británico responsable de revisar el embarque, dejo pasar al nuevo soldado sin mover un musculo de la cara y tras darle una palmada en el hombro.
La 22º Compañía de transporte desembarco en Italia y participo en una de las batallas más cruentas de las que asolaron el país transalpino. Me refiero a la batalla de la Abadía de Montecassino. Fue en esta contienda donde Wojtek mostró su valor. Mientras algunos de sus compañeros descargaban munición y víveres de un camión el oso pardo hizo el ademan de coger alguna de las cajas. Viendo que el animal quería ayudar, los soldados cargaron sobre su espalda los bultos más pesados y el oso, si necesidad de guía, se dirigió hacia la línea de combate para llevar las cajas. A partir de entonces era habitual ver al peculiar oso soldado en primera línea de batalla cargando con munición o alimentos para las líneas avanzadas. Tal fue el impacto que causo en la unidad que el emblema de la misma fue cambiado por el de una efigie de Wojtek transportando armamento.
Una vez finalizo la Segunda Guerra Mundial, La 22º Compañía de transporte fue trasladada a Gran Bretaña (Glasgow y posteriormente la localidad de Berwickshire donde la compañía fue desmobilizada). Evidentemente Wojtek, seguía con ellos. El oso soldado era muy popular, la gran estrella de los desfiles de la compañía en Glasgow, pero cuando el 17 de noviembre de 1947, el ejército fue licenciado y cada hombre se vio forzado a seguir su camino, Wojtek fue conducido al que sería su ultimo hogar, el zoológico de Winfield Park (aunque las autoridades polacas intentaron llevarlo a su país por su popularidad, pero fue impedido por sus camaradas de armas). En un principio sus compañeros pasaban a visitarle con frecuencia y siempre que le gritaban su nombre, Wotjek saludaba. Algunos de los miembros de su antigua unidad incluso llegaron a saltar la verja que les separaba para jugar con él. Desafortunadamente para nuestro protagonista, el paso del tiempo hizo cada vez menos frecuentes aquellas visitas que le daban la vida. La soledad y el hecho de estar recluido hicieron que su estado anímico fuera a peor. Sumido en la apatía, Wotjek murió un 15 de noviembre de 1963 a los 22 años de edad.
Para recordar al “Oso soldado” y su memoria se han erigido varias estatuas y se han descubierto placas en su honor. En 2011 se estrenó el documental Wojtek: The Bear That Went to War. Wojciech Narebski, su amigo, se desplazó a los 86 años de edad desde su casa en Cracovia, a Londres para presencia el estreno.
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