Revista Comunicación
Para volar, “Amazing Grace” debió cruzar el Atlántico: los pastores llevaron los himnos ingleses a Norteamérica y, en la maleta, estaban los versos de John Newton.
A principios del siglo XIX, se produjo un resurgir religioso en varias zonas de Estados Unidos, de tal magnitud que se lo llamó “El Segundo Despertar”, evocando otro movimiento similar producido medio siglo antes. Las ceremonias se despojaron de complicaciones para satisfacer a la gran masa rural y analfabeta que se acercaba al culto. Junto a los sermones y a los testimonios de pecadores que habían encontrado el camino, los cantos religiosos calzaban a la perfección en la nueva modalidad de culto. La simplicidad de los versos de “Amazing Grace” fue un punto a favor y el himno de John Newton empezó a volcar la balanza de las preferencias.
Era común que los versos religiosos fueran acompañados por distintas melodías. “Amazing Grace” no fue la excepción. Recién en 1835, William Walker asocia los versos de “Amazing Grace” con la melodía “New Britain”, una tonada popular, de origen dudoso, seguramente procedente de alguna balada tradicional escocesa. La combinación era perfecta. “Un matrimonio hecho en el cielo” como definió un autor. La colección de himnos publicado por Walker fue un éxito de ventas: 600 mil copias vendidas para una población de 20 millones de personas.
(continúa mañana)