Chumbivilcas, así como todas las regiones de la sierra peruana, se caracteriza por un patrimonio arqueológico milenario y lleno de historia. En este caso, hablaremos del “Llamachay”, figuras rupestres en cuevas dentro del distrito de Colquemarca.
Etimológicamente, el nombre de este recinto natural significa “cueva de llamas”. La arqueóloga Karla Varga relata haber recorrido tres cavernas en las que se pueden apreciar petroglifos (diseños simbólicos grabados en rocas), que fueron trabajados en la pared de roca color ocre, que representan escenas de caza de camélidos.
En total suman más de mil las figuras trabajadas en piedra que han sido ahumadas, en épocas más recientes, por las fogatas de nuestros pastores que buscaban refugio en las cuevas cuando llovía, nevaba o helaba.
En la actualidad no viven ni pastan camélidos en los alrededores de las cuevas, lo que lleva a pensar al sociólogo Sisko Rendón que en el pasado sí pudo ser el lugar ecológico donde vivían estas especies que acompañaban a los cazadores recolectores que no se quedaban mucho tiempo en la zona, sino que pasaban solo unos días.
Por otro lado, existen dudas acerca de si, además de refugio, Llamamachay fue un centro ceremonial. Es muy posible: bajo una mirada holística la presencia de los petroglifos habla de la posibilidad de que allí se hayan realizado ofrendas, pagos y otros rituales propiciatorios para que la cacería tuviera un buen resultado.
Es estudioso, Brian Bauer, por su parte, afirma que las altas regiones del sur y sudeste del Cusco contienen numerosas cuevas y abrigos con abundantes materiales rocosos sin que se tenga información de estos yacimientos. Es el caso de Llamamachay.
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